Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Agricultura

Paradojas del mango

En plena época de cosecha, la fruta brilla por su ausencia en los mercados, sin que ello signifique que abundan otras cosas.

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"Año de mangos, año de hambre", sentencia un antiguo refrán de los campesinos cubanos. Pero los refranes también pifian. Por estos días, en plena época de cosecha, esa fruta brilla por su ausencia en los mercados de La Habana, sin que ello signifique que abundan otras cosas. El hambre estuvo asegurada desde mucho antes de que los ciclones arrasaran con la flor del mango.

Y eso que las flores aún no habían nacido cuando pasaron los últimos huracanes.

Ello propone un enigma tan turbador como el de la escasez del boniato, la malanga y la yuca, que no pueden ser arrasados por el viento en tanto permanecen bajo tierra. Al tiempo que abre una interrogante tan dulce como la del dulce de mango que hoy circula abundantemente en el comercio habanero de bolsa negra.

Los propios vendedores furtivos de dulce de mango y de otras frutas en conserva (una bendición en este minuto, prueba de que Dios aprieta pero no ahoga), despejan un tanto el enigma al contar que los guajiros están escondiendo sus cosechas de frutas porque el régimen pretende pagárselas a precios leoninos.

Pero, como a la vez, el asedio policial tampoco permite a los guajiros transportar libremente sus productos hacia los mercados de la ciudad, una de las variantes que hallaron para amortiguar pérdidas es elaborar las frutas como dulce en conserva.

Lástima que no lo hayan hecho desde mucho antes. Quizás todavía estaríamos consumiendo dulce de tomates, luego de que en las tarimas del mercado estatal se echaran a perder cifras exageradas de este fruto sin que su precio llegara a corresponderse con las posibilidades adquisitivas del consumidor común.

Incluso, luego de que, según informes de la prensa oficial, una buena parte de la cosecha de tomates de este año se pudriera en los campos, dicen que por falta de envases y de camiones para enviarlas al mercado, o sea, por la nula gestión administrativa.

Pero, volvamos al mango y al refrán que asegura que la abundancia de esta fruta es preludio de hambre. En nuestro caso, la pifia no radica quizás en el espíritu, siempre sabio, del refranero. También existen las barbaridades a prueba de refranes.

Lo demuestra la existencia de esta paradoja: durante varias décadas, en nuestra tierra pródiga en frutales, jamás la gente común tuvo a su alcance dulce de frutas en conserva, debido a la inutilidad administrativa del régimen. Pero ocurre que ahora, como consecuencia de esa misma inutilidad, asistimos a la resurrección de las tajadas de mango en almíbar, aunque sea por unas pocas semanas.

Para que la paradoja fuera aún más desconcertante, y más nutritiva, aunque dejara de ser la paradoja del mango, sólo faltaría que los mares que rodean cada centímetro de este país permitiesen al fin que alguien nos acerque algún pescado al plato, luego de pasarnos décadas imaginándolos nadar en la distancia de las profundidades oceánicas o en las sartenes de los mandamases, lugares que tampoco resultan afectados por el furor arrasador de los ciclones.


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