Actualizado: 23/04/2024 20:33
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Presupuesto, Cambios, Economía

Los tiempos agónicos de la “actualización”

El menosprecio a la pobreza de la ciudadanía es el rasgo central de las políticas de la actualización. La respuesta ciudadana, huir del país

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Nadie se atreve en la prensa nacional cubana a hacer un análisis crítico de la información del último Consejo de Ministros[1]. Esta impunidad informativa del gobierno nos ha dejado a merced de una élite que evidencia su incapacidad en cada una de sus apariciones, pero que carece de las contrapartes públicas —más que sanas— para rectificar su rumbo y rendir cuentas para lo que existen: servir a la ciudadanía.

Para empezar, no es seguro que se haya logrado un crecimiento del 1,3 % del PIB 2014 —seguramente nos enteraremos hacia diciembre del próximo año—, pero se “piensa” que en el próximo año se logre crecer más de un 4 %, según el ministro de Economía, Marino Murillo. Para un lector informado del sistema económico cubano, esta es otra nueva fabulación del ministro de Economía porque los cambios estructurales[2] siguen ausentes de la agenda. No hay ninguno explícito en el presente informe, a no ser que se siga haciendo política económica a escondidas de la opinión pública.

Con un magro “crecimiento” del 0,6 % en el primer semestre de 2014, la estrategia del gobierno cubano fue sumirse en el silencio —a partir de junio de este año— sobre las políticas para salir de tamaño desastre en las condiciones de crisis que vive el país después de ocho años en el poder del “nuevo” gobierno, y mientras tanto, imponerle a los economistas cubanos que la actualización comenzó en 2011, robándose cinco años y medio de “gracia”. Con elecciones libres, ya el General/Presidente y su gabinete de ministros habrían salido barridos del poder.

Seis meses después reaparece el gobierno para seguir con la misma improvisación, que nadie sabe adónde va, con consignas de mayor “eficiencia interna” de la economía. Esta “consigna” no se calza con ninguna nueva medida o medidas que la garanticen en el nuevo informe, sino que es el pésimo comodín que utiliza el gobierno cubano para no decir nada. Luego entonces, este pronóstico del 4 % de crecimiento de la economía nacional hay que tomarlo como decía Jorge Luis Borges: “y los futuros tienen su forma de caerse por la mitad”.

La política que se expresa en el informe es el aumento del control de la empresa no estatal, con nuevos impuestos sobre utilidades que ya se habían aprobado en períodos anteriores y un intento de “legalizar” parte de las actividades económicas sumergidas en el mercado negro. El monto de los subsidios estatales a las empresas del Estado disminuye levemente pero no se informa su cuantía. Las cooperativas no agropecuarias continúan con el tiempo agónico para ser aprobadas.

El lenguaje críptico y mediocre de la nomenclatura cubana es uno de los males endémicos que arrastra el período de la “actualización”, y que siempre nos recuerda a la nomenclatura soviética de los años 70s del siglo pasado. Para empezar el lenguaje del Granma presenta la información como se “avizora”. Es decir, otear en el horizonte para descubrir algo desde una determinada altura, lo cual hace la información más parecida a un ejercicio de prestidigitación delante de una bola de cristal que la seriedad de un informe económico.

Cifras en volúmenes de gastos que nada dicen sobre la satisfacción de la demanda (créditos, subsidios), no hay datos de los resultados económicos por ramas de la economía en 2014 y solo algunas medidas de legalización complementarias sobre las viviendas. No ha habido cambio de mentalidad. Con este pobre panorama de rendición de cuentas, ya sabemos que la próxima reunión del parlamento cubano, el 19 de diciembre, será otra reunión para perder el tiempo y los recursos; para levantar la mano de manera unánime por un presupuesto de 2015 que nadie, a su vez, podrá controlar, como tampoco ninguno de los anteriores. Son los juegos simbólicos del poder cubano —sin contrapartida democrática—, que profundizan la sensación de fracaso de la ciudadanía, año tras año, sin atisbar mejoras para su situación.

La cifra necesaria para importar alimentos es la nota más escandalosa del informe y no se explica. Que se pronostique el gasto de $2.194 millones en la importación de alimentos es la evidencia del fracaso de la política agroalimentaria cubana en los últimos ocho años. Cada año se importa más o se gasta más, y lo que no se importa y se produce en el país no cubre las necesidades de la demanda. Ya sabemos que la economía centralmente planificada, planifica no sobre lo que es necesario sino de espaldas a la demanda. El asunto considerado por el General/ Presidente como de “Seguridad Nacional” sigue sin respaldo en la agenda de “la actualización”. Los Lineamientos se cumplen y su contrario porque están redactados de tal manera que usted puede decir lo mismo y lo contrario y sin fechas límites. Eso sí, nos anuncian en el presente informe que se está planeando a “largo plazo”, algo que no necesitan ni los funcionarios ni la ciudadanía porque no se cumplen los planes anuales, a no ser que se utilice como papel higiénico, que como tantos otros productos, siguen por debajo de la demanda en la producción nacional. De nada sirve crecer en la producción de algunos productos si estos siguen muy por debajo de las necesidades primarias de consumo. Esta relación entre la inversión y la demanda nunca se publica, ni se discute en el Parlamento.

Un aumento del 9,1 % en los salarios nominales en los sectores de la salud y los deportistas no clarifica cuánto significan en la población económicamente activa, tampoco de la ocupada, y mucho menos, cuál es la capacidad adquisitiva de esos salarios. La pobreza no existe para el gobierno cubano —por decisión— y por eso no aparecen los datos que permitan definirla y cuantificarla al menos con los parámetros internacionales. La “media lengua” del informe se reproduce para decir que crece algo la ocupación, pero oculta el nivel de desempleo abierto y oculto. Es decir, otra “información” que no sirve para nada, ni siquiera para “el entusiasmo”.

Un mérito ha tenido este informe para mí: el sacarme una carcajada frente “a la propuesta de Conceptualización del Mo­delo Económico y Social Cubano de De­sarrollo Socialista (sic)” —¡Qué mal gusto este nombre y qué mal escrito, por dios!. Este es otro secreto de Estado.

Ya sabemos que no es un “socialismo de mercado”, según el exministro José Luis Rodríguez, tampoco se renuncia a la planificación centralmente planificada ni al control de los medios fundamentales y no fundamentales de producción —la tolerancia legal y el intento de control, no la estimulación, es lo que han tenido hasta ahora las formas de producción y servicio no estatal. Nadie sabe quiénes están estudiando el supuesto novísimo modelo, aunque de vez en cuando la dirección dice que lo estudia —hace varios años—, porque los dirigentes cubanos son incapaces de ser transparentes en su gestión y la nebulosa sobre lo que se proponen forma parte de una política expresa para evitar el control ciudadano.

Entre silencios, ausencia de datos, desidia, y rutina transcurre el tiempo agónico de la “actualización”. La población no espera mejoras, huye del país por los más disímiles medios, y los que no pueden conforman esa mayoría poblacional sumida en la pobreza y la desesperanza.

Vea también:
La “actualización” cubana no garantiza el papel higiénico



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