Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Sociedad

¿Vagancia a la cubana?

La campaña contra la 'holgazanería' no va al meollo del problema: un sistema económico y social disfuncional, incapaz de crear estímulos.

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Cuba es un país de contradicciones, que pueden apreciarse en el mundo laboral. Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), desde hace años la tasa de desempleo es inferior al 2,0%, y en 2008 descendió nada menos que a 1,6%, dato que difícilmente pueda exhibir otro país, más en estos tiempos de crisis económica mundial. Sin embargo, al mismo tiempo que se anuncia ese récord, las autoridades despliegan una campaña muy fuerte contra lo que llaman el aumento de la "holgazanería", a través de sus medios de difusión.

 

En realidad, si se hace un recorrido por cualquier ciudad o campo en horas laborales, se encuentran muchísimas personas en edad de trabajo en esquinas y parques sin realizar nada productivo. De acuerdo con lo publicado por el diario Granma el pasado 12 de enero, en estudios realizados por el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas "consta que el empleo ha pasado a ser la quinta opción —si acaso— entre las aspiraciones de los jóvenes consultados".

 

Incluso, estas investigaciones señalan el nefasto impacto que está teniendo este fenómeno entre los niños que crecen viendo a sus padres sin hacer nada, viviendo del mercado negro y actividades ilícitas con que obtienen ingresos muy superiores a los que recibirían en un empleo legal.

 

La vagancia, evidente en todo el país, es la expresión visible de la maltrecha situación laboral, pues habría que añadir el poco interés existente en los centros de trabajo, con altos índices de ausentismo e impuntualidad, desaprovechamiento de la jornada, indisciplinas generalizadas y la falta de calidad en los artículos producidos y servicios prestados. A esto se agrega, por lo regular en esos lugares, plantillas sumamente infladas que imposibilitan la organización del trabajo y, como resultado, el crecimiento de la productividad.

 

Por supuesto, la feroz campaña propagandística contra la vagancia, que demanda medidas de castigo extremo y sanciones a quienes se niegan a trabajar para el Estado, omite el análisis profundo de la cuestión e ir a la esencia de los problemas, que no es otro que la existencia de un sistema económico y social disfuncional, incapaz de crear estímulos a la laboriosidad y la creatividad, y que fomenta un ambiente de rechazo al trabajo.

 

Los salarios no motivan. El salario promedio mensual creció un 1,6% en 2008, mientras la inflación fue del 4,9%, según CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), lo cual redujo aún más el salario real, que como media mensual equivale a 20 dólares estadounidenses. A su vez, el trabajador tiene que afrontar el deficiente transporte, condiciones laborales pésimas, la falta de herramientas y medios de protección, en ocasiones de ropa y calzado adecuados, así como la mala alimentación. Por tales motivos, además de no sentirse estimulado, tampoco recibe reconocimiento social.

 

La culpa es del sistema

 

La situación no puede resolverse mediante decretos, reglamentos y sanciones. No es sorprendente que mientras la Isla tiene un importante volumen de maestros, especialistas en la producción agropecuaria, la construcción y muchas otras ramas, a las aulas hay que llevar maestros emergentes preparados apresuradamente, en la agricultura escasean los ingenieros agrónomos, veterinarios y técnicos, en la construcción no hay especialistas ni trabajadores. Situación esta que se repite en un país donde la población económicamente activa tiene una formación educacional en más de un 60% de nivel universitario y técnico.

 

A esta problemática se añade una política educacional equivocada: se prioriza la formación masiva de universitarios, con declive de la calidad y sin recursos elementales, humanos y materiales, y se menosprecia la creación de técnicos y obreros calificados. Con la consecuencia de que un país que tuvo antaño excelentes carpinteros, albañiles, plomeros, electricistas y especialistas en diversos oficios, carezca hoy de ellos, como se reconoció en un reportaje reciente de la televisión cubana.

 

Con la preparación sobredimensionada de universitarios, particularmente en carreras humanísticas muy politizadas, no se ganan profesionales necesarios y bien capacitados de nivel superior, pero sí se pierde la oportunidad de formar técnicos y obreros calificados urgentemente requeridos.

 

Existe otra gran contradicción: las mismas personas que aquí rehúsan emplearse con el Estado, cuando emigran son ejemplo de productividad. El ejemplo es la comunidad cubana asentada en Estados Unidos y otras naciones, exitosa por su trabajo duro, creativo y eficiente.

 

En sentido general, no se rechaza el trabajo en la Isla. El sistema es el que impide el desarrollo de las fuerzas productivas, bloquea el interés laboral y el espíritu emprendedor de los ciudadanos.


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