Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Sociedad

Un GPS en La Habana

En tiempos de inversionistas inescrupulosos y sindicalistas paralíticos, conviene recordar quiénes eran los dueños del hotel más moderno del país.

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"Hicieron inversiones ruinosas, como las realizadas por el presidente de la Caja de Retiro Gastronómico Francisco Aguirre Vidaurreta, quien sustrajo millones de pesos para la construcción del entonces llamado Hotel Habana Hilton, esto provocó en 1953 un escándalo publicitario y la creación de un comité de lucha por parte de los trabajadores", declaró la doctora en Ciencias Históricas Áurea Verónica Rodríguez a la periodista Alina Martínez Triay, en la entrevista Las cajas de retiro, jubilación insegura.

Pero, ahora que los trabajadores se hacen innumerables interrogantes sobre el controvertido anteproyecto de la nueva Ley de Seguridad Social, conviene contrastar las declaraciones de la doctora Rodríguez al periódico Trabajadores con un poco de historia.

Aunque en Cuba poco o nada se dice al respecto, Conrado Hilton contribuyó a desarrollar la industria hotelera no sólo en Estados Unidos, sino también en buena parte del mundo: Estambul, Madrid, San Juan, Ciudad de México, Acapulco, Montreal, El Cairo y La Habana… Ciudades viejas contaron con hoteles modernos, llevados por ciudadanos nacionales, especialmente entrenados para desempeñar desde las más elementales labores manuales hasta las ejecutivas más comprometidas.

"No fueron promesas de propaganda comunista sobre cosas mejores para el porvenir, sino una realidad del mundo libre", declararía un ciudadano turco.

Los hoteles y su alhajamiento se costearon en cada país con capital local: privado en Madrid, Ciudad México y El Cairo; patrocinados por los gobiernos en Montreal, Berlín, Roma y Estambul, y con fondos sindicales en La Habana.

Según el periódico Trabajadores, en 1953, el presidente de la Caja de Retiro Gastronómico hizo una inversión ruinosa para esa institución, cuando sustrajo millones de pesos para la construcción del Hotel Habana Hilton; pero los hechos apuntan a otro extremo: en aquella época no podía acusarse de abandonismo al gremio de trabajadores gastronómicos, que tenía fama de ser el sindicato más difícil de lidiar, y sólo Francisco Aguirre logró convencerlos para que invirtieran catorce millones de dólares en la edificación de un hotel de 28 pisos y 650 habitaciones.

La doctora Rodríguez habla de un escándalo publicitario y de un comité de lucha de los trabajadores, a raíz de aquella inversión, pero no clarifica el porqué. Según J. P. McEvoy, en su crónica Peripecias de un hotelero moderno, los funcionarios de la Caja de Retiro tuvieron que discutir en las negociaciones los detalles de horas y salarios con los propios miembros del sindicato, y fue frecuente que los funcionarios tomaran partido a favor de Hilton, por la sencilla razón de que, en su calidad de propietaria, la Caja recibiría dos terceras partes de los beneficios brutos. Naturalmente, cuanto más costara el trabajo, menores serían los beneficios. Los contratos se firmaron tras semanas de contienda verbal.

Nuevos huéspedes

De forma pintoresca, la periodista norteamericana Dickey Chapelle, que acompañó al Ejercito Rebelde desde noviembre de 1958 hasta enero de 1959 para escribir el reportaje Fidel Castro y la revolución cubana, pudo autenticar quiénes eran los propietarios del Hotel Habana Hilton.

Según Dickey, al día siguiente de Año Nuevo, entraron a La Habana los primeros batallones de barbudos uniformados, y no pudo sino recordar las amenazas que les había escuchado proferir contra los suntuosos edificios que consideraban símbolos de la dictadura de Batista, y uno de ellos era el Hotel Habana Hilton, del que habían jurado no dejar piedra sobre piedra. Pero cuando los rebeldes pretendieron invadirlo, los dueños, que no eran sino los trabajadores gastronómicos, formaron un cordón humano en su derredor, explicándoles a quiénes pertenecía el hotel, de modo que los soldados rebeldes, incluido Fidel Castro, terminaron alojándose en él.

Pronto estos sucesos cumplirán cincuenta años. Conviene recordarlos para advertir a los caballeros de fortuna que Cuba no es un botín a la deriva en el Caribe, y sobre todo, porque es útil como sistema de posicionamiento global para los trabajadores en un futuro cercano. No debemos olvidar que la verdadera revolución, la que todos anhelamos, está muy lejos de la praxis marxista y de la dictadura del proletariado, que como dictadura al fin, es incongruente con un principio universal: "Todo cuanto quieras que los demás te hagan a ti, hazlo tú a los demás".

Esperemos que de la misma forma que la segregación racial terminó en Sudáfrica y un hombre negro llegó a la presidencia de Estados Unidos, concluya en la Isla el apartheid que hace a los cubanos ciudadanos indeseables en su propio país. Así lo disponen los segregacionistas rojos, aunque, a estas alturas, ni ellos mismos saben de qué color son.


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