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Teté, Miami, Exilio

Un milagro llamado Teté Machado

Modelo, actriz y cantante, una mujer que se despojaba de lo suyo para dárselo a quienes lo necesitaban, y que contaba con una capacidad de trabajo increíble y una memoria prodigiosa

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Casi puede decirse que el movimiento disidente en Cuba no habría podido sobrevivir sin el apoyo de una persona: Teté Machado, modelo, actriz y cantante, una mujer que se despojaba de lo suyo para dárselo a quienes lo necesitaban, y que contaba con una capacidad de trabajo increíble y una memoria prodigiosa. Había días en que además de su novela, tenía que hacer una comedia y algún que otro comercial, en una época en que todo en la televisión era en vivo, y se aprendía todos los libretos al dedillo. Muy alegre y entusiasta, iluminaba con su presencia, cualquier fiesta donde apareciera.

En 1959 fue acosada debido a su belleza por varias de las figuras del nuevo régimen, incluso por el nuevo dueño de Cuba, quien la persiguió por toda la calle Prado del Vedado hasta darle alcance, y como ella, más que rechazarlo, lo ignoró, la mantuvo detenida toda una madrugada en una estación de policía. Luego comentaría que, para ella, aquello no fue una revolución social sino una “revolución sexual”, por lo que tuvo que marcharse de Cuba en 1960.

En el exilio, sin abandonar la actuación, se dedicó principalmente a cantar, que fue lo primero que empezó a hacer en su vida en la Coral del Instituto Cívico Militar donde estudió de niña, y se sentía muy orgullosa de haber sido alumna de la muy prestigiosa profesora de música, María Muñoz de Quevedo. Comenzaron a llamarla “la actriz de la canción” por la forma en que dramatizaba sus interpretaciones, pero un crítico luego redujo la frase en un solo término: “cantactriz”, un adjetivo que actualmente se ha popularizado para designar a las actrices que incursionan en el canto.

Realizó recitales en numerosos países. En 1975 la revista Vanidades, en un número especial, la incluyó entre las 14 mujeres del mundo que habían hecho noticia en ese año junto a Ingrid Bergman, Olivia Newton John y María Schneider.

Finalmente, en 1988, se retiró definitivamente de su carrera artística para dedicarse en cuerpo y alma a la actividad de derechos humanos en Cuba. Y vendió todas sus prendas de valor, y se fue a las calles a vender flores para cubrir el costo de las llamadas a los disidentes en Cuba. Fue la primera en realizar ese trabajo de forma sistemática, en una época en que muchos en el destierro miraban con desconfianza a aquellas personas que en Cuba no predicaban la guerra, sino la no violencia. Tampoco entendían cómo era posible lograr esa comunicación cuando las llamadas a Cuba eran por entonces “imposibles”. Pero Teté decía que había borrado de su diccionario esa palabra. Y yo les decía que se armaran de paciencia y fueran a nuestra casa —por entonces no teníamos oficina—, y vieran cómo se hacía el “milagro”. Ella muchas veces se pasaba la mañana y la tarde entera para poder establecer una comunicación. Por entonces no se marcaba, sino que se discaba. Y en una comedia teatral se le criticó: “Teté, el problema tuyo no es que metas la pata, sino que metes el dedo”. Pero ella no se enojaba, y un día que se encontró con el autor de la obrita, le dijo: “¿Así que yo no meto la pata sino el dedo?”.

Hubo días en que no teníamos ni siquiera para comer, solo pan y café con leche, porque casi todo el dinero se usaba para las llamadas. Pero no faltaron ayudas valiosas, sobre todo personas mayores de pocos recursos que nos hacían llegar sus aportes peso a peso, sindicalistas como Mario Fontela, como el Padre Santana, el profesor Enrique Baloyra, y organizaciones como el Partido Demócrata Cristiano, Solidaridad de Trabajadores Cubanos, y Cuba Independiente y Democrática entre otros. Pero, no obstante, los gastos eran excesivos y más de una vez nos cortaron el servicio telefónico. También teníamos problemas con el pago de la renta. Hasta que un día nos tocó a la puerta una mujer joven que se dio a conocer como Chiqui Gavilán, alguien que con el tiempo llegaría a ser multimillonaria, pero que era hija de un actor que había trabajado en Cuba con Teté en la película Olé Cuba. Venía de parte del National Endowment for Democracy para ofrecernos una ayuda periódica. Nosotros nunca habíamos pedido ayuda a ninguna fundación, y le dijimos que aceptábamos a condición de que no hubiera condicionamientos políticos de ningún tipo. Aceptaron, y aunque la ayuda no era grande, fue suficiente para que no tuviéramos más dificultades.

El trabajo era excesivo, mañana, tarde y noche. Yo solo transcribía e imprimía todas las denuncias y declaraciones que ella grababa durante las llamadas, así como las entrevistas que ella les hacía. Y después ella hacía llegar por fax todo eso a los medios y a numerosas organizaciones internacionales. En aquella época todavía no contábamos con internet. Pero cuando había redadas contra los disidentes, hasta de madrugada estaba ella pegada al teléfono. Para colmo, cuando finalmente contábamos con internet, se levantaba temprano para recoger, en computadora, todas las noticias que sobre Cuba se había publicado ese día. Actualmente en la Universidad Internacional de la Florida, se encuentra un inmenso archivo de lo que fuera el Buró de Información de Derechos Humanos en Cuba (Infoburo).

Curiosamente, muy pocos saben que Teté estuvo muchas veces al borde de la muerte, y otras tantas corrió el falso rumor de su fallecimiento, hasta el punto de que algunos amigos la llamaban “ave fénix”. En 1960, en Cuba, intentó envenenarse ante el acoso de que era objeto. Pero aquella noche, su madre, que estaba en Estados Unidos, regresó de improviso y la encontró inconsciente. Fue salvada por un eminente médico, el Dr. Veciana. En 1970, en Nicaragua, a donde viajó a dar un recital, un vehículo destrozó la pared del cuarto donde estaba la cama, y cuando los dueños de la casa entraron para sacar su cadáver, se encontraron que ella aún dormía. En 1972, muy activa en la campaña impulsada en Puerto Rico por el pelotero Roberto Clemente para llevar alimentos a los nicaragüenses ante el terrible terremoto donde murieron casi veinte mil personas, planeaba viajar en el avión que llevaría la ayuda y a última hora, no pudo subir al avión, que, saliendo de Puerto Rico, cayó al mar. En 1975 enfermó de un mal que ni médicos de México, ni de Nueva York pudieron diagnosticar, y así, extremadamente delgada, realizó un concierto en Miami Beach bajo el título de “Hasta luego”, porque pensaba suspender momentáneamente todas sus presentaciones. Muchos en ese concierto pensaron que la veían por última vez. Siete años después regresó con un concierto histórico que paralizó el tráfico de la calle Brickell. Y en 1996 sufrió un paro cardiaco en el Mercy Hospital donde le dieron descargas eléctricas. Y como no volvía a la vida, alguien me dio el pésame. Pero a los cuatro minutos, Teté volvió a respirar.

Yo le decía que cuando muriera de verdad, nadie la iba a llorar, porque no iban a creer que era cierto que había muerto. Por eso, cuando aquella noche un enfermero me llamó para decirme que acababa de fallecer, no le creí, y sólo cuando vi su cuerpo sin vida en la habitación del hospital, convencido de que esta vez se había ido para siempre. finalmente la lloré.


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