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Puentes, Embargo, Exilio

Los cubanos no necesitamos «Puentes de Amor», sino de un último esfuerzo común por la democracia

“Para mi el embargo solo sirve para alimentar la retórica nacionalista del régimen”, afirma el autor de este artículo

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Como muchos, no apoyo el embargo por razones éticas. Mas a diferencia de los amorosos edificadores de puentes, comprendo que las tales razones, o principios, solo me sirven para reafirmarme en mi rechazo en la intimidad de mi conciencia, y para a seguido incitarme a buscar argumentos. Con los cuales intentar convencer a los demás de la eliminación de ese embargo que me ofende éticamente.

Porque el problema con los principios éticos es que entre individuos libres nunca sirven para armar con ellos una argumentación que conduzca a acuerdos. Hacer gala de mis principios éticos, mientras trato de llegar a un consenso en la resolución de un problema común, es la receta idónea para no llegar a ninguna parte.

Los principios pertenecen a cada cual, y no tienen un espacio intermedio común en el cual pueda comprobarse su validez, utilidad o legitimidad. Para quien los porta solo ellos son válidos, y ceder en la universalización de los mismos es una traición intolerable, que a su vez conduce a la posición no muy ética de intentar hacer desaparecer los principios de los otros. Junto con las personas que los defienden, si es que se empeñan en esa defensa. Lo cual los amorosos niegan esté entre sus intenciones, pero a lo que sin embargo la lógica interna de su intransigencia siempre los lleva, de manera inevitable, antes o después.

Mis argumentos únicamente deben apelar a los hechos o a la lógica. En esencia porque comprendo que únicamente los hechos y la lógica me sirven para demostrarle a cualquiera, independientemente de si comparte mis razones éticas, o no, mi punto en lo concerniente a la resolución de un problema común. Solo al apelar a algo que nos trasciende y comunica a todos: la realidad, puedo tener esperanzas de llegar a acuerdos con otros. Mas solo eso, esperanzas.

Objetivamente, para mi el embargo solo sirve para alimentar la retórica nacionalista del régimen, y para darle la oportunidad de culpar a otros por sus propias deficiencias. Tampoco resulta defendible frente a la comunidad internacional, por lo que a la larga le resta apoyos dentro de ella a la causa de la democratización de Cuba, erróneamente asociada a la defensa del embargo.

Según lo veo el embargo no afecta a la jerarquía del régimen, y mucho menos a su capacidad represiva. Esta capacidad está determinada por la relación entre las posibilidades económicas de las instituciones gubernamentales, y las de la ciudadanía, y es evidente que ambas posibilidades son afectadas en semejante medida por el embargo. De hecho, es muy probable que este afecte más a las de la ciudadanía, que a las del Estado.

Por último, tengo la opinión de que la probabilidad de que la población cubana se tire a la calle a causa de la presión del Embargo es muy pequeña. Resulta improbable que, en un país con una tradición nacionalista fuerte, como Cuba, las masas se subleven contra un gobierno que se las da de nacionalista bajo la presión que sobre sus vidas ejercen las medidas económico-financieras de una potencia extranjera. La respuesta a las tales presiones del envejecido cubano promedio será individual, nunca colectiva, y consistirá en poner todas sus esperanzas en emigrar él y su familia.

No obstante, soy consciente de que no todos los interesados en el asunto coinciden con lo dicho, y que con ellos formo parte de una comunidad política. Desde la posición de cada cual en la sociedad los asuntos no lucen igual, ni a cada quien le interesa el mismo aspecto de la realidad. Por lo que para no matarnos los unos a los otros, o no convertirnos en anacoretas en algún desierto, estamos obligados a conceder en nuestros intereses, principios, creencias, u opiniones. Porque a fin de cuentas el humano aislado deberá dedicar toda su atención al interés lato en sobrevivir, y carecerá de principios, creencias u opiniones, al no tener con quien contrastarlos.

En este sentido entiendo que ante el embargo hay múltiples posturas, y que mientras no se transe, y se consensue entre todos, una posición intermedia, no se avanzará en su eliminación, opinemos lo que opinemos de él. Que cualquier avance que se haga en la dirección de hacerlo desaparecer, desde la imposición de una parte y sin tener en cuenta a las demás, será precario, y se evaporará al primer vaivén de la política democrática interna de Estados Unidos. Cual ya sucedió con el acercamiento de Obama tras la derrota de los Demócratas en 2016.

Levantar el Embargo solo puede hacerse desde un acuerdo bipartidista en el Congreso de Estados Unidos. Lo cual implica la necesidad de una transacción, y en consecuencia de imponerle condiciones al régimen castrista. Tanto porque es lo que pide una mayoría del exilio, de los casi tres millones de compatriotas de la diáspora, junto a una minoría muy activa en el interior, como porque en toda transacción todos deben ceder en algo, incluido el régimen.

Hay que acabar de entender que las medidas que ahora pudiera decretar sobre Cuba Joe Biden, desde su posición al frente del poder ejecutivo, solo tendrían alguna probabilidad de conservarse a largo plazo si a cambio de ellas se le impusieran condiciones al régimen, este las aceptara, y a consecuencia de ellas se notara un avance medible en la dirección de la democratización de la Isla. Porque si una reedición del Acercamiento no se hiciera desde un amplio consenso al interior de la política bipartidista americana, que tome en cuenta a los que piden condicionar, en enero de 2025, o incluso tras las próximas elecciones al Congreso, podría perderse de nuevo todo el terreno ganado.

Seamos sinceros: exigir en este momento el levantamiento incondicional del embargo es únicamente un acto populista o de vedettismo político, que le dará publicidad de sensibles a los amorosos y quizás tranquilidad de conciencia, pero a la larga no solucionará nada. Solo le concederá un respiro al régimen antidemocrático, mientras sus jerarcas siguen a la espera de que el mundo vuelva a ser el de 1960, y encuentren en él una nueva URSS, que se ocupe de subvencionar su sistema anti económico por naturaleza.

Lo esencial es entender que no se avanzará en la abrogación del embargo mientras en Cuba no se den pasos concretos en la dirección de la democratización de la sociedad cubana. O sea, mientras el régimen no acepte hacer política sobre la base del diálogo, la transacción y los consensos con sus ciudadanos, y con una comunidad internacional, que al menos en la región a la cual pertenece se rige por el respeto a los derechos civiles y políticos de los ciudadanos.

Lo que nos cabe ahora a quienes no compartimos ni ética, ni políticamente, las políticas de presiones y el embargo, no es pedir su abrogación incondicional. Ni el realismo político, ni el respeto a otros cubanos, que han sido arrastrados a ese odio que tanto ofende a los delicados espíritus amorosos, sin atreverse a indagar en la causa de ese odio, aconsejan una conducta que en este momento solo puede ser interpretada como de apoyo incondicional al régimen antidemocrático cubano.

Lo que nos cabe ahora, en todo caso, es apoyar las condiciones que necesariamente la administración Biden le pondrá delante al régimen antidemocrático de La Habana, y hacérselas más digeribles a los nuevos jerarcas enguayaberados de La Habana, al bajarlas de las nubes a la realidad. En esencia al redactar propuestas de condiciones, debatirlas entre nosotros, y presentárselas a la administración demócrata (el autor de estas líneas y otros 618 firmantes ya hemos hecho algo así desde mediados de noviembre).

Otra actitud, al menos en este momento, mientras en el Palacio de la Revolución o en la Casa Blanca no hagan una primera movida, es correr a colocarse del lado de la autocracia castrista, en contra de la real soberanía de los cubanos, y a favor de la de los jerarcas del Estado cubano.

Cabe agregar que quien esto escribe no es algún amoroso satisfecho de Seattle, sino un cubano de muy al interior de la Isla, de muy abajo, que sufre las carencias y pasa hambre. Pero alguien que desea vivir lo que le queda en su Isla, con dignidad, no diferir el problema una y otra vez, por ignorarse el problema esencial: la existencia de un régimen antidemocrático en Cuba.


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