Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Razones para continuar

La sociedad civil necesita una iniciativa de análisis y reflexión como la que impulsó el Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río.

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En el mundo se habla bastante de la Isla, pero bien es verdad que no ocurre con la frecuencia y relevancia que los cubanos suponemos. Tampoco los resultados muchas veces se corresponden con lo deseado, pero el hecho es que se habla de Cuba —digamos— con una cierta singularidad temática.

Muy a pesar de la mordaza castrista, pero gracias a la labor del periodismo independiente y de los medios a través de los cuales éste se canaliza (diarios digitales, blogs y páginas webs), constantemente fluyen noticias y artículos de opinión sobre la realidad nacional.

A ello habría que agregar la existencia de una comunidad intelectual y artística independiente, cuya destacada labor en áreas tales como la literatura, la plástica y la música, logra que el único mensaje transmitido al mundo no sea la propaganda del régimen.

Entre los think tanks cubanos, uno de los más importantes ha sido el Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río (CFCR). No sería exagerado afirmar que esta obra de la Iglesia Católica ha sido la principal escuela de análisis y pensamiento para la acción en las últimas décadas, y ello, con el valor añadido de haber funcionado desde la Isla.

El CFCR surge como respuesta a una reflexión promovida por el entonces obispo de Pinar del Río, monseñor José Siro González Bacallao, en la que concluía que el cubano era una persona desarraigada, desconocedora de sus derechos y poco interesada en la participación social. Ante dicha realidad, era necesario un servicio de la Iglesia que formara a toda persona de buena volunta que así lo quisiese, en tres direcciones: como persona, como miembro de grupo y como miembro de una sociedad.

Su primer servicio fue la elaboración de varios ciclos de formación, especialmente los titulados "Somos Persona", "Somos Familia" y "Vivimos en Sociedad". La dinámica aplicada en los encuentros consistía en ver, juzgar y actuar, propiciando siempre el debate y las propuestas. La respuesta por parte del laicado católico y de otras personas fue muy positiva. De hecho, muchas personas que no tenían afiliación católica agradecían la labor del Centro y, de hecho, posteriormente se comprometieron en alguno de los servicios de este.

Muy pronto, el CFCR contaría con su publicación emblemática, Vitral, destacada no solamente por su pluralismo, sino también por su capacidad para generar un pensamiento sólidamente construido.

Al tomar algunos de los editoriales de la revista, se puede observar cómo cada uno era una tesis sobre el tema que trataba. También, bajo el sello de ediciones Vitral, vieron la luz varios libros de literatura, poesía y pensamiento.

Más adelante, el CFCR comenzó a ampliar su repertorio formativo. Aparecieron "Somos Universitarios", "Aprendemos economía", "Ética", "Derechos Humanos", entre otros, sumando un total de 28. Además, el Centro fue creando grupos especializados como el de economistas, educadores y el de computación.

En estos espacios participaban especialistas de las respectivas ramas y todo aquel que sin estar vinculado a estos sectores tenía interés por los temas que en ellos se trataban. Meses antes de que ocurrieran los cambios en el CFCR, los diferentes grupos se habían reunido en intensas jornadas de análisis y debate, de los cuales salieron una "Propuesta Económica para Cuba" y una "Propuesta Ética" para un proyecto educativo de inspiración cristiana.

El fundador y ex director del CFCR, el laico Dagoberto Valdés, fue uno de los que más aportes hizo a la obra del Centro. Destacan sus propuestas agrupadas en una serie de trabajos, como "Construir la sociedad civil: un proyecto para Cuba", "Participación Ciudadana y Reconciliación Nacional" y "Libertad y Responsabilidad en Cuba".

El CFCR se convirtió en un referente nacional del pensamiento social humanista y democrático.

Llenar un vacío

Desde la primavera de 2007, parte del equipo del Centro y de su principal publicación ya no estaría, por razones en las que ahora no me detendré, porque no tienen que ver con el tema que nos ocupa. Movidos por su espíritu de compromiso, Dagoberto y su nuevo equipo han creado la revista electrónica bimestral Convivencia.

Poco a poco, Convivencia se va abriendo camino, destacando la seriedad de sus contenidos, aunque con la necesidad de buscar un modelo de publicación más dinámico —o frecuente— que permita al lector quedarse enganchado y que todo no se simplifique a una visita cada dos meses, que es cuando la renuevan.

Pero más allá de su hasta ahora meritoria labor en Convivencia, entre muchos cubanos, de la Isla y de afuera, existe la idea de que este activo grupo de pinareños puede dar más. No creemos que Convivencia colme sus potencialidades. Sé que hablaríamos de un reto de gran magnitud, pero sería un formidable servicio a la sociedad civil que impulsaran una iniciativa de análisis y reflexión. Sería volver a cubrir un vacío existente en la sociedad cubana. Levantar nuevamente un "faro", un "tanque" de pensamiento cívico humanista para Cuba.

Ellos reúnen la mayoría de las condiciones humanas e intelectuales —aunque no las materiales— necesarias para poder hacer frente a esa labor. Son competentes, tienen una experiencia similar anterior y algo de lo cual adolecen otros: trabajan en equipo.


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