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Traspasados por el traspaso

Los cubanos no quieren otra cosa que no sea lo que más les ha faltado: tranquilidad y progreso.

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Algunos, desde lejos, pueden juzgar críticamente a los de aquí por no querer lo que no quieren. Pueden considerarlos peleles o miedosos. Sus motivos tendrán. También tienen razones para odiar, aunque no para proyectar gobiernos desde el odio y la sed de venganza. Pero en cualquier caso, el hecho concreto es que muy poco les queda por hacer mientras lo que ellos quieran objete total o parcialmente lo que quieren los de aquí, que son mayoría.

Por otra parte, en la esquina opuesta de quienes, desde lejos y a buen resguardo, ensayan la ingenua pretensión de manejar el pataleo, los disidentes de la Isla están demostrando conocer cada micra del terreno que pisan y saber, serenos y atinados, lo que se traen entre manos. Es precisamente el segundo indicio que nos deja en claro el revuelo "noticioso" de estos días.

Si tanto los enemigos como los amigos de la tiranía necesitaban una prueba, una más, de la madurez, la rectitud, la transparencia de intenciones y la plena independencia política de los opositores de adentro, aquí la tienen, servida en bandeja.

Algo igualmente alentador sucede con respecto a los opositores cubanos que viven en el exterior. Y justo en tal dirección se localiza el tercero de los indicios que estamos recibiendo en estos días.

Aunque últimamente resulta común percibir matices muy marcados en los enfoques de las diferentes organizaciones y opositores activos del exilio. Aun cuando, por fortuna, han ido quedando atrás los tiempos en que, gracias a la propaganda del régimen y al propio proceder de muchos implicados, parecían ser sinónimos los términos "exiliado cubano", "contrarrevolucionario", "apátrida"… es indiscutible que esta nueva coyuntura del traspaso ha servido para poner en limpio de una vez, en forma definitoria, la posición de cada cual.

Y no sólo eso. En los días que corren quedó evidenciado también que el número de aquellos que desde el exilio aspiran sinceramente a un estatus de democracia y prosperidad para todos los cubanos, supera hoy con creces el de quienes aspiran, sobre todo, a vivir del cuento, buscando beneficios para sí mismos.

Sopesadas las cosas mediante estos indicios, que están a simple tiro de ojo, no debiéramos perder el tiempo con planeos de aura tiñosa, ni reclamando boberías tales como que el traspasado se presente en televisión para que ofrezca pruebas del traspaso. El totalitarismo ya tiene lo suyo en Cuba, lo que le trae el tiempo, el implacable. "Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol", advierte el Eclesiastés. Y a nosotros sólo nos queda seguir preparándonos y uniéndonos. Lo demás, todo lo demás, será lo de menos.


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