José Luis Rodríguez, Cambios, Economía, La denuncia de hoy
Paciencia, un poquito más de tiempo, tengan calma
En una entrevista concedida a un periódico mexicano, José Luis Rodríguez, exministro de economía de la dictadura de 1995 a 2009, nos lo deja claro: el vía crucis continuará
Cada vez que Raúl Castro o alguno de sus súbditos dice algo —sin decir a las claras, como suelen hacer los castristas— de lo cual se infiere —solo se infiere— que podría venir algún bienestar para el cautivo pueblo de Cuba, hay alborozo sobre todo entre los que viven en la Isla, los más sufridos.
Esto ha ocurrido con constancia, principalmente en los últimos 21 años.
Y luego, nada, al diablo las esperanzas, “continuaremos por la ruta de nuestro glorioso socialismo”, resistan, ya estamos llegando a la meta de nuestra histórica carrera, si bien un poquito larga, de 55 años. Y vamos a continuar con nuestra maratón, compañeros: continuamos, continuamos, ahora se trata de “perfeccionar nuestro socialismo”. Necesitamos un poquito más de tiempo, unos añitos, unas decaditas más tal vez.
Es decir, siempre, siempre, no más que fuegos fatuos.
Mientras ellos, los castristas, se hallen en el poder, olvídenlo, no saldremos del mismo “pa´tras” y “pa´lante”, del mismo “sí, pero no” que iniciara Fidel Castro en 1990 con el único propósito, del que hoy se hace eco su hermano Raúl, dictador heredero, de mantenerse en el poder. Entre ambos, han logrado alargar la agonía de un sistema político, y de paso la de una población, por 24 años; esto debe ser un récord.
En una entrevista publicada en el izquierdista diario mexicano La Jornada el pasado 21 de noviembre, bajo el título “Cuba no se está proponiendo un socialismo de mercado“, José Luis Rodríguez, exministro de economía de la dictadura de 1995 a 2009, nos lo deja claro: el vía crucis continuará.
Rodríguez, hoy asesor en La Habana del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), —no se guíen por nombre tan pomposo, que no es tan “Mundial” en efecto, es más bien un “organismito” con nombre ampuloso—, nos da a conocer en una respuesta a la entrevistadora, la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde, también oficialista y por tanto portadora de planteos azogados, valga la redundancia, que “Por un lado se ha querido enfatizar que todos los cambios que se están proponiendo suponen la actualización de un modelo socialista, que se ha calificado también como socialismo posible. Por otra parte, se ha querido tomar distancia de las reformas —que a nombre de supuestamente perfeccionar el socialismo— llevaron a su desaparición en Europa”.
Este párrafo forma parte de la respuesta de Rodríguez a la pregunta: “¿Hacia dónde va Cuba?”
“La actualización de un modelo socialista”, dice él, no “del” modelo socialista. Es decir, debemos entender que es la actualización de un modelo socialista único, cubano, tropical, pachanguero, y “posible”; aunque, claro, para saber si es “posible” —como todo lo que no se sabe aún si es posible—hay que intentarlo. Y eso lleva tiempo, muchachos.
Y “se ha querido tomar distancia de las reformas —que a nombre de supuestamente perfeccionar el socialismo— llevaron a su desaparición en Europa”, aclara el exministro. O sea, las reformas que establecieron en su momento, erróneamente, los mandos políticos del otrora campo socialista de Europa “llevaron a la desaparición [del socialismo] en Europa”.
Lo que me llama la atención es que aquellos pueblos le dieron la bienvenida a dichas reformas y, luego que estas provocaron la desaparición del comunismo, no se sabe de pueblos enteros, o de aun una sola persona, que salieran a reclamarle a sus errados gobiernos: “Oigan, se equivocaron, deseamos de nuevo el comunismo, pero rápido, por favor”. Al contrario, los habitantes de aquellos países europeos estuvieron celebrando la desaparición del sistema por muchos días. En ciertas regiones de Rusia, por ejemplo, se sabe que el vodka se agotó casi de inmediato y el coñac y los vinos en Polonia, por ejemplo, alcanzaron las mayores ventas en la historia del país.
Uno no entiende.
En cuanto “al modelo Económico elegido” para la “actualización”, responde José Luis Rodríguez: “El modelo del socialismo cubano elegido supone el perfeccionamiento de la sociedad que se ha construido hasta aquí y tiene varios rasgos fundamentales que reiteran su matriz socialista”.
Expresiones vagas, como ya decíamos. Pero surge la pregunta: ¿Qué sociedad se ha construido hasta aquí? ¿La que carece de lo elemental para vivir?
¿La que vive bajo el terror impuesto por el gobierno? ¿La que en más de medio siglo no ha tenido la posibilidad de sufragar en unas elecciones? ¿La que no cuenta con la opción de apostar por otro partido que no sea el Comunista, el único existente en el país? ¿La que no puede leer otra prensa, ver otra televisora, escuchar otra radio que no sean las únicas autorizadas en la Isla, las del gobierno? ¿La sociedad en la que sus artistas y literatos están sujetos a la censura más férrea? ¿La que ha visto como se han derrumbado los pocos alcances que la revolución castrista logró en sus primeros años? ¿La sociedad en la que se golpea y encarcela a las pocas personas que se atreven a disentir, mujeres incluidas? Etcétera, etcétera.
Sé, sé los adjetivos impublicables que, como a mí, se les han ocurrido a los lectores que han leído los párrafos anteriores.
En la misma respuesta, Rodríguez, para que se bajen de esas nubes rosadas los que esperan otro derrotero, deja claro: “En primer lugar se mantiene la propiedad social sobre los medios de producción fundamentales, es decir, los que resultan determinantes para el desarrollo del país. Se establecen límites al desenvolvimiento de la propiedad no estatal al reducir su capacidad de acumulación y se asegura la prestación de servicios sociales básicos universal y gratuitamente”.
Propiedad social —o sea, del gobierno— “sobre los medios de producción fundamentales, es decir, los que resultan determinantes para el desarrollo del país”.
¿Cuáles serán estos “medios de producción fundamentales”? No hay que ser muy sesudo para responderse: los más importantes, las grandes empresas, las cadenas de servicios y otros. O sea los que la Historia ha demostrado que, en manos de los gobiernos, resultan improductivos, corruptos, insolventes.
Y para los soñadores de siempre, aquí tienen: “Se establecen límites al desenvolvimiento de la propiedad no estatal al reducir su capacidad de acumulación y se asegura la prestación de servicios sociales básicos universal y gratuitamente”.
Dice “se establecen”, en elíptico. Pero queda claro: lo establecen “ellos”, los que mandan, los dueños, los que decretan, los que ponen, los que quitan, los que experimentan con el pueblo, los que de ningún modo quieren perder el poder. Los que no necesitan de plebiscito alguno para dar marcha atrás o lanzar a una población a otro acto de malabarismo.
“Se asegura la prestación de servicios sociales básicos universal y gratuitamente?”. Dice Rodríguez.
¿Cuáles serán esos “servicios sociales básicos”? Que yo sepa, el único que pervive es la asistencia médica, que ya se halla tan deteriorada en todos sus aspectos, que cualquier paísito de por acá la supera. Porque bueno…, la educación nunca fue gratuita, si consideramos que nada que esté gobernado por una ideología resulta gratuito.
Y vean esta chulería de Rodríguez, todavía respondiendo a la misma pregunta de su compañera periodista: “Al mismo tiempo, se abren espacios a la pequeña propiedad privada —como autoempleo o trabajo por cuenta propia—, la propiedad cooperativa agropecuaria y no agropecuaria y las empresas mixtas con capital extranjero. Se parte así del concepto que otras formas de propiedad no estatal pueden contribuir al desarrollo del país, sin ser predominantes y si se les encauza adecuadamente, es decir, sin que se conviertan en preponderantes”.
Soñadores, vean: “empresas mixtas con capital extranjero”. Extranjero.
Los cubanos residentes en la Isla, insertos en “otras formas de propiedad no estatal”, pues que sigan robando o comprando puntillas de contrabando si son zapateros remendones, cemento igual si son albañiles, grasa o harina del mismo modo si elaboran frituritas y esas cosas; o “tallando” de amigo a amigo, “sociolismo” mediante, con el inspector del gobierno para mantener su restaurantico.
Pero creo que lo que más irritante de este fragmento de José Luis Rodríguez es que a los trabajadores por cuenta propia, hay que “encauzarlos adecuadamente” para que no “se conviertan en preponderantes”.
¿Qué será “encauzarlos adecuadamente”? Pues quizás sea llevar a estos trabajadores por cuenta propia —llevarlos ellos, los jefes, los que sí saben, los que decretan— por el buen camino, el de la honradez, el asentimiento, el respeto a los preponderantes; como suelen hacer los padres con los hijos, o los campesinos aradores con los bueyes o los inteligentes con los imbéciles; más o menos eso.
Así, el señor Rodríguez no desdeña que estas fuerzas, las del “trabajo individual” son necesarias, de modo que “se impone la necesidad de reconocer esa realidad si queremos avanzar a un desarrollo racional”. (Dígame usted: hablar de “avanzar”…, a estas alturas del partido...) Pero eso sí, lo antes dicho no significa que estas fuerzas, las “del trabajo individual”, “no tengan que ser monitoreadas y sometidas a control social para compensar sus efectos socialmente negativos”.
Dice “sometidas”, “monitoreadas”. Por el “control social”; es decir, por ellos —los que deciden el destino de los cubanos— y van por el mundo diciendo lo que van a hacer con sus súbditos; qué les toca ahora y qué luego, claro, sin consultar con ellos.
Dice “efectos socialmente negativos”; es decir, los efectos negativos de esta fuerza de trabajo individual. ¿Cuáles serán? ¿Acaso los mismos que, durante medio siglo, nos trajo la economía estatizada, que hoy tiene en ruinas al país?
A la pregunta de la periodista, naturalmente, previamente preparada entrambos: “¿Socialismo de mercado?”. Responde el exministro: “Nosotros no nos estamos proponiendo un socialismo de mercado” (en ese “nosotros” debo estar incluido hasta yo).
Según el exministro Rodríguez esos fueron errores de los gobiernos de varios de los otrora países socialistas de Europa, que no tomaron “en cuenta la connotación social de los mismos y sin monitorear y compensar sus efectos perversos. La historia demostró que del socialismo de mercado quedó solo el mercado sin socialismo”.
Bueno, pues entonces debemos llegar a la conclusión de que el 98% y tanto de la economía del mundo se halla bajo un estado de perversión que, paradójicamente, la lleva a avanzar mucho más rápido que la cubana, sin que sea menester privar al ser humano de su libre albedrío. ¿O no?
Y este fragmento de una de las respuestas de Rodríguez en la entrevista aludida, son de los buenos buenos: “la magnitud de los cambios que se requieren en el funcionamiento de la economía para satisfacer las necesidades de la población son de una gran magnitud y complejidad. Se trata incluso de implementar medidas sobre las cuales no existen experiencias en nuestro medio, por lo que se requiere un periodo de prueba para validarlas e incluso valorar no solo su impacto económico, sino también sociopolítico, habida cuenta de la gran importancia de los factores subjetivos en este proceso”.
Como suele decirse: agárrame esa ballena por el chorrito. ¿Qué les parece? Hay que comenzar, ahora, 55 años después, a experimentar implementando “medidas sobre las cuales no existen experiencias en nuestro medio”. Sí, leyeron bien, sobre las ruinas, vamos —o van ellos— a empezar de nuevo con métodos que requieren “un periodo de prueba para validarlas e incluso valorar no solo su impacto económico, sino también sociopolítico, habida cuenta de la gran importancia de los factores subjetivos en este proceso”.
No da Rodríguez un aproximado de cuánto podría durar ese “período de prueba”. Pero uno debe inferir que no será muy corto, “habida cuenta de los factores subjetivos en este proceso”.
Se me ocurre respaldar mi inferencia del párrafo anterior, cuando el exministro nos recuerda “que los lineamientos [para la actualización del modelo] tienen un periodo de implementación de 5 años o más en algunos casos, por lo que muchos impactos esperados en el cronograma de aplicación pueden encontrarse aún en proceso de realización”.
Está duro esto.
Calma, paciencia, los cubanos, según se afirma en diversos sitios, son personas algo precipitadas, se inclinan a que todo se resuelva con una rapidez que no es posible; por eso, pienso, que José Luis Rodríguez, a una pregunta de su entrevistadora, responde: “Una decisión precipitada en este sentido puede comprometer el proceso de actualización” (…). “En síntesis, la afirmación del presidente Raúl Castro de avanzar sin prisas pero sin pausas, pienso que tiene total validez”.
Ya ven.
En la entrevista en cuestión, el exministro también se refiere al estado de la productividad en la Isla, a la necesidad de ponerle fin a la doble moneda, a la situación del PIB y otros temas relacionados.
Pero el núcleo fundamental de sus respuestas nos indica que la “actualización del modelo” no se puede lograr de un día para otro. Hay que ir despacio, ensayar, valorar, rectificar en algún momento si es necesario, experimentar con alguna buena variante que pudiera aparecer.
Suave, compatriotas. Calma. Un poquito más de tiempo. No se desesperen. Ya llegarán, multiplicados, los panes y los peces. Ya verán que sí. Seguro.
Y bueno, yo me pregunto por qué el entrevistado y la entrevistadora, que vienen siendo lo mismo, van a publicar esta interesante entrevista tan lejos. ¿Por qué no la publican en uno de los diarios que circulan en Cuba? ¿Será porque es mejor que los de allá “dentro” no lean respuestas tan alentadoras? Quién sabe. Tal vez.
Ya ven. Así van las cosas.
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