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Laura Pollán

Oriki (canto) para Laura Pollán, in memóriam

Laura Pollán tenía una voluntad inquebrantable, pero también unos padecimientos que no conciliaban con la desestabilización que el poder le imponía

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La noticia del fallecimiento de Laura Pollán en la noche del viernes 14 de octubre de 2011, no sé si a todos, pero a muchos toma por sorpresa. Los más cercanos a ella conocerían sus males de salud, diabetes, migraña, hipertensión; los otros no, únicamente veíamos a la maternal, risueña y recia mujer, juvenil y superactiva para sus más de sesenta años.

La mayoría de a los que hoy nos conmociona su muerte conocimos a Laura en los trajines que le impusieran otros, los represores castrosocialistas que en alarde de prepotencia apresaran, procesaran y condenaran a 75 hombres por el único delito de hacer uso del humano derecho a expresarse críticamente sobre la situación de su país. Su historia, como las de esas mujeres que terminarían siendo sus amigas y hermanas, las esposas, madres, hijas y otras familiares de los hombres apresados, es de amor. Ese fue el móvil por el cual la mayoría de ellas libraría rápidamente y creo que sin consciencia, el camino de anónimas profesionales, obreras, amas de casa, mutando en activistas civiles.

Por amor al sociólogo Héctor Maseda, compañero de su vida, Laura Pollán emergió como la vocera de aquel núcleo de mujeres que terminaría deviniendo en una de las mayores amenazas para el gobierno de los hermanos Castro Ruz. Su liderazgo fue natural. La pujanza y entereza que demostrara la situó en esa posición. También su entrega y auténtico sentido de la solidaridad. Viviendo con modestia pero en casa propia, rápidamente su casita de Neptuno, en la popular barriada de Centro Habana, se convirtió en espacio de acogida para el intercambio y la fragua de sus estrategias y donde pernoctar las que vinieran del interior del país y no contaran en la capital con sitios en los que permanecer. Después, llegarían hasta allí para participar de los té literarios, salir juntas a emprender sus denuncias, reclamaciones y caminatas, ir a misa o, sencillamente, para sentir calor humano.

Solo recientemente supe del extenso desempeño de Laura como profesora de literatura y de su distancia de las actividades opositoras de su esposo —pues él así lo quería— antes de convertirse en Dama de Blanco. Su naturaleza de líder y luchadora corrió la prueba de fuego del necesariamente rápido crecimiento y madurez. La vimos en los primeros tiempos pelear por los hombres injustamente apresados, y la vimos en los últimos meses feliz por el propósito a medias logrado, el de verlos fuera de las prisiones. Propósito trunco porque no fueron exonerados de cargos ni retiradas sus sanciones, ahí, siempre pendientes sobre los que aceptaron la salida del país y sobre los que, como Maseda, insistieron en permanecer aquí.

Indolencia y represión versus Amor

Han debido sufrir mucho estas mujeres. Las puertas institucionales cerradas ante sus toques, la apatía y el rechazo a sus reclamos, darían lugar a injurias, ofensas y celadas en contra de ellas. Intentando atemorizarles, las fuerzas represivas subieron el tono, prohibieron sus reuniones, les impidieron salir de sus provincias, poblados y hasta de sus viviendas; medidas que palidecerían ante las más recientes, cuando los llamados “mítines de repudio” y las golpizas propinadas por mujeres y turbas estimuladas y trasladadas en transporte gubernamental dieron paso a los ataques directos de jóvenes y fuertes hombres.

Las imágenes de la violencia desatada contra Laura y otras mujeres los pasados 8 y 24 de septiembre, en el poblado de El Cobre (Santiago de Cuba) y en La Habana, son escalofriantes. Mientras, los noticiarios nacionales informan sobre violencia en otras partes del mundo y enardecidos periodistas reclamaban del presidente Barack H. Obama la liberación de cuatro de los espías cubanos allí prisioneros y el retorno de uno de estos, excarcelado el mismo día que hospitalizaran a Laura.

Las Damas de Blanco se convirtieron en objetivo prioritario del gobierno y Laura, su más visible figura, se les transformó en obsesión. Era preciso silenciarlas. Ellas ganaron la atención de la prensa extranjera acreditada en la capital cubana y la simpatía de muchos en el mundo. El mitin que les preparan en marzo, cuando conmemoraban otro año del inicio de “la primavera negra cubana”, terminó el primer día, pues la apatía de los vecinos devino en explícitas críticas por la abusiva actuación de fuerzas que deberían ser dedicadas a garantizar y establecer el orden público. Acabada de iniciar la pésima mascarada, alguien en una de las farmacias del barrio, ante la inexistencia de un medicamento, amenazó con denunciarlo ante Laura, que ya comenzaba a ser vista por sus vecinos con simpatías pese a campañas desinformadoras y desacreditadoras.

El cantautor cubano Pablo Milanés se declaró opuesto a la represión contra esas mujeres y afirmó en Miami estar dispuesto a cantarles a ellas, pero no a los gobernantes cubanos. Era demasiado para el esclerotizado gobierno isleño. Despreciarles a ellos, que restringen y confiscan libertades, que golpean y hambrean con igual vigor que exigen que eso no suceda en otras partes del mundo, es algo que nunca han permitido. La televisiva Mesa Redonda lleva adelanta una de las más tergiversadora campañas en contra de Las Damas; reiterativamente se les acusa de “mercenarias al servicio de la Sección de Intereses del gobierno de Estados Unidos en La Habana” y las instan a su desintegración una vez excarcelados sus esposos y familiares. No se aclara que ellas declararon proseguir su lucha por la liberación de todos los presos políticos.

El sufrimiento como penitencia castrista

Desgarrar la carne, fracturar huesos y crear intrigas, divisiones y confabulaciones, son métodos empleados por la seguridad del Estado cubano en su intento de lacerar espíritus, de debilitar psicológica y físicamente. Laura lo aprendió; le fracturaron un brazo, estimularon intriguillas especialmente dirigidas contra ella pues había que descabezar el grupo para poderlo eliminar. En los últimos días llegaron al arrebato de emprenderla contra ella a mordidas y le impidieron llegar a la Parroquia dedicada a la Virgen de las Mercedes en el día de la patrona de los presos (24 de septiembre), fecha en la que tradicionalmente se reúnen allí.

Sí, ha sido mucho el sufrimiento de una mujer tierna y activa, fuerte y valiente, que no permaneció guarecida tras la fachada de su vivienda, que cruzó el umbral y enfrentó la represión sin que lograran arrebatarle la dignidad ni la sonrisa. Debe haberla impactado profundamente la traición de la cual se supiera víctima por parte del por ella creído periodista opositor, que se transformara en presencia cotidiana en su vida como en las de las otras Damas, que reportara muchas de sus actividades con inmediatez y muchas veces con el favor de la exclusiva, para finalmente ser revelado en la televisión cubana como un agente de la seguridad del Estado.

Claro que también pudo satisfacerse con algunos logros. Las Damas obtuvieron el Premio Zajárov de derechos humanos, que el gobierno no les permitió ir a recibir. Dirigentes internacionales las han estimulado y apoyado, y también el exilio, pendiente de sus necesidades económicas. Tener de vuelta, en casa a Maseda —“mi viejo” le llamaba ella— debió ser estímulo fundamental; también las actividades en las que este se ha implicado tras su excarcelación. E invariablemente contó con el aliciente de la hija y la pequeña nieta, partes esenciales de sus amores, a quienes siempre mencionaba.

De héroes y mártires que el castrismo crea

Pero los humanos somos perecederos y la vida nos somete a pruebas que pueden dar al traste con esta. La voluntad es fundamental pero no exclusiva fuente de vida. Laura Pollán tenía una voluntad inquebrantable, pero también unos padecimientos que no conciliaban con la desestabilización que el poder le imponía. Estuvo siempre pendiente de todo y de todos, de la muerte de Orlando Zapata Tamayo o de las huelgas de hambre dentro y fuera de las prisiones, de los reclusos y de las golpizas y pésimos tratos dados a estos, de la desesperada situación de la señora Reina Luisa Tamayo, en fin, de todo. Afrontaba la carga de la constante solicitud de entrevistas, de su participación en actividades propias de Las Damas y de tantas a las que se le invitaban, con la sobrecarga del estrés causado por el récord de detenciones en contra de opositores políticos pacíficos en el último mes, y por el remonte de cuesta en la escalada en contra de Las Damas y de ella particularmente, no quiso sentir la carga en su organismo ni la debilidad que este iría progresivamente experimentando, hasta que ya no fue posible evitarlo.

No conoció el descanso esta grande mujer de diminuta figura, al menos no en los ocho años que distan desde que nos vimos por vez primera. Es cruel incongruencia, absurdo contrasentido, que pernoctara por siete días en una cama de hospital, con respiración asistida, en sala de cuidados intensivos, donde ni siquiera puede contarse con la cercanía física de familiares y amigos. Paradojas de la vida: los malos duermen y mueren bien, los buenos sufren y penan para morir, como Laura Pollán, como Tamayo, pero dejan tras su partida física el dolor porque les queríamos entre nosotros, haciendo y compartiendo, y esos son motivos para tenerles siempre presentes en la memoria, para hacer y compartir en tributo a ellos y a ellas, a nosotros.

No queremos mártires, la difícil realidad, la intolerancia gubernamental, nos lo impone, ayer el afrocubano Zapata, hoy la férrea mujer Laura Pollán. Hubiese sido mejor haberles tenido en esa proverbial sencillez que no les permitía identificar su osadía, inspirándonos aunque no les conociéramos personalmente o aunque no existiera entre nosotros amistad.

El jueves anterior había visto de pasada al médico Darsi Ferrer, él mismo y su familia objeto de represión. Supe por Darsi de la gravedad de Laura. Nada me hizo suponer el infeliz final. Una afección respiratoria no necesariamente termina en tragedia. Una se niega a aceptar que la muerte acecha en cualquier sitio, a cualquiera, sin importar dignidades. Una vecina me había dicho que supo por su clandestina conexión con la televisión hispana de La Florida, que se oraba por la recuperación de Laura. En la soledad, entre la máquina computadora y yo, le dedicaba un buen pensamiento y confiaba en su fortaleza, además, pensaba en Maseda, en la hija, en la pequeña nieta. El intempestivo timbre del teléfono me hizo reaccionar. Así recibí la noticia. La radio exterior española era la que informaba. No di crédito hasta la mañana, cuando regresando de mi turbación pregunté dónde le velaban.

Con Laura convertida en memoria viva

Abundantes lluvias y mi indisposición emocional me demoraron enfrascándome en lo que supongo es mi mejor contribución social, escribiendo. Cruzando las pocas cuadras que me separan de su casa, la tempestad me retuvo, abundante agua fría y el viento que batía en mi rostro me acariciaron estremecedoramente hasta sacarme del ensimismamiento. Apenas unos metros me separaban de Laura, ahora convertida en cenizas. Ese día 15 de octubre, dedicado en el santoral cristiano-católico a Santa Teresita, en el panteón yoruba sincretizada con Oyá, la divinidad que envuelve en remolinos de viento, toda ella ímpetu y fuerza, genio y garbo, como la Pollán. Sin saber el lapsus transcurrido pero pareciéndome inmenso, anegada en agua y bajo esta, decido regresar a casa.

Para mí no es tiempo de enfrentar a Laura en un pote sino de imaginarla con la radiante sonrisa con que la viera hace unas semanas, en rapidísimo y casual encuentro. Me satisface saber que, desde donde ahora esté, burla a unas fuerzas policíacas que tanto daño le hicieran y que, en medio de esta tempestad, se las deben estar viendo muy difícil para poder acompañar los más recientes encuentros, no lo últimos, de Laura con familiares, amigos y cuantos ahora puedan estar acompañando a Maseda, hija y nieta.

Ahora solo atino a escribir sobre las mujeres cubanas. Es mi tributo a ella, a su hermana afrocubana Berta Soler a quien imagino dolida y sacudida en lo más profundo. Me tomo un ínterin, unos minutos para dedicarle mi oriki personal a Laura Pollán, ya in memoriam, sabiendo que nos quedó pendiente esa historia de vida que me inspirara. Solo entonces puedo retornar a mi texto, a nosotras, donde estará perdurablemente Laura Pollán, memoria viva, como tiene que ser.


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Varias personas rezan el sábado 15 de octubre de 2011 en la vivienda de Laura Pollán, la fallecida líder de las Damas de Blanco, en La Habana. EFEFoto

Varias personas rezan el sábado 15 de octubre de 2011 en la vivienda de Laura Pollán, la fallecida líder de las Damas de Blanco, en La Habana. EFE

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