Actualizado: 17/04/2024 23:20
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Paisaje después del alboroto

Embajadas, Puerto Rico: ¿final del principio o principio del fin?

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Comienza a quedar atrás el alboroto generado por la reapertura de la embajada de EEUU y la visita relámpago de John Kerry a La Habana.

Ha sido poco comentada la reunión de Raúl Castro con el cardenal Jaime Ortega y el cortesano Eusebio Leal, sobre la próxima visita del Papa a Cuba y “otros asuntos de interés”. Es difícil que no hayan analizado la tensión permanente domingo tras domingo en el parque Gandhi, en Miramar, donde las Damas de Blanco se reúnen tras la misa y la morralla castrista organiza mítines de repudio y reparte golpizas y detenciones “express”, con la complicidad y apoyo de los órganos represivos del gobierno. Lo cual indica la preocupación del régimen, y que los opositores, a pesar de los intentos de muchos por desacreditarlos y ningunearlos, son una piedra en la bota de la dictadura.

Comienzan a escucharse los ecos del Encuentro Nacional Cubano en Puerto Rico, con representantes de organizaciones opositoras de la Isla y el exilio. Aunque EEUU no otorgó visas a todos cubanos de la Isla que la solicitaron, la reunión fue un paso de avance sobre eventos anteriores, más caracterizados por exclusiones o negativas a incorporarse, lo que no fue el caso esta vez.

Algunos opositores optaron por la estrategia de no participar en ningún tipo de actividad con el secretario de Estado en La Habana, para “castigarlo” por la exclusión de no invitarlos al izado de la bandera frente al Malecón. Paradójicamente, criticaron las medidas de acercamiento del gobierno norteamericano, pero se ofendieron al no ser invitados por ese mismo gobierno a la culminación de ese proceso con la reapertura de la embajada. En vez de aprovechar la ocasión para decirle a Kerry frente a frente los criterios discrepantes o los reclamos procedentes, se desperdició una oportunidad que no se repetirá fácilmente. ¿Alta política, tan alta que los simples mortales no logramos entenderla?

No creo que todos en la oposición sean arcángeles o que todo lo hagan siempre bien. Y lo mismo pienso con relación al exilio, en Miami o cualquier parte donde haya cubanos que rechazan al régimen. Hay cosas muy mal hechas y conductas injustificables, pero callar “para no dar armas al enemigo” no puede utilizarse para esconder errores y deficiencias ni para comportarse como los compinches del régimen frente a los continuos escándalos y fracasos de la dictadura.

Pero que entre opositores y exiliados existan miserias humanas, como existen en el resto de la humanidad, no otorga patente de corso para desacreditar a quienes continuamente, dentro de la Isla, reciben golpizas y sufren arbitrariedades del régimen. Ni para referirse a ellos despectivamente desde una ilusoria torre de marfil donde duendecillos de poca monta y menos moral o valor personal se creen más allá del bien y del mal y con derecho a decirle a los que enfrentan la represión en las calles y campos cubanos qué deben hacer, cuándo y cómo, tal si se trataran de olímpicos mentores que vienen de vuelta de todo, cuando en realidad no sirven ni como agentones de segunda línea del régimen.

Y menos aun hacerlo desde la comodidad del exilio, sea a través de oscuros personajes que publican en páginas escritas o digitales, o de supuestos comentaristas “objetivos” que opinan sobre lo publicado, y que —nada casualmente— convergen con los que denigran a los opositores, y que, —tampoco nada casualmente— coinciden exactamente con lo que dicen el régimen y sus acólitos desde la Isla. ¿Casualidad? No. Medidas activas y pasivas para desacreditar opositores y defender “la revolución”.

Hay mucho que hacer por parte de los opositores y el exilio para lograr resultados que valgan la pena y ganarse el apoyo de la población: mientras no sean seguidos por los cubanos de a pie en la Isla, tendrán tareas pendientes. De la misma manera que mientras existan exiliados convencidos que la batalla se gana en Miami, Madrid, New Jersey o Los Ángeles, y no dentro de la Isla, o que el hecho de vivir fuera del monstruo totalitario y recibir directamente recursos del gobierno de Estados Unidos facilita más visión, inteligencia o moral que la que alcanzan los “infelices” luchando dentro de Cuba, están asegurándose, aunque no lo entiendan, otro medio siglo de frustración y caminos hacia ninguna parte.

Quienes crean que basta la “Declaración de San Juan” aprobada en el Encuentro Nacional Cubano para asumir posiciones de liderazgo dentro y fuera de la Isla están tan despistados —salvando todas las distancias ideológicas y morales— como los militantes cubanos que creen que porque la Constitución castrista señala al Partido Comunista como vanguardia de la sociedad, el pueblo cubano estará siempre dispuesto a seguirles y obedecerles ciegamente, a pesar de más de medio siglo de fracasos, falsas promesas y continuos engaños.

Nuevas realidades requieren nuevas estrategias. Y nuevas estrategias requieren nuevas actitudes y nuevos enfoques. Y si esas nuevas actitudes y enfoques no nacen de los encargados de generarlos ahora, será imprescindible un relevo de líderes y personajes destacados.

Porque la oposición y el exilio no pueden continuar cojeando de la misma pata que el régimen. En algo tienen que diferenciarse quienes creen en la libertad y la democracia de aquellos que favorecen y apoyan el totalitarismo y la represión.

Y de sus jenízaros que se dedican continuamente a desacreditar opositores y exiliados, sea desde Granma, Juventud Rebelde o cualquier publicación en Cuba o fuera de Cuba, independientemente del rótulo del libelo, del nombre o seudónimo de gacetilleros o de la pandillita de comentaristas supuestamente “objetivos” que les hacen el juego.


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