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Política

Milagros ajenos

La supuesta bendición de devolver la visión a miles de latinoamericanos disfraza ante el mundo la descomunal violación de los derechos humanos en Cuba.

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En casa del herrero…

Determinados financiamientos han servido para construir nuevas clínicas. En Camagüey se ha erguido un complejo oftalmológico que atiende sólo a ciudadanos de las naciones donde han triunfado gobiernos afines. Además de los venezolanos, ahora transitan por las equipadas salas de operaciones, nicaragüenses, ecuatorianos, bolivianos…

¿Los cubanos? Aún tienen que entrar por las destartaladas puertas de los hospitales provinciales y apuntarse en una larga lista de espera para los trasplantes de córnea, o para la magnánima consulta oftalmológica. En el caso que lo consigan, lo harán ante profesionales aún en formación, pues los especialistas, o están en el extranjero o atienden a los extranjeros.

El fenómeno es nacional. En el municipio de Jagüey Grande, en la provincia de Matanzas, donde antes existía el mayor plan de escuelas en el campo y millones de estudiantes eran obligados a trabajar, ahora existe un integrado complejo hospitalario.

Las antiguas escuelas funcionan como instalaciones de salud en las que se atiende a todo el personal que hace posible el milagro de los millones que permite a la dictadura mantenerse en el poder.

Los médicos de la provincia son obligados a desplazarse hacia ese sitio y allí tienen que sufrir desde la discriminación en el régimen alimentario, hasta la subordinación a cuadros políticos y a la vigilancia total.

Su estancia en esas instalaciones es considerada el primer paso para una futura misión en el exterior. Además de abandonar a los pacientes locales, tienen que demostrar, más que calificación profesional, nivel de resistencia y sumisión política.

En el Hotel Pasacaballos, de Cienfuegos, ocurre lo mismo, así como en las otrora insignes instalaciones hoteleras del país, que en medio de la carencia de turistas, se han convertido en industrias de salud.

Contradicciones

La medicina cubana está hoy valorizada como el principal recurso de exportación de la Isla. El gobierno exporta material humano con la consiguiente destrucción de familias y deja semihuérfana a la infancia.

Detrás se evidencia el conflicto de un sistema de salud que ya ni siquiera puede sostener el antiguo plan del médico de la familia y forma, de manera masiva y en periodos dudosos, a miles de doctores por año, involucrándolos en virtud de los compromisos "solidarios" que se precisa asumir.

La escasez de profesionales, sin embargo, es sufrida en campos y ciudades donde en verdad se construyen nuevas policlínicas, pero en los que también escasean los especialistas.

Ellos no sólo son obligados, por disímiles causas, a acudir al milagro de un viaje al exterior, sino que, desde la distancia, mantienen la indiferencia con la aldea nacional.

Los estudiantes de primer año, desde el día inicial de estudio, son los que suplen la atención médica ambulatoria y muchas veces, la urgente.

La Operación Milagro, y otras tantas invenciones del gobierno, sólo sirven para disfrazar ante el mundo la descomunal violación de los derechos humanos que se acentúa por días en la Isla. Es una demostración de cuánto puede hacerse para el ejercicio mordaz de un poder que no escatima ideas, recursos, herramientas o personas no videntes y manipulables para la degradación de su pueblo.


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