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Cambios, Profesionales

Pirámide invertida y profesionales “cautivos”

Los profesionales de más de 70 años pueden incorporarse al “cuentapropismo”

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En la Gaceta Oficial número 027 extraordinaria, del 26 de septiembre del 2013, se regula el trabajo por cuenta propia y los impuestos para cada uno de los oficios permitidos. De un total de 178 oficios permitidos inicialmente, se amplían a 201 y sus correspondientes impuestos. Llama la atención un pequeño acápite que permite la incorporación al cuentapropismo, de los profesionales que se hayan graduado antes del año 1964. Sacando cuentas, los profesionales que hoy tengan más de 70 años, son los que pueden incorporarse al trabajo por cuenta propia, aunque ninguno de los oficios permitidos, incluya un trabajo de alta calificación o de alto valor agregado para decirlo con el término económico.

Esta distorsión comenzó desde los inicio de los 90s y no se ha revertido. La profunda crisis económica, resultado de la pérdida de los subsidios soviéticos, produjo una pirámide invertida para los ingresos de los profesionales, resultado de la crisis pero también de las políticas que se implementaron en esa década para paliar la crisis. La inversión extranjera con el Estado y la flexibilización del trabajo por cuenta propia, produjo la paradoja de una singular pirámide de ingresos en la cual los beneficiados fueron, por una parte, la élite empresarial ligada al capital extranjero y algunos oficios permitidos como algunos restaurantes, algunos mecánicos, los campesinos propietarios dedicados a la exportación y los camareros en los hoteles de capital mixto o estatales gestionados en CUC. Los profesionales han sido parte de los grandes perdedores de la crisis y siguen siendo perdedores con “la actualización”

Varios profesionales han alertado sobre las consecuencias de la pirámide invertida. El historiador y antropólogo Jesús Guanche, planteaba en el 2009 que si los profesionales cubanos se comparaban con sus colegas en América Latina y con los países del ALBA, sencillamente los salarios de los cubanos estimulaban no “el robo de cerebro” sino la expulsión de cerebros por los salarios que no permiten la satisfacción de las necesidades mínimas para sobrevivir. Resultado de esta situación los profesionales utilizaban su título para emigrar. El politólogo Rafael Hernández, señalaba a finales del 2010 que la lista de los oficios permitidos era irrisoria, y el economista Juan Triana, comentaba la necesidad de ampliar los trabajos no estatales a las profesiones que podían aportar un gran valor agregado y que de hecho ya se ejercían. Era un error no utilizar todo el esfuerzo de calificación que durante medio siglo propició el país, para luego desaprovechar ese recurso.[1] Y era otro error de política económica “pauperizar” los trabajos del sector no estatal.

Por su parte el antropólogo Yenisel Rodríguez, hacia un estimado del salario promedio y su relación con el costo de la canasta básica. Según su estimado, el salario promedio de alrededor de 20 CUC, no podía solventar una canasta básica de entre 110-150 CUC. Los profesionales han tenido aumentos nominales de salario en los últimos años pero la proporción sigue estando entre 22 CUC, 25 CUC, para enfrentar una canasta básica entre 110 y 150 CUC[2].

La política del Estado es frenar el éxodo de los profesionales hacia las nuevas formas no estatales, en el entendido que se quedarían sin los profesionales de la educación, la salud, los centros de investigación, e incluso de los tribunales de justicia, todas entidades presupuestadas, pero por otra parte, anuncia que se irán mejorando las condiciones de trabajo materiales con la reparación de centros, hospitales y escuelas siempre, en la medida de los recursos con que cuenta el estado. Esta última, la justificación reiterada para no “cumplir las promesas” sigue siendo el cuello de botella de la actual política económica. De manera tal que los profesionales siguen con ingresos irrisorios para poder enfrentar los gastos de la canasta básica y desarrollando su actividad en las más precarias condiciones materiales.

Los economistas tienen razón, los sociólogos no son consultados y los políticos no hacen su trabajo

Parece reiterarse en las percepciones sobre los economistas cubanos una suerte de falta de sensibilidad social para observar, decir y corregir los resultados de la aplicación de sus propuestas técnicas de cómo encaminar el desarrollo. Pueden existir algunos con esta mirada insensible hacia las consecuencias sociales de la política de ajuste del gobierno, pero la mayoría reconoce la necesidad de proteger los sectores de la educación pública y la salud como parte de las ganancias de este medio siglo.

Lo que el gobierno no hace es convocar a los economistas junto a los sociólogos, psicólogos sociales, y todos los Centros de investigación del país, para un diálogo horizontal entre los especialistas y decisores, y concretar las propuestas económicas de los economistas que me parecen las más sensatas para salir de este impasse de la contradictoria y paralizante “actualización” y por otra parte, diseñar las políticas públicas que contrarresten las consecuencias del ajuste. La declaración hace meses del vicepresidente Díaz-Canel, sobre la manera en que serían consultado los profesionales para fundamentar los cambios económicos y el desarrollo del país, es una de “las promesas no cumplidas”, o parece ser una actividad “secreta” que no llega a las aburridas noticias del Granma ni a la Mesa Redonda que privilegia los problemas del mundo y trata de manera extraordinariamente superficial los temas de política interna.

Cuando uno revisa el acumulado de reflexión, análisis y propuestas de los profesionales cubanos, se demuestra la competencia y eficacia de sus análisis y por otra parte los oídos sordos de los políticos cubanos para aplicar sus recomendaciones.

La mordaza a las Ciencias Sociales en Cuba, y la censura a sus profesionales, no han impedido la producción de un sólido conocimiento sobre la realidad social y las propuestas alternativas. A pesar de ser uno de los sectores perdedores de la actualización y de permanecer “cautivos” en las empresas estatales presupuestadas, los profesionales cubanos han continuado su trabajo, sean abogados, economistas, médicos, sociólogos, profesores universitarios, investigadores de las diferentes ramas del conocimiento. Sin embargo los políticos cubanos, con su habitual incapacidad, desconocimiento y autoritarismo, continúan desechando el potencial de inteligencia que se ha producido en el último medio siglo, menospreciando las claves de la salida a la crisis y las propuestas de desarrollo para el país que en cada uno de los órdenes han desarrollado los profesionales cubanos.



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