Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Represión

No pasa nada

¿Cuántos muertos se necesitan para que pase algo?, ¿100 mil, 2 mil, 20 mil? ¿Será? ¿Ocurrirá algo cuando los muertos alcancen estas cifras?

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Les dan la vuelta al mundo las agresiones físicas y morales contra mujeres indefensas en Cuba, las cuales tienen como único delito haber expresado su desacuerdo con el régimen dictatorial, y no pasa nada; encarcelan a un escritor opositor bajo cargos indemostrables de que ha cometido un delito común, y no pasa nada; mueren disidentes —injustamente encarcelados (injustamente porque replicar no debiera ser un delito)— en huelga de hambre, y no pasa nada; censuran a un músico porque pida lo que en cualquier país del mundo es un derecho elemental, y no pasa nada; capturan en Panamá un barco coreano cargado con armas cubanas de contrabando, y no pasa nada; circulan en el extranjero los detalles de la hambruna y el terror que viven los cubanos en la Isla, así como las condiciones infrahumanas que padecen en las mazmorras los presos políticos del régimen, y no pasa nada.

En esta propia publicación y en otras, destacados y honestos analistas demuestran, con lujo de detalles y de manera irrevocable la perversión del castrismo, denuncian los crímenes de uno y otro tipo que en la Isla está cometiendo la dictadura, y no pasa nada.

No pasa nada. No pasará nada. La cuadrilla de “cibercastristas” que escriben desde Cuba —que se han transado por algo tan codiciado en la Isla como pueden ser una computadora y el acceso a internet— mienten sin desmentir y se acuestan con el estomago un poco menos vacío que el ciudadano de a pie. Los otros cibercastristas, en el extranjero, quienes gozan de la democracia que les permite expresarse aun a favor de las causas más inhumanas, alegan razones fútiles para que se eternice la dictadura. En la ciudad de México, soy testigo, algunos intelectuales cubanos emigrados, al parecer agotados, antes que callarse y ver en silencio la sangre correr, como otros de por ahí, de pronto se declaran “bolivarianos” y colaboran con la embajada de Fidel Castro. Los gobiernos elegidos democráticamente en América Latina, envían sus representaciones a Cuba para que hagan negocios, “fortalezcan los lazos de amistad entre ambos pueblos” y de paso den el visto bueno a la miseria y el terror establecidos por el castrismo (unos, dicen los que saben, por aquello de la “política real”, otros, por temor a que se les revire la izquierda cochambrosa que medra en sus países —lo cual viene siendo lo mismo). Suelen afirmar estos gobiernos, cinismo de por medio, que el problema de los cubanos deben resolverlo los cubanos; sin dar la fórmula para que un pueblo en semejantes condiciones pueda resolver su problema.

En los países de Europa, los montoneros pagados por las embajadas castristas o encantados por el exotismo del comunismo tropical, destrozan los mítines de ciudadanos nacionales o cubanos que allí residan, que intenten dar a la luz los ultrajes de la tiranía existente en Cuba.

¿Cuántos muertos se necesitan para que pase algo?, ¿100 mil, 2 mil, 20 mil? ¿Será? ¿Ocurrirá algo cuando los muertos alcancen estas cifras?

No habrá tal cantidad de muertos. El castrismo lo sabe y juega con eso: nadie en su sano juicio desea que la solución a la tragedia cubana pase por una matanza semejante. Nadie en su sano juicio apuesta a una guerra civil en la Isla. La tiranía lo sabe y decide por un hacer “guerrillero” sofocando los brotes de los más valientes y las más valientes que se atreven a protestar; lo sabe y así cada día sofistica más sus medios de información, los únicos existentes en la Isla, a la par que bloquea con mayor eficacia las informaciones procedentes del extranjero que intenten infiltrarse. Eso no falla.

De modo que ¿la intensificación de la miseria podría provocar un estallido social? No. No habrá un estallido social donde no es posible una reacción en cadena, donde las personas que viven en Camagüey no se enteren de que en Matanzas protestaron en la vía pública 14 desesperados. Eso no falla.

Asimismo, no puede haber un estallido social donde las fuerzas del gobierno posean el arma más poderosa para tener bajo control a la población: el chantaje. ¿O alguien que no se halle por encima del promedio no tiembla cuando le levantan un acta de advertencia?, ¿o cuando lo amenazan con que podría perder la única posibilidad de empleo en una empresa turística, lo que representaría la vía exclusiva para que su familia pueda comer un poquito mejor?, ¿o cuando le pasan la sospecha de que, de continuar con sus querellas, tal vez su hijo no pueda “clasificar” para la carrera universitaria que constituye su sueño, su razón de ser en la vida? Vale aclarar: las autoridades que así chantajean y se hallan más cercanas a la población, son igualmente chantajeadas por sus niveles inmediatos superiores, que a su vez son chantajeados por sus superiores y así y así hasta la cima. O sea, no hay escape. Esta arma, ya lo sabemos desde los tiempos de la URSS, es infalible.

Así las cosas, ¿debemos seguir aquí y allá denunciando la situación existente en Cuba? Sí. Pero solo para mantener el termómetro en la misma temperatura. Solo para eso. Es lo único y lo más que podemos hacer.

¿Las dictaduras son eternas? No. La que rige en Cuba, como todas, también tendrá su fin. Pero solamente cuando ellos, los que detentan el poder, así lo decidan; cuando deleguen en uno de ellos mismos para que la termine o cuando uno de ellos, con vergüenza suficiente, decida que ya fue demasiado y se lance con otros a llevar a la Isla por el camino de la democracia, y de la lógica humana.

Es decir, el estalinismo cubano, como los demás que un día fueron, únicamente se podrá terminar desde arriba. Desde abajo, y desde fuera, lo más que podemos hacer, y es correcto, será empujarlo. Sin notables resultados. Pero sí, seguir empujándolo para que el decoro aflore en donde y en quienes debe aflorar.


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