Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

Más presos, menos futuro

Según 'The Economist', Cuba es ya el cuarto país del mundo en población penal por cada 100.000 habitantes.

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La población penal de Cuba alcanzó 531 prisioneros por cada 100.000 habitantes, para ocupar la cuarta posición mundial, antecedida por Estados Unidos (751), Rusia (627) e Islas Vírgenes USA (549), según los estimados de The Economist, publicados en el Pocket World in Figures 2009.

 

En la edición 2007, Cuba apareció con 487 personas por 100.000 habitantes, en el octavo nivel, indicador que se corresponde con la cifra publicada por el PNUD en su Índice de Desarrollo Humano (IDH) 2007-2008. Las cifras representan un preocupante crecimiento del 9% en un rasgo social tan negativo. Sobre la base del nuevo indicador, la población penal cubana está en un entorno de 59.000 personas en prisión.

 

Esta impactante cifra de encarcelados coincide con la pérdida de valores espirituales en la sociedad cubana, derivada fundamentalmente de la crisis imperante durante muchos años y que parece no tener fin. Hay que considerar que, como ha reconocido el propio gobierno, los salarios no alcanzan para vivir, por lo cual el trabajo honesto ha perdido su función social. Esto ha conllevado al incremento de la corrupción y el delito a grados increíbles.

 

Ante este fenómeno, las autoridades, en vez de atacarlo en sus raíces y alentar las aspiraciones de progreso con medidas liberadoras de las fuerzas productivas, acrecienta las campañas sistemáticas de represión, encarcelando a cantidades enormes de ciudadanos. Eso no elimina, sino más bien desarrolla la marginalidad en todo el país, y crea un generalizado ambiente de frustración y falta de fe en el futuro.

 

Al mismo tiempo que decenas de miles de personas son encarceladas, crece el mercado negro y las actividades ilegales de todo tipo. Debido a la falta de viviendas florecen enormes villas miserias, en especial en la ciudad de La Habana, donde existen unas 46 —según el artículo "La Habana sumergida", publicado en el diario Juventud Rebelde el 3 de agosto de 2008—, sin condiciones de vida mínimamente adecuadas.

 

Estas villas miserias están pobladas, en especial, por personas de otras partes del país, que llegan a la capital en procura de mejores posibilidades, agrupándose en esos tugurios constituidos por chozas construidas con residuos de latones viejos y oxidados, pedazos de tablas, cartones y otros materiales de desecho.

 

Fiel reflejo del fracaso

 

La colosal cifra de población penal afecta a la sociedad en varios aspectos. Por lo regular, los presos se degradan aún más en las cárceles cubanas, con efectos muy nocivos para las familias y, en especial, en la formación de los niños. Es tan grave el problema que hasta la controlada prensa oficial lo ha reflejado en artículos, como "No hay rebelde sin causa", aparecido en el mencionado diario oficial el 15 de marzo pasado.

 

Asimismo, se está creando un legado terrible para la nación, con familias fragmentadas y personas marcadas por los años de cárcel, en centros donde no se cultiva precisamente la virtud humana, sino la violencia y la degradación.

 

Esta problemática ocasiona además enormes gastos en la construcción y mantenimiento de penitenciarias y otros centros de reclusión. Más allá de invertirse en estos sitios los limitados recursos materiales disponibles, se requieren decenas de miles de empleados —militares y civiles— que pudieran dedicarse, en otras circunstancias, a labores más provechosas. Así, son gastados anualmente enormes montos financieros, mientras, como es conocido, las condiciones de vida en las cárceles cubanas son terribles.

 

La cantidad de ciudadanos presos es un fiel reflejo del fracaso de un sistema que prometió prosperidad al pueblo cubano, pero que, al torcerse, ha traído todo tipo de males. La formación del hombre nuevo nunca se alcanzó, pero sí una masiva deformación de los cubanos, muy en especial de los jóvenes. Una pesada carga para el presente y un legado muy peligroso para el futuro de la nación.


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