Socialismo con 'swing'
Si los sueños son capaces de hundir un país, el Compañero en Jefe es todo un soñador.
El Congreso de la UNEAC terminó con grandes expectativas sobre aquello que los artistas y escritores se atreverán a expresar en su próxima edición, dentro de cinco años. Y no es que esta vez se hablara poco. Por ejemplo, Eusebio Leal, el historiador oficial de la capital, se atrevió a decir que un hijo suyo reside fuera del país y no se avergüenza de ello.
A ese paso, en el próximo congreso dirá que el hecho de tener nietos fuera de la Isla no le avergüenza en lo más mínimo, y 4 ó 5 congresos más adelante, celebrará en la sala de sesiones el cumpleaños de algún bisnieto nacido en el extranjero. Todo un signo de los cambios que se vienen experimentando: ya no habrá problemas por vivir en el extranjero, siempre que se sea Leal.
Pero de la familia (Leal) no fue de lo único que se disertó en el Congreso. Se habló también de los problemas de la enseñanza y de la programación televisiva. De la prensa, no, porque no era el lugar adecuado, pues existen los congresos de periodistas, según explicó el presidente de la UNEAC. Ni de la libertad de expresión, porque ese tema corresponde al Ministerio del Interior.
Lo importante, lo positivo, es que a todos se les vio contentos, esperanzados con el futuro. Aunque, como siempre, hay quien da la nota pesimista, que desentona con el armónico concierto de voces. Esta vez fue un escritor. Dijo que "cualquier posibilidad futura para el socialismo, pasa antes por la obligación de tener swing". Afirmación que, a pesar de sus buenas y constructivas intenciones, resulta inquietante.
Hay que tener en cuenta que swing es, en dialecto cubano, antónimo de cheo, o sea, algo vulgar, ridículo, de mal gusto, sin gracia, mediocre, aburrido. No se trata sólo de que esa propuesta implique el reconocimiento de que el socialismo es cheo. Es que el concepto de socialismo conlleva su incapacidad de producir la más mínima partícula de swing.
Hablamos del mismo sistema responsable del realismo socialista, el Muro de Berlín y los televisores Krim; de las marchas y la canción del pueblo combatiente; de los Moskvich rusos y los Trabant alemanes; de la caballerosidad proletaria, los líderes embalsamados como recurso pedagógico y Hanka y Danka; de la moda socialista en general, y los pantalones Jiquí y las camisas Yumurí en particular; del peinado de Kim Jong Il; de las jornadas político-ideológicas, la filosofía marxista-leninista y el payaso Ferdinando; de las tribunas antiimperialistas y los uniformes de las empleadas de Coppelia.
También, de las críticas constructivas y los actos de repudio; de las campañas contra el mosquito o la burocracia, y a favor de los Cinco Héroes y el ahorro de energía; de Hugo Chávez y el Granma; de los domingos de la defensa y las camisas rojas bolivarianas; de los debates sobre lo culto y lo popular, o sobre la música rock y el reguetón; de los permisos de salida, los matutinos escolares y la universidad para los revolucionarios; del pop soviético, los discos de vinilo como elemento de decoración interior y las frases del Comandante como elemento de decoración exterior.
Así mismo, de las fiestas del Comité y los carnavales con comparsas por sindicatos; de las escuelas al campo, las discoviandas, Corea del Norte y las colas con pretique; de las canciones de la Nueva Trova (sobre todo la letra y la música) y los Congresos del Partido, los militantes del Partido, y los bigotes de los militantes del Partido y de las militantes del Partido; del uniforme del Comandante, sus Adidas y las Reflexiones del Compañero Fidel.
Me pregunto: ¿qué queda si al socialismo le quitamos todo eso? Es evidente que el escritor propuso el desmantelamiento del socialismo, su reducción a la nada. Que no hayan hecho una hoguera en el salón donde se celebró el Congreso, para quemar vivo al escritor, es otra evidencia de los profundos cambios que está experimentando la sociedad.
El Compañero está preocupado
Por su parte, el Compañero en Jefe y hermano mayor del presidente siguió con atención el Congreso, sin decir que también tenía hijos en el exterior y que no se avergüenza de ellos. Lo que hizo fue publicar una reflexión sobre los millonarios rumanos y los merolicos en Nueva Paz, provincia Habana.
En Rumanía, señala el Compañero, había "teóricos del acceso fácil a los bienes de consumo, como los hay en Cuba", para advertir de inmediato sobre la amenazadora presencia de "oídos y ojos imperiales atentos a esos sueños". El Compañero está preocupado evidentemente por la venta de los DVD. Le inquieta que, cuando al fin se produzca la prometida invasión norteamericana, sus compatriotas estén tan distraídos viendo alguna de las películas de la saga de Spiderman, que se pierdan en el noticiero el llamado a las armas.
Es que los invasores no sólo se comerán a los niños, matarán a las mujeres y violarán a los hombres, como tienen prometido. Como advierte el Compañero en Jefe, "si el imperio lograra obtener de nuevo el control de Cuba, no quedaría una sola de las escuelas de estudios superiores creadas por la Revolución para ofrecer ese derecho a todos los jóvenes; enviaría a la mayoría a cortar caña; es su política declarada".
No tiene sentido preguntarnos qué hará el imperialismo con la caña cortada por los cibernéticos o por qué prefiere enviar a la caña a especialistas en computación, en lugar de gente inútil e improductiva como, por ejemplo, los miembros del ejecutivo de la UNEAC. El hecho es que los cubanos sueñan con consumir y el Compañero se preocupa. "No está prohibido pensar; tampoco está prohibido soñar, pero pensando no se hace daño a nadie; soñando se puede hundir a un país", expresa en su artículo. Y hay que hacerle caso, porque si los sueños son capaces de hundir un país, tendremos que reconocer que el Compañero en Jefe es todo un soñador.
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