Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Economía

Sin embargo

En cincuenta años, nunca estuvo más cerca una negociación en torno al diferendo cubano-norteamericano. ¿Llegó la hora de los moderados?

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Las disquisiciones políticas no tocan la vida de la señora Caty Suárez, salvo cuando husmea en los precios. Entonces se entrega al pasatiempo nacional: hablar de dinero.

Los 7,45 pesos convertibles (un 46,5% del salario promedio) del paquete de uvas californianas la hacen exclamar que, con embargo o sin embargo, los pobres seguirán comiéndose un cable. Para Suárez y otros tantos cubanos de a pie, las cosas no cambiarían mucho si Washington y La Habana fuman la pipa de la paz.

"Si los precios no bajan, de qué vale un arreglo", se lamenta y mira con estupor el estuche de nylon de las uvas, orlado con la banderita americana. "Ya las buscaré de una parra criolla", se consuela, y se marcha de la cafetería. Un bastón auxilia su paso.

Con suerte, esta ex empleada bancaria encontrará un racimo de bayas de menor calidad por 15 pesos, doce veces menos que el precio de las californianas. A fin de cuentas, se trata de un artículo suntuoso que algunos cultivan en vides domésticas.

"Nadie se muere por no comer uvas", remata con resignación.

País triturador

Los escasos productos estadounidenses que se venden en las tiendas de pesos convertibles —pollo, mayonesa, perros calientes y cerraduras, entre otros— son un símbolo de los nuevos tiempos, pero también de un país que tritura al consumidor con precios exorbitantes en productos de primera necesidad, para "solventar" la rémora económica.

"Sean americanos, chinos, cubanos, venezolanos, las cosas no bajan. Cuando te lo hacen son centavitos", protesta Yaneisy D.

Limpia pisos en un hospital capitalino, su mensualidad, casi dos veces el salario promedio, la obliga a hacer malabares financieros. Aunque gana más que muchos médicos a los que les barre la consulta, los fines de semana lava ropa en "casas de alquiler y lo que se me pegue", agrega.

En términos de precios al detalle, Yaneisy es de las que cree que un reacercamiento político con Estados Unidos será más un accidente político que un suceso económico. Reconoce que de sobrevenir la distensión, "habrá menos muela contra los yumas", es decir, una moderación del discurso oficial antiestadounidense.

"Lo bueno sería que pudieran venir por la libre. Tal vez enganche alguno y me saque de aquí", dice alisándose el pelo pintado de rojo con unos guantes de goma igualmente bermellones.

A Y.D. se le escapa el dato de que el pollo que consumen los pacientes de su hospital resulta de negocios con empresas estadounidenses. "No sabía eso", admite.

Querido enemigo

De acuerdo con U.S.-Cuba Trade and Economic Council, con sede en Nueva York, Cuba importó un récord de 602 millones de dólares en alimentos de Estados Unidos, durante los diez primeros meses de 2008. El alza, sin embargo, es motivada por el incremento de los precios de las materias primas y no por el volumen de la compra.

Pese a las cribas del embargo, Estados Unidos es el mayor proveedor de alimentos de Cuba, con ventas por 437 millones de dólares en 2007, que se pagan al contado incluso antes de que la mercancía zarpe de los puertos de Nueva Orleáns.

Es una de las condiciones onerosas del negocio que la Isla aceptó con tal de enchufarse al mercado estadounidense y perforar el "bloqueo", un término equivocado, pero aceptado por buena parte de la comunidad internacional para referirse a las sanciones estadounidenses.

Dada la espiral en los precios mundiales de los alimentos, La Habana gastaría este año 2.554 millones de dólares en importaciones de comida, unos 1.000 millones más que el año pasado. Todo un fardo.

Una reforma de las leyes agrarias, que entrega tierras ociosas en usufructo y vende insumos a los nuevos campesinos, tardará años en rendir dividendos y la prensa hace mutis sobre el asunto para evitar falsas expectativas en la población.

Aunque traten de disimularlo, una nueva vecindad con Washington mantiene excitados a los dirigentes cubanos. Es difícil ignorar el factor Obama, desde su condición de negro de origen africano hasta sus promesas electorales de chapear un poco la maleza de prohibiciones hacia la Isla, pero sin tirar al piso el embargo.

"Somos hoy una plaza sitiada, pero si mañana nos quitamos de encima el bloqueo, seremos el país más justo y libre en la Tierra", dijo en Moscú en noviembre pasado el canciller Felipe Pérez Roque.

Roque y los demás ven un arcoíris detrás de la tormenta que ha significado el tozudo embargo. En cerca de medio siglo, la medida ha costado a la Isla más de 90.000 millones de dólares, según la tasación oficial cubana, pero no logró una implosión del sistema, como era su propósito.

El flanco más descubierto

Con la nueva perspectiva, no son pocos los que se frotan las manos y hacen planes futuros. Uno de los entusiastas es G.L., un abogado sesentón que se enfrasca en localizar terrenos yermos, con tal de ubicar futuras inversiones en bienes raíces para empresas o ciudadanos norteamericanos o extranjeros.

"Hay que adelantarse a los tiempos", dice mostrando las páginas de su catastro artesanal. Su familia lo acusa de soñador, pero al mismo tiempo remodela una habitación interior de la casa, "por si los turistas americanos desembarcan mañana mismo".

Pero no todas las cartas están sobre la mesa. Resquemores es lo que sobra.

"Cuba ha considerado a Estados Unidos como su enemigo ideológico desde hace tiempo'', dijo Phil Peters, del Instituto Lexington, cerca de Washington. "Si Estados Unidos empieza a actuar de otra manera, será un desafío ideológico. Entonces les tocará cambiar el guión acerca del imperialismo estadounidense".

Alguien como Armando Hart toma nota de lo que adelanta Peters. Siendo uno de los ideólogos de la revolución, el ex ministro de Educación y Cultura escribió en la prensa: "tenemos ante nosotros el reto inmenso de cómo enfrentar un tiempo nuevo en la lucha cultural contra el enemigo".

Según Hart, si Estados Unidos levanta las restricciones sobre los viajes familiares y las remesas, con el flujo de visitantes hacia la Isla "nacerá una nueva etapa en el combate ideológico entre la Revolución cubana y el imperialismo".

De acuerdo con observadores, es precisamente el frente ideológico el flanco más descubierto del sistema cubano. Por eso habría que buscar cierta espectacularidad para ganar audacia y retener las iniciativas.

El crucigrama de la negociación

El hecho de que Raúl Castro lanzara públicamente en Brasil la primera negociación a partir de un canje de presos, sugiere que La Habana quiere jugar fuerte, dejando a un lado la precavida gradualidad diplomática que se deben dos enemigos históricos.

Es difícil que la nueva administración muerda el anzuelo. Sería un pésimo negocio obtener la libertad de varias decenas de presos de conciencia, a los que La Habana llama "mercenarios", sin que esto sea resultado de un cambio de política interna hacia la tolerancia.

Sin embargo, algo parece estar claro: La Habana coloca el caso de los cinco espías presos hace una década en Miami, como la primera letra en el crucigrama de cualquier negociación. Incluso por delante del levantamiento de las sanciones económicas y financieras imperantes desde 1962.

Al lanzar la iniciativa, La Habana demuestra su interés en arrebatarle a la derecha cubanoamericana el último botín que les queda, luego de perder el caso Elián González.

Hacia lo interno, traer a los agentes a casa significaría ganar una causa nacional, tal vez la última jugada de envergadura política que regala el encrespado escenario bilateral antes de caer en un letargo.

Cada cual hace su lectura. Alguien que responde al mote de Titi el Guán (one) anuncia que está dispuesto a gritar contra el gobierno en la mismísima Plaza de la Revolución.

"Caigo en cana (preso) como político y después me cambian por Los Cinco", asegura, para luego carcajearse con una salida insólita: "El bombo está en la Plaza".


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