Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Estallidos, Represión, Protestas

¿Por qué en Cuba no hay estallidos sociales?

La existencia de un sistema supuestamente legal en el que casi todo es ilegal

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Iroel Sánchez ensaya en Granma responder a esta pregunta. Como no estoy por completo de acuerdo con sus respuestas intento lo mismo aquí. Mis razones no están, por cierto, ordenadas jerárquicamente, ni de ninguna otra manera.

Muchas de estas razones están fuertemente interrelacionadas, hasta hacer difícil separarlas unas de las otras. No pocas de ellas se retroalimentan de manera positiva.

1. Población muy envejecida. La población en Cuba tiene una edad promedio de 43 años, sólo superada por los 47 años de la canadiense. Ningún otro país del Hemisferio supera los 40 años de edad promedio.

El cubano promedio es por tanto un cuarentón, y los cuarentones no hacemos revoluciones: tratamos de echar adelante a nuestras familias.

2. Represión profiláctica muy eficiente. El régimen cuenta no sólo con instituciones armadas de vigilancia con amplias atribuciones, sino con unas organizaciones paraestatales de control de masas que le permiten identificar los posibles focos ya no de protesta, sino de simple y llana crítica contestataria que se atreva a ir más allá del marco íntimo del ciudadano, y neutralizarla.

Este sistema de represión que identifica y neutraliza los focos de protesta en potencia, en estado larvario, es una absoluta novedad en Cuba, ya que hasta la llegada del castrismo la represión se aplicaba a posteriori. Se reprimía la protesta o la insurrección ya en la calle, lo que a su vez implicaba aplicar la fuerza explícita y no métodos más sutiles (dejarte sin trabajo, por ejemplo). Esto explica también porque tras 1965 el régimen castrista ha tenido que echar mano cada vez menos de la eliminación física de sus opositores: en tal sistema de vigilancia total el cáncer opositor puede ser aislado y puesto bajo control no bien surge la primera célula maligna; algo que no podían hacer Batista, Machado, y mucho menos el gobierno español de la Isla.

3. Posibilidad real o potencial de emigrar a Estados Unidos. Los cubanos incómodos con el régimen político-social-económico siempre han tenido la posibilidad de emigrar, o al menos la esperanza de hacerlo.

Lo primero ha vaciado sistemáticamente, cada cierto tiempo, al país del núcleo potencial de una protesta social o de una insurrección (los inconformes que han emigrado representan entre un 10 y un 20 % de la población de la Isla). Lo segundo, la esperanza de emigrar, le ha restado interés al propósito de intentar cambiar la situación en Cuba. Además, en este segundo caso el régimen ha condicionado siempre la posibilidad de emigrar a no traspasar ciertos límites manejables de contestación en Cuba: un buen ejemplo es la actual política de “regularle” la salida a los cubanos que no aceptan “transar”, o sea, de prohibir salir del país a todo aquel que no acepte “oponerse” según sus términos.

4. Atomización de la sociabilidad política. El régimen, mediante una serie de políticas que incluyen desde sus modos de vigilancia y represión, hasta el paternalismo social y económico, pasando por sus estructuras estatales y paraestatales, o por la legislación de asociaciones, ha provocado una profunda atomización de la sociedad cubana. En Cuba los individuos, mas allá de su marco íntimo o familiar, solo socializan espontáneamente con otros individuos en temas de interés político-social a través del Estado, sus organizaciones de masas, o las asociaciones que el régimen controla de una u otra manera.

En Cuba solo puede hacerse política a través de los canales establecidos por el Estado. Lo contrario se torna muy difícil, en primer lugar, por la represión profiláctica, que no tardará en identificarte y aislarte sanitariamente, en segundo porque al haber interiorizado que la política solo se hace a través del Estado deberás vencer a tu alrededor una gran inercia mental acumulada.

El ejemplo reciente más visible de lo dicho fue el modo en que se “debatió” públicamente la reciente Constitución: las asambleas de discusión, organizadas por el Estado y las organizaciones de masas como los CDR, la CTC, o la FEU (reuniones espontáneas no estuvieron permitidas), no tenían como objeto que los convocados discutieran entre sí, para consensuar las propuestas o críticas a elevar. En las dichas asambleas cada individuo solo podía plantear sus objeciones o propuestas a la Mesa, integrada por un dúo, designado y preparado por el Estado, el Partido y la organización de masas correspondiente (en el barrio el CDR, en el trabajo la CTC, en la Universidad la FEU). O sea, no eran asambleas moderadas por la Mesa, sino agrupaciones de individuos en que cada uno por su lado, aunque en público, no dialogaban entre sí, sino con los representantes del Estado.

De más está decir que el que para la absoluta mayoría de los cubanos de la Isla esas “asambleas” hayan tenido un carácter legítimo, demuestra a las claras que para el cubano la limitación de los modos de socialización política es algo ya subconscientemente aceptado.

5. Monopolio de la Información. Control por el régimen de los canales con que cuenta el individuo para formarse su idea del mundo, idea que vaya más allá de su realidad más cotidiana. Es cierto que con Internet hay un sector de la población que ya no puede decirse que esté bajo un monopolio estatal informativo, más entre los altos precios de conexión, y la falta de una cultura política amplia que les permita saber cómo buscar información, solo cabe decirse que dicho sector es minoritario. Recordemos que en Cuba en primer lugar todos hemos pasado cuando menos 13 años en una escuela politizada, en que se nos impone una base informativa absolutamente funcional a los intereses de estabilidad del castrismo, y que para al menos un 90 % de los cubanos que no cuentan con Internet o solo pueden usarlo para comunicarse con sus familiares en el Exilio, los únicos medios de información disponibles son la prensa, la radio o la televisión controladas por el régimen (el castrismo aún hoy emplea gran cantidad de antenas y de personal para interferir en cada localidad de más de mil habitantes la recepción de emisoras como Radio y Televisión Martí; y el número de sitios bloqueados en el Internet de la Isla no para de crecer).

6. Motivos “ideológicos”. En primer lugar, un amplio sector de la población que fue beneficiado por las políticas redistribucionistas, y reivindicacioncitas de los primeros años de la Revolución, aún mantiene cierta memoria de las mismas. En segundo la efectividad todavía al presente de la retórica nacionalista del castrismo.

Este motivo es quizás más importante hoy para la conservación de cierto apoyo internacional al régimen, que hacía el interior. Al permitirle al castrismo adoptar el papel de víctima “de un Imperio que condena al Bloqueo al heroico pueblo que intentó crear en la Isla una sociedad más justa e independiente”.

7. Políticas contraproducentes de las oposiciones, isleñas o exiliada, que alimentan la permanencia de los motivos ideológicos. La insistencia en justificar el Embargo en las expropiaciones de 1959 y 1960, de las que tan prestos están a echar mano los exiliados y ciertos disidentes, solo asustan al ciudadano de a pie que únicamente cuenta con el pedazo de tierra en que está su casa o su pequeña finca, para hacer frente a una hipotética Transición a la Democracia y la Economía de Mercado. Por otro lado, la política de apoyar y empujar las presiones del gobierno americano consigue echar más leña en el fuego nacionalista, que en el de los ánimos de lanzarse a la protesta social.

8. Existencia en la oposición, afuera y adentro, de un sector que ha convertido la actividad opositora en un modo de vida, de recursos y reconocimiento, que muy probablemente se les acabaría con la caída del Castrismo. Sector que por tanto solo apoya acciones efectistas, pero con pocas posibilidades de éxito en derribar al régimen.

9. Coexistencia de un sistema legal en el que casi todo es ilegal, y un modo de vida precario económicamente en el que si no se visitan los canales de la ilegalidad el individuo literalmente se moriría de hambre, por falta de medicinas, o andaría desnudo, viviendo en alguna cueva. Esto obliga al individuo a transar con el régimen: yo (ciudadano) no cuestiono tu monopolio de la política, tú (régimen) te haces de la vista gorda para yo tener cierto margen dentro de lo ilegal, en que conseguir lo imprescindible para seguir vivo.

10. Razones culturales. En primer lugar, la tendencia cubana al relajo, que convierte ese espacio de tolerancia del Estado al individuo, para que se busque lo necesario para sobrevivir en la mayoritaria zona de lo ilegal, en algo perfectamente natural y no problemático para la mentalidad del cubano. En segundo una experiencia histórica acumulada de desilusiones históricas con el Cambio Político que desestimulan el interés por intentarlo nuevamente. “No hago revolución para nadie”, y “las gallinas de arriba siempre van a cagar a las de abajo”, explicitan esa particular mentalidad acumulada cubana, tan poco afín a intentar movimientos de protesta social o insurrecciones.


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