Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Huracán Sandy, Economía

Más sombrío el panorama

Antes de ocurrir el desastre, apenas había esperanzas de tener un futuro mejor en las provincias orientales

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Salieron despavoridos para salvar la vida en la madrugada del 25 de octubre, cuando el huracán Sandy embistió las provincias de Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo, y en menor medida las otras dos provincias orientales. Al regresar, encontraron las ruinas de las vetustas viviendas, sobre todo en la segunda ciudad del país, pero los medios pudieron publicar que “la vivienda más antigua de Cuba resistió”. La morada de Diego Velázquez, primer gobernador de la Isla, construida entre 1516 y 1530 en Santiago, se mantuvo imbatible ante los fuertes vientos, debido a ser una edificación muy sólida, donde después de haber sido “rescatada” se encuentra el Museo de Ambiente Histórico desde el 30 de noviembre de 1970.

Muchos miles de cubanos en esas zonas afrontan el drama de que no podrán reponer sus viviendas durante sus vidas, y deambularán con sus hijos y nietos, carentes de condiciones existenciales y los bienes más elementales para un ser humano. Incluso quienes perdieron techos o partes de sus inmuebles muy difícilmente los recompondrán, al igual que los enseres perdidos. Cada día toman más conciencia y sufren más. Antes de ocurrir el desastre apenas había esperanzas de tener un futuro mejor, por lo que los “orientales” se esparcieron por todo el territorio nacional, con preferencia por La Habana, lógicamente. Desde hacía décadas se los llamaba palestinos; a la llegada de uno seguiría la familia, apretada en un cuarto de algún viejo edificio, pero la invasión amplió los “solares” hasta en el preservado barrio de Miramar, y las villas miseria cerca de la Plaza de la Revolución o las zonas periféricas, como la locación de la película Havanastation y peores. Igualmente, habaneros originales llenaron esos lugares, como resultado de los decenios sin poder construir “por cuenta propia” ni recibir una de las pocas viviendas edificadas por el estado.

El Gobierno cubano no ha distribuido gratuitamente los materiales de construcción para reparar los techos ni edificar nuevas obras. Indudablemente la magnitud del desastre es tan inmensa que en un país ya ruinoso y en crisis económica progresiva desde hace más de veinte años no existe capacidad de respuesta adecuada. Pero la forma como las autoridades lo han encarado resulta totalmente injusta y desconsiderada. No ha emitido un gran llamado para la ayuda internacional, aunque a diferencia de sucesos anteriores, acepta la asistencia, pero siempre selectiva y discriminatoria según sus intereses. Donde el Presidente reconoció hace varios años que el salario no alcanza para vivir, cada lámina de asbesto cemento se comenzó a vender a 110 pesos. Debido al malestar ocasionado por los exorbitantes precios y la ausencia de apoyo gubernamental, el 8 de octubre, se publicó la Decisión del Gobierno Revolucionario de que el Presupuesto del Estado realice una bonificación del 50 % a los precios vigentes (elevados-fijados por el Gobierno) de los materiales de construcción que se venderán a las familias con destrucción total o parcial de sus viviendas”, y para reponer otros bienes imprescindibles podrán optar por tomar créditos bancarios. Si el salario medio a fines de 2011 era de 455 pesos (18 dólares) y la pensión media de 249.65 pesos (10 dólares), hay que optar por comprar el techo o los alimentos, ya que tampoco se han entregado gratuitamente a los damnificados.

El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas comenzó el envío de asistencia, anunciaron los medios oficiales. No se dijo que desde hacía años, el PMA contribuía a la alimentación de los niños, fundamentalmente de las provincias orientales, debido a su desnutrición progresiva y baja talla. También se publicó que Ban Ki-moon, secretario general de ONU, había llamado telefónicamente a Raúl Castro para expresarle las condolencias por la catástrofe y ofrecer ayuda de la organización, así como la reunión de la Asamblea General para analizar los estragos causados por el huracán Sandy en el Caribe y Estados Unidos, y acordar el auxilio material. Además se ha reportado la llegada de algunos barcos y aviones de Venezuela, Rusia, Bolivia, Ecuador y Catar, pero no se facilita a las instituciones humanitarias y personas extranjeras o cubano-americanas.

Si ni siquiera se propicia contribuir a mitigar las necesidades más elementales de los damnificados, qué esperar para el provenir. Los esfuerzos por huir de Cuba serán mayores, aunque el Gobierno cubano no podrá fomentar un éxodo masivo hacia Estados Unidos, como los de Camarioca (1965), Mariel (1980), la crisis de los balseros (1994) para descompresar la olla. A mediados de octubre pasado se emitió el Decreto-Ley 302 o Ley Migratoria, que comenzará a regir en enero próximo, cuya novedad fue eliminar la carta de invitación y el permiso de salida a cambio de la emisión del pasaporte —lo cual existió anteriormente—. Los objetivos fundamentales podrían ser fomentar las salidas y entretener a los cubanos en la búsqueda de visas y los medios financieros para el viaje.

La crisis multifacética existente desde hace años se ha complicado notablemente. Los destrozos en el oriente de Cuba incidirán negativamente sobre una economía nacional en perenne declive. Las autoridades cubanas deberían permitir ampliamente las actividades privadas, sobre todo favorecer las de carácter productivo, incluso más allá de la esfera agrícola, como medio de procurarse el sustento y mejorar las precarias condiciones de vida, al tiempo que complementen la macroeconomía estatal. Los cubanos tendrán que despertar de la sumisión irracional, exigiendo su derecho a procurarse los trabajos que el Estado es incapaz de ofrecer, más aún cuando está dejando sin puestos hasta alcanzar 1,3 millón de personas, alrededor del 25 % de la fuerza laboral empleada. Las alternativas de mayor miseria, represión y emigración tienen que sustituirse por la laboriosidad, las oportunidades y la cooperación ciudadana.


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