Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Crónicas

¿Time is money?

El cubano puede emplear el tiempo en lo que desee, aunque la cola y la espera son las dos opciones más exitosas.

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Una frase resume la filosofía de esa gente peculiar que son los capitalistas. "Time is money". Y porque entre ellos el tiempo cuesta, vale mucho, a fin de sacar del tiempo cada vez mejor provecho gastando menos, los alquimistas del sistema inventaron temprano el uso de la electricidad, el automóvil, el telégrafo, el teléfono, la aviación, la radio, la televisión, la computación, el teléfono móvil y, por fin, la internet.

Lo de internet es una cosa que el cubano observa alucinado, decía un hombre que hablaba solo en una céntrica esquina de la capital. No se sabía si era un cínico, un loco, un disidente o un provocador, ya que La Habana estaba en vísperas de un nuevo congreso de los Comités de Defensa de la Revolución. Por internet hacen sus compras esas peculiares gentes, pagan sus impuestos, hacen sus transferencias bancarias. Hasta el amor lo hacen ya por internet, lo que además les permite ahorrar agua, jabón, desodorante, limpieza de ropas de cama, copas y demás gastos ocasionados por los encuentros personales. Es de esperarse que también por internet puedan tener muy pronto los hijos.

Y como el tiempo es para esa gente una de sus mercancías más preciadas, el metro les llega en punto, y todo allí ocurre en punto, rayando el minuto. Esas gentes no son un mundo, son un reloj. "Time is money".

En fin, estamos, seguía diciendo el misterioso orador, ante una sociedad enferma, una cultura que se muere de civilización.

En cambio, en Cuba, país que hace medio siglo abolió la propiedad privada sobre los medios de producción y los recursos naturales, el tiempo no está a la venta. El gobierno no lo regala, pero tampoco lo vende. Ni ha regimentado su uso.

El nativo puede emplearlo en lo que le parezca, en las cantidades que desee. Opciones no le faltarán. Además de las inimaginables creadas por la burocracia, están las surgidas de la necesidad, entre ellas la cola y la espera, las dos opciones más exitosas en términos de popularidad. Más que opciones, instituciones muy serias, sobre todo la segunda. Esperando (lo que sea, siempre hay algo que esperar) ha envejecido mucha gente, pero como el tiempo no cuesta, tampoco existen razones para que dejen de esperar.

Raro sujeto

Cierto que empieza a verse en el país un sujeto muy curioso, ostensiblemente permeado por la ideología capitalista: el que va por la calle con un teléfono móvil, renuente a gastar una hora de su ilimitado tiempo buscando en el barrio una cabina telefónica que funcione.

Raro sujeto que al viajar a otras provincias paga en CUC y se va, en el acto, en uno de las ómnibus habilitados para turistas, en vez de esperar los quince días o más que requeriría viajar por las vías normales, tras haber hecho la correspondiente reservación. Pero es un sujeto raro, escaso, perteneciente a un grupúsculo de ricos en ciernes, que entre los once millones de cubanos ni al 0,000000000001% asciende. Son casi una curiosidad. Con todo, preocupa.

Ahora, cuando en julio de 2007, Raúl Castro habló de cambios, en Camagüey, mucha gente temió que aquí el tiempo empezara a valer de nuevo, que también este país empezara a ser un reloj; pero esas decadencias no tendrán la menor posibilidad de éxito en nuestra sociedad socialista.

Un programa que ha "funcionado" durante cincuenta años, merece que ni se le toque. De modo que a los defensores del mismo, decía el orador, él les aseguraba que durante otros cincuenta años, cien, o quién sabe cuántos más, seguiríamos los cubanos disponiendo del tiempo con la libertad ilimitada. ¡Y sin un centavo de costo!, como lo hacían taínos y siboneyes antes que Colón y sus compañeros llegaran a la Isla.

Si se trató de una provocación que buscaba demostrar la combatividad de los CDR, fracasó. Nadie hizo caso del enigmático orador. El público escuchó, sonrió y siguió de largo.


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