Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Juventud, Militares, Conciencia

Objetores de conciencia

Perspectiva y nuevos horizontes para la juventud cubana

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Verse obligado a incorporarse a un grupo militar no es nada nuevo. Durante milenios, pueblos sometidos a la esclavitud y la servidumbre —por lo general hombres— se veían obligados a abandonar sus hogares y arriesgar sus vidas para defender a sus amos y la riqueza y el poder de sus monarcas. Sin embargo, era mucho más habitual que las potencias y principados recurrieran a ejércitos “profesionales” o mercenarios para librar sus guerras.

El proceso de reclutamiento masivo obligatorio, en su mayoría de hombres solamente, a las fuerzas armadas de un Estado nación— suele remontarse a Francia tras la revolución de 1793. Previo a esto, en América del Norte, el servicio militar obligatorio o “llamamiento a filas” había sido promulgado también por Washington durante la Guerra de Independencia de 1775-1783. El servicio militar obligatorio en aquel siglo y el siguiente se convertiría en un proceso importante en el desarrollo de la identidad y creación de los Estados nación, así como un producto de estos, especialmente en Europa.

El reconocimiento de la objeción de conciencia como derecho fue adquiriendo una importancia cada vez mayor a partir de comienzos del siglo XX, aunque solo en unos pocos Estados, principalmente en la Europa protestante. En Noruega, la protección del derecho a la objeción de conciencia fue reconocido por ley en 1900, en Dinamarca en 1917 y la ley de servicio militar obligatorio de 1916 del Gobierno británico fue la primera en permitir la objeción de conciencia cuando se introdujo la conscripción, si bien muchos objetores de conciencia fueron encarcelados en el Reino Unido durante la I Guerra Mundial. El servicio militar obligatorio en este país fue una medida que generó una enorme polémica ―era la primera vez que se introducía la conscripción en Gran Bretaña―, por lo que la inclusión de una disposición sobre los objetores de conciencia se consideró una concesión indispensable.

En Latinoamérica, en los años noventa se dio el surgimiento de movimientos antimilitaristas, a veces en países afectados por la guerra civil ―Colombia, El Salvador― y en otros donde las dictaduras militares daban los últimos estertores ― Chile, Ecuador y Paraguay, entre otros―. En las sociedades profundamente afectadas por estas dictaduras y su militarismo y represión, los jóvenes encontraron en la objeción de conciencia una manera de “expresar su creciente conciencia e identidad política con un conjunto de nuevos valores, distanciándose de la violencia y la lucha armada”.

La Comisión de Derechos Humanos de la ONU reconoció formalmente por primera vez el derecho a la objeción de conciencia el 10 de marzo de 1987, e hizo un llamamiento a los Estados miembros para que lo respetasen. Se han realizado esfuerzos constantes antes y después para pedir el reconocimiento de la OC y la adopción de disposiciones legales al respecto, a nivel internacional y regional.

En muchos países ―sobre todo europeos, aunque no exclusivamente―, los movimientos contra el servicio militar obligatorio y a favor de la objeción de conciencia han dado sus frutos: fueron parte del proceso que obligó a poner fin o suspender el servicio militar obligatorio (por ejemplo, como ha sucedido en los últimos 20 años en Bulgaria, Bosnia y Herzegovina, Croacia, la República Checa, Francia, Alemania, Hungría, Italia, Letonia, Macedonia, Montenegro, Polonia, Portugal, Rumanía, Serbia, Eslovaquia, Eslovenia, España y Suecia, Marruecos, Perú y Argentina). Estos son algunos ejemplos claros del antimilitarismo que está acabando con la conscripción (cabe citar también la estrategia de insumisión en España y en Serbia, por ejemplo).

Sin embargo, el rechazo a la idea de tener que alistarse personalmente en el ejército, y la oposición a la violencia armada para todos, se remonta a mucho tiempo antes. Existe constancia de que Maximiliano de Tébessa fue uno de los primeros “objetores de conciencia”, al negarse a formar parte del ejército romano cuando este se encontraba en busca de soldados para engrosar sus filas en Numidia (actual Argelia) en el año 295 de nuestra era. Al manifestar que, como cristiano, no podía utilizar la violencia, fue ejecutado.

En Cuba los primeros objetores de conciencia desde que se inició el servicio militar obligatorio, (nombre que después se cambió a servicio militar general por el régimen para ocultar sus violaciones a los derechos humanos), fueron principalmente los adeptos religiosos de Testigos de Jehová, por lo que fueron perseguidos y acosados sin cesar. Pero tan importantes como los motivos religiosos son los motivos personales de los jóvenes, especialmente en estos momentos en que ha tocado fondo la bancarrota económica y social creada por una dictadura férrea e inflexible que ahoga por completo a la ciudadanía. “Tengo que mantener a mi familia, cultivar mi propio sustento y cuidar de mis mayores, por lo tanto, no puedo abandonar mi hogar para prepararme a una guerra que ni deseo ni necesito para defender a aquellos que me explotan y han roto el contrato social por el cual se creen con el poder de regir mis destinos”, o simplemente “no quiero matar ni morir, punto”, es lo que está ahora en la mente de los jóvenes cubanos.

Estos tipos de oposición al reclutamiento tienen tanta relevancia en las campañas contra la conscripción como las convicciones políticas. En primer lugar, porque representan argumentos convincentes sobre la importancia de la libertad de cada individuo y el poder de decisión sobre la propia vida; en segundo lugar, porque son generalizados; y en tercer lugar, porque ponen de relieve los horrores propios de la guerra y la vida en una máquina de matar jerárquica e itinerante ―o sea, el ejército― de una manera que es menos abstracta que todos los argumentos ideológicos.

Si desde que comenzamos a tener raciocinio comprendimos que la vida es un proceso de acción auto sustentada que significa la libertad de tomar todas las medidas requeridas por la naturaleza de ser seres racionales para mantener, mejorar, realizar y disfrutar de nuestra propia vida entonces podemos comprender con más claridad el significado del derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a la búsqueda de la felicidad.

Cuando estos derechos individuales son usurpados o abolidos no hay forma posible de determinar la justicia ni a que tenemos derecho. Por lo tanto, retrocedemos al concepto tribal de que nuestros deseos están limitados sólo por el poder de un grupo, secta, pandilla o partido y para poder sobrevivir en ese tipo de ámbito los hombres no tienen otra opción que temer, odiar y destruirse los unos a los otros. Es un sistema de engaños, de conspiraciones secretas, de pactos, favores y traiciones.

Esa es la esencia y la raíz de porque las sociedades que han sido dominadas por cualquier forma de colectivismo o autoritarismo llegan a autodestruirse. Basta la experiencia de todos los países que sufrieron el experimento comunista, o los que fueron dominados por el nazismo o el fascismo. Basta con las experiencias más recientes de grupos políticos populistas que utilizando mecanismos creados por sociedades democráticas llegaron al poder y han logrado destruir el frágil tejido de derechos que poseían para imponer su autoritarismo. La conculcación de esos derechos los ha llevado a la ruina y a un callejón sin salida como es el caso notable de Venezuela.

Profundizando en este concepto podemos resumir que un derecho no puede ser violado, excepto por la fuerza física. Un hombre no puede prohibirle a otro que busque su felicidad, ni esclavizarlo, ni privarlo de su vida. Cuando se obliga a un hombre a actuar sin su consentimiento libre, personal, individual y voluntario sencillamente se están violando sus derechos. Con esto podemos establecer una clarísima división entre los derechos de un hombre y los de otro. Es una división objetiva, no sujeta a diferencias de opinión, ni a la decisión de la mayoría, ni a un decreto arbitrario de la sociedad. Ningún hombre tiene el derecho de iniciar el uso de la fuerza física contra otro hombre.

Por eso creemos que la Objeción de Conciencia es la perspectiva y los nuevos horizontes para la juventud cubana y venideras generaciones.


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