Actualizado: 28/03/2024 20:07
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“Llegué a estar muerto”

En una entrevista casi siempre cómplice, realizada por el diario La Jornada, Fidel Castro confiesa algunas de sus características personales, sentimientos y temores

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“Llegué a estar muerto”, revela Fidel Castro en una entrevista con Carmen Lira Saade, directora del diario La Jornada. No menciona por su nombre la diverticulitis que padeció ni se refiere a las hemorragias que llevaron a los especialistas de su equipo médico a intervenirlo en varias o muchas ocasiones, con riesgo de perder la vida en cada una. Sin embargo, ofrece algunos detalles personales que hacen que el texto se destaque en medio del fárrago informativo que ha acompañado al regreso del líder revolucionario a la arena pública.

“Yo ya no aspiraba a vivir, ni mucho menos... Me pregunté varias veces si esa gente (sus médicos) iban a dejarme vivir en esas condiciones o me iban a permitir morir… Luego sobreviví, pero en muy malas condiciones físicas. Llegué a pesar cincuenta y pico de kilogramos”, afirma Castro en la entrevista con el periódico mexicano.

“Sesenta y seis kilogramos”, le rectifica Dalia, su esposa.

“Imagínate: un tipo de mi estatura pesando 66 kilos. Hoy alcanzo ya entre 85 y 86 kilos, y esta mañana logré dar 600 pasos solo, sin bastón, sin ayuda”, agrega el líder revolucionario.

“Quiero decirte que estás ante una especie de re-su-ci-ta-do”, le subraya Castro a la periodista. Tampoco muestra inhibición alguna en calificar la dolorosa etapa como un calvario.

La entrevista ―la primera que concede Castro a un medio extranjero tras su enfermedad y aparente recuperación― fue otorgada no sólo a un medio periodístico que ha mantenido su simpatía por el proceso cubano, sino que en buena medida va de la camaradería al empalago, y por supuesto dedica un buen espacio a las opiniones del ex mandatario respecto a la situación mexicana y la reacción en México a las columnas que éste escribió recientemente elogiando el ex candidato presidencial izquierdista Andrés Manuel López Obrador y acusando a Estados Unidos de blandir el poder “imperial” sobre su vecino del sur. El gobierno mexicano se quejó de que Castro se estaba entrometiendo en asuntos nacionales.

Hay, sin embargo, dos cuestiones que vale la pena destacar.

Castro tiene grandes limitaciones físicas, que lo bien orquestado de sus últimas apariciones ha logrado ocultar con éxito.

El mismo le declara a La Jornada: “Puedo llegar a caminar bien. Hoy, ya te dije, caminé 600 pasos solo, sin bastón, sin nada”. En lugar de aparecer en público con un bastón, Castro ha preferido apoyarse en un guardaespaldas en sus presentaciones públicas, donde siempre hay al menos dos miembros de su guardia personal pegados a él, para brindarle un soporte necesario en cualquier momento.

La otra es más especulativa, y tiene que ver con una lectura que el texto permite, aunque no resalta. Por momentos da la impresión de que Castro muestra una premura, que podría estar marcada por el temor de una muerte más o menos inminente.

“Tengo cosas que hacer todavía”, señala.

Resulta curioso que este renacimiento de Fidel Castro lo haya vuelto mucho más propenso a dar detalles personales, no sólo a hablar sobre su vida sino a expresar impresiones y sentimientos:

“Tendido en aquella cama, sólo miraba a mi alrededor, ignorante de todos esos aparatos. No sabía cuánto tiempo iba a durar ese tormento y de lo único que tenía esperanza es de que se parara el mundo”, confiesa a La Jornada.

Su tormento no terminó al detenerse el mundo, sino que fue devuelto a eso que ahora llama “un mundo como de locos”, y que no difiere en gran medida al que existía antes de su enfermedad. Una conclusión apresurada ―y sin duda facilista― es decir que Fidel Castro está dispuesto a “salvar al mundo tras salvarse él”. Un afán mesiánico que ahora se vuelca a todo el planeta, al no poder dedicarse a las tareas de administración cotidiana de un país. Hay en el uso repetido de equivalencias cristianas ―”resucitado”, “calvario”― algo más que el recurrir a dos o tres símiles muy comunes.

No por gusto la periodista busca salvar la cara en esta parte de la entrevista. Al referirse a la actual obsesión de Castro respecto a una guerra nuclear, agrega: “No todo el mundo ha comprendido su inquietud. No son pocos los que han visto catastrofismo y hasta delirio en su nueva campaña”.

Castro, que dice que no sólo ha tenido que volver a aprender a caminar, sino también a escribir:

“Salí del hospital, fui para la casa, pero caminé, me excedí. Luego tuve que hacer rehabilitación de los pies. Para entonces ya lograba comenzar de nuevo a escribir”.

Hay un momento de la conversación que se torna enigmáticos: “El salto cualitativo se dio cuando pude dominar todos los elementos que me permitían hacer posible todo lo que estoy haciendo ahora”.

Estas declaraciones más personales de Fidel Castro no permiten desechar por completo la interrogante de si está jugando el papel de una especie de King Lear tropical o si realmente ha echado a un lado ―o dejado a su hermano menor― las conspiraciones nacionales, para concentrarse en las grandes fuerzas o los poderes políticos que, según las teorías conspirativas, rigen al planeta. Es posible que, tras “resucitar” concentre sus esfuerzos en temas más elevados y no en el destino de Cuba. Pero con Fidel Castro nunca se sabe, y ahora menos que nunca.


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