Salud Pública, Niños, Hospitales
Siete pecados de «un» pediátrico habanero
La mayoría de los entrevistados coincide en el alto nivel profesional de los médicos, enfermeras y personal de apoyo, pero también en las malas condiciones de trabajo que enfrentan
A la semana del nacimiento, los padres notaron una protuberancia en los pectorales del bebé, y un llanto continuo. Fueron al médico de familia que los remitió a un pediatra, este al hospital ginecostétrico, y de allí al hospital pediátrico de referencia. Una ambulancia traslado al paciente y los agobiados padres.
Los datos de la Oficina Nacional de Estadística, una organización gubernamental, lo expresan. El país se enfrenta a un envejecimiento acelerado, pues el numero de nacimientos no remplaza al de muertes, y trae consigo una disminución de la población en el archipiélago, debido entre otras razones, a la emigración al exterior de las mujeres en periodo de fertilidad. Y por otra parte al rechazo de la mujer a procrear más de un hijo(a), debido a las dificultades inherentes al sueño de una familia grande. Una de ellas, el calvario de pasar por un hospital pediátrico.
En La Habana, con casi 2,5 millones de habitantes, existen tres grandes hospitales para infantes: Marianao, Altahabana y Cerro. Al entrar en cualquiera de estas instalaciones, lo primero que salta es el “apasionamiento burocrático”. Según el joven médico Yusian Carménate, este es el eje de los pecados de “un” pediátrico habanero. Está matizado por la retórica política, sobre uno de los baluartes de la dictadura, la salud publica. Cifra que el Estado pueda enarbolar para el noticiario local, o el organismo internacional como la Organización Mundial de la Salud (OMS), se sobrepone al bienestar, del niño, o su madre. El joven doctor, que aspira a especializarse en ortopedia, considera se deberían eliminar las consignas políticas de un hospital cualquiera, y en especial de uno infantil. Utilizar más carteles o señalizaciones, aceptables por niños y familiares, pero también para identificar los diferentes salones, salas y departamentos, pues estos hospitales se convierten en verdaderos laberintos.
Pero si algo incomoda a Valentina, mamá de una niña en consulta, es el tema higiene. Esta cuentapropista del Cerro, negra, cuarentona y presumida, sufre lo indecible ante el estado de la limpieza en los diferentes salones. Sobre el tópico conversamos con la doctora Marisol Agudo, especializada en neonatología. Esta es una asignatura pendiente, dice. Son varias las razones…, entre los principales retos para facilitar una mejor higiene está el tema del agua, que falla constantemente, la alimentación que debe ser traída del exterior, y la inexistencia de facilitadores que expliquen de manera permanente a pacientes y acompañantes, cómo pueden utilizarse mejor los recursos disponibles y para una mejor estancia en el hospital y un acatamiento de la disciplina dentro de la instalación.
El tema de la disciplina, hizo a la enfermera Niurka Barrero, comentar que en estas instalaciones hay suficiente personal de seguridad, pero no facilitadores de la estancia que sugieran, aconsejen, eduquen y promuevan una disciplina necesaria en un centro hospitalario. Por eso, muchos visitantes, evitan el contacto con el personal de apoyo, para encontrar información para una mejor estadía de los enfermos. Blanca Veiga, una mamá que acompaña a su hija, por un problema ortopédico, narra con indignación episodios, de consumo de bebidas alcohólicas y cigarrillos dentro de la instalación, y hasta en las salas dormitorios durante la visita de familiares.
Para “Chicha”, la pantrista del tercer piso, la alimentación de pacientes y acompañantes es tremendo “lío”. La comida no es buena, ni mucho menos. La mayoría de las veces solo hay arroz blanco y media ruedita de jamonada asada. Por eso los acompañantes de los pacientes (madres, casi todas reciben comida desde el exterior, en vasijas plásticas o de cartón). Y muchas veces hay problemas con la limpieza y la higiene. Y no te cuento la basura y el problema del agua para fregar.
No solo eso, narra Irania Ocejo, abuela de un niño de diez años que sufrió un accidente. Entre las cosas que hay que traer para “ingresar”, es un cubo (balde), para el agua, producto de su escasez. Lo mismo para el aseo, que para descargar los servicios sanitarios. Irania, también se queja de la inexistencia de agua potable para beber, certificada, sobre todo cuando muchas veces las salas deben crear espacio, para nuevos pacientes o acompañantes.
El enfermero Duniel Medina, con un pin en la solapa de su bata con los colores del orgullo gay, cuanta que a veces las salas se encuentran desbordadas de pacientes o acompañante y deben apretarse, para dar cabida a todos. Esta situación afecta, tanto a la disciplina, como a la higiene.
La mayoría de los entrevistados coincide en el alto nivel profesional de los médicos, enfermeras y personal de apoyo, excepto lamentables excepciones, pero también en las malas condiciones de trabajo que enfrentan, como los limitados salarios, los horarios de trabajo extenuantes, y excesiva burocracia. Uno de esos problemas es de vivienda. Arturo Camejo, medico intensivista, señala, que en el último año, de más de doscientas casas distribuidas en el municipio Marianao, por el Ministerio de Salud Pública, las tres cuartas partes fueron distribuidas entre funcionarios de los diferentes niveles y solo un mínimo entre médicos y enfermeras.
Seis días después, el bebé de nuestra historia está curado y regresa sonriente junto a su madre al hogar, donde celebrará plácidamente junto a su hermanita el Día de las Madres. En la memoria de padres y familiares, queda saber cuántas cosas pueden mejorar en el servicio de un pediátrico habanero.
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