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Fuerza Aérea, General Del Pino, Aviación

Memorias de un general cubano

9050 horas. Las memorias de un general de la aviación de combate cubana, de Rafael del Pino, narra la historia de la aviación cubana a partir de 1959

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Una fuente de gran valor histórico es la obra de reciente publicación del ex general de brigada de la Fuerza Aérea Cubana, Rafael del Pino, 9050 horas. Las memorias de un general de la aviación de combate cubana. Del Pino fue el primer miembro de la alta jerarquía militar cubana que rompió con el régimen y optó por el exilio en Estados Unidos. El hecho sucedió en 1987, dos años antes del proceso del general Arnaldo Ochoa y del de otro grupo de militares de alta graduación, también juzgados y fusilados como él.

La deserción del general Del Pino significó un severo golpe para la jerarquía del régimen, no solo por el rango y las responsabilidades que ocupaba, sino porque se trataba de un personaje histórico. Del Pino ostentaba, nada menos, entre otras distinciones, el título de “Héroe de Playa Girón” debido al importante protagonismo que tuvo durante el desembarco de la brigada invasora, bombardeando y hundiendo los barcos que transportaban los combatientes cubanos anti-castristas que venían con el objetivo de crear una cabeza de puente en la Isla, declararlo territorio libre y unirse a los grupos de guerrilleros opositores que operaban en las montañas. El hundimiento de los barcos fue decisivo en esa “primera derrota contra el imperialismo”. En el momento de su huida, del Pino se desempeñaba en el cargo de Sustituto de la Defensa Antiaérea del país.

El libro es apasionante porque cumple con el primer propósito del autor, que es dar a conocer las vivencias de “alguien que ama la aviación por encima de cualquier cosa”. Pero es también Historia, porque a medida que el autor va narrando las aventuras y peripecias de su formación de piloto, va escribiendo la historia de la aviación cubana a partir de 1959. De la improvisación del primer año, debido al licenciamiento de los pilotos profesionales del ejército regular, lo que significó privarse de pilotos experimentados y confiarle la defensa aérea y la participación en combates a jóvenes neófitos, animados por la pasión de la aviación, como el caso del mismo Del Pino, quien al bajar de la montaña con apenas 20 años , se alistó en la Fuerza Aérea diciendo que era piloto por el simple hecho de haber sido desde niño un apasionado de la aviación. En poco tiempo su falta de formación fue subsanada con la llegada, dos meses después de Playa Girón, junio 1961, de un lote de los famosos aviones MiG, acompañados de cien expertos soviéticos dirigidos por un héroe de la Segunda Guerra Mundial, que venían a instruir el nuevo ejército cubano.

Una nueva cultura militar hace su entrada en territorio americano, y también una nueva versión de la historia militar. Los soviéticos le enseñan a los cubanos, no solo una nueva técnica de aviación, sino también una nueva versión de las guerras recientes ocurridas en el mundo en las que los rusos participaron. La mayoría de los instructores soviéticos que llegaron a Cuba, habían sido veteranos de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra de Corea; gesta heroica ignorada, porque solo se conocía la versión del lado americano. Todavía hoy, Del Pino trasmite el afecto que lo unió a aquel grupo de instructores soviéticos que aprendió a querer como a hermanos. Afecto que dice se forjó durante las veladas, rociadas con abundante vodka y ron, durante las cuales los rusos narraban sus aventuras y muchos “secretos guardados por la KGB sucumbieron” ante el alcohol, “entre los hombres hermanados por el vuelo”.

Aquel primer periodo del aprendizaje de convivencia con los “hermanos soviéticos” conoce una súbita interrupción con la irrupción brusca que lo vuelve a la realidad de la guerra: el estallido de la crisis de octubre 1962, o “Crisis de los misiles”.

De particular interés es el capítulo relativo a la Crisis de Octubre, pues Del Pino acompañó a Fidel Castro durante todo el tiempo que duró el conflicto, en el bunker en donde se refugió el Puesto General de Mando. La narración del detalle de las reacciones de Castro, revela rasgos de su personalidad y el tipo de relaciones con los militares soviéticos encargados de los misiles. También revelan la parte que suele quedar oculta de los acontecimientos históricos. Un ejemplo es el derribo del famoso U-2, el avión de observación norteamericano que según versión de Castro, él habría dado la orden de derribar, como para mostrarle a los soviéticos quién era el verdadero comandante militar. Del Pino revela, que tanto Fidel Castro como el resto del Estado Mayor, se sorprendieron al saber la noticia del derribo del U-2. Terminada la crisis, un General soviético le confesó a Del Pino que la orden de derribo del U-2 fue dada por el jefe de las tropas soviéticas acantonadas en Cuba con el objeto de provocar a los norteamericanos y así entorpecer las negociaciones que se estaban llevando a cabo entre Moscú y Washington. Del Pino considera que tal vez esta sea la versión verídica, no sin dejar planear algo de duda. Cabe entonces preguntarse si en realidad fue Moscú la que dio la orden de derribar el U- 2 para someter a prueba a Washington y saber hasta dónde estaba dispuestos a llegar.

En todo caso, ese incidente demuestra lo cercana que estuvo la realidad de un conflicto nuclear. En cuanto a que fueran los cubanos, Del Pino es tajante: ningún cubano poseía en ese momento ni el conocimiento, ni el entrenamiento para hacer funcionar el sistema de cohetes antiaéreos. Fue a partir de 1963 que Cuba envió el primer contingente a estudiar ese sistema a la Academia Superior de la Fuerza Aérea Soviética.

A los 24 años, ya Del Pino era un piloto académicamente bien formado. Prosigue su formación práctica en Vietnam como observador para adquirir una nueva cultura militar de Vietnam y EEUU. Luego irá a Vietnam del Sur. Luego se enfrasca en la búsqueda de modificaciones para mejor la capacidad destructiva de los MiG-17 que no logra que sea adoptada por los jefes militares soviéticos en Cuba, para evitar conflictos que interrumpieran su estadía en el trópico. Igualmente, reflexiona sobre la creación de una doctrina de guerrilla aérea.

El capítulo sobre la presencia y participación cubana en la guerra de Angola es de suma importancia histórica. Del Pino echa por tierra la versión cubana de haber ido a Angola a luchar para proteger a los angoleños del racismo de los sudafricano; él deja muy claro de que la participación cubana en el escenario de la guerra de Angola, se debió a un acuerdo preestablecido en el que actuaría un eje integrado por Cuba-URSS-MPLA con la complicidad del “Almirante Rojo”, el almirante portugués Rosa Coutinho.

Desde principios de 1975 se realizaron conversaciones secretas en La Habana entre el Gobierno cubano, oficiales izquierdistas portugueses y dirigentes del MPLA. Se acordó, al principio, el envío de oficiales cubanos para que sirvieran como asesores en los centros de adiestramiento militar. La guerra se desarrollaba entre dos facciones de angoleños: una, apoyada por los chinos, UNITA, la otra por los soviéticos, MPLA. De hecho, una guerra entre potencias mediante grupos rivales interpuestos: así se expresaba el diferendo sino-soviético de entonces.

Los rusos, rubios y brutales, eran poco queridos por los angoleños, pero contaban con un Caballo de Troya: Cuba proveía de mulatos y Moscú ponía las armas. Del Pino fue designado por el Alto Mando jefe de la Fuerza Aérea del cuerpo expedicionario que se llamaría la “Operación Carlota”.

Un ejemplo del profesionalismo castrista en materia subversiva, fue la cooperación técnica prestada por Cuba al general Omar Torrijos quien había solicitado a Fidel Castro el envío de asesores para preparar un tipo de milicias similares a las cubanas, para contrarrestar un eventual enfrentamiento con fuerzas de Estados Unidos. Castro, siempre dispuesto a lanzar bravatas contra Estados Unidos, se las arregla para no sobrepasar un cierto límite de provocación y decidió no enviarle a Torrijos asesores, pero en su lugar, lo proveyó de explosivos y de la técnica para fabricar camiones bombas que se situarían próximos a las diferentes salidas de la zona del Canal por donde se suponía entrarían las tropas de EEUU. Además del asesoramiento militar para la creación de milicias, el asesoramiento castrista implica también el terrorismo y es bueno tenerlo en cuenta, en particular, en un país como Venezuela, propenso a los incendios petroleros.

El libro del General Del Pino es un libro de historia y de táctica militar, un estudio comparativo de doctrinas militares, como también es un manual de técnicas de la subversión.



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