Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Reportaje

Vigilantes y recaderos

Miles de trabajadores sociales ven desinflarse sus sueños profesionales a causa de 'misiones' políticas y económicas alejadas de su perfil.

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"Estoy desilusionado, hemos pasado de la idea de la asistencia social al mero hecho de repartir cazuelas y reponer bombillos". Quien así habla es Carlos, joven que abandonó los estudios de bachillerato para iniciarse como trabajador social, una profesión más que necesaria en cualquier sociedad contemporánea.

Sin embargo, como todo lo que se hace a la "criolla", se vuelve al revés. Miles de jóvenes, casi adolescentes, se volcaron a una orden dictada desde el partido comunista y en pocos años han servido de inspectores en la economía, pisteros, supervisores de cualquier estrato; todo, menos la primaria labor de la prevención social.

Una mañana fresca de inicios de año se veía a una decena de trabajadores sociales sentados en el contén de un parque de provincia. La espera se prolongó toda la mañana, pues "el transporte casi nunca llega", dijo uno que prefirió no dar su nombre.

Como él, Carlos es uno de los que se lamenta sin esconderse: "Primero fue la separación brusca de la familia, ya que yo pensaba quedarme a trabajar en las comunidades cercanas a mi casa. En cuanto me gradué, me enviaron al plan 'Gasolina'. El cambio fue violento, tanto respecto a mis padres como a la novia de ese entonces, que ya sabes, al mes y medio, nos habíamos peleado sin siquiera volver a vernos. Al igual que a mí, le pasó a otros".

Pero no sólo en su vida íntima, familiar, el tiempo le ha dado bandazos. Aunque la educación es un aspecto muy "cuidado" y "promovido" por el Estado, los trabajadores sociales, hijos predilectos de lo que llaman aquí "batalla de ideas", son víctimas de la improvisación y el planeamiento arbitrario del envío a las misiones.

"Yo estaría en tercer año de Psicología, pero apenas he podido rebasar las asignaturas que complementan un solo curso", se lamenta Carlos. Una muchacha que lo acompaña atestigua: "Aunque nos incorporan una y otra vez a las aulas, no vamos más allá de la segunda convocatoria, nos han dicho que tenemos todas las posibilidades de presentarnos; pero sin recibir las clases, ni con 1a distancia asistida, se puede vencer una materia".

Esto no es nuevo en la historia de la revolución. Primero fueron los alfabetizadores, después las movilizaciones cañeras, las misiones de guerra a África, los contingentes para que la zona niquelífera de Moa se convirtiera en la "obra de choque de la juventud". Ahora tocan las infinitas misiones a las que envían a los jóvenes trabajadores sociales. Lo cierto es que siempre hay un "después" cuando de asuntos personales se trata. Para la dirigencia política, como si estos jóvenes estuvieran fuera del censo nacional, la patria es lo primero.

Dos caras de la moneda

"La primera vez que me enviaron de misión fue a una gasolinera, pero ni despachaba ni tenía que vigilar todo el tiempo. La pasé mejor de lo que me habían contado los otros". Elena es de las que piensan que se ha salido un poco de la mano de sus padres, ha conocido otros lugares y gentes, y no le ha ido tan mal.

"Por otra parte, aunque fuimos a 'combatir la corrupción' en las gasolineras, uno no tiene por qué rechazar los regalos y propinas, que si tú no te llevas, se los lleva otro", añade.

En este aspecto aparecen divididas las opiniones. Unos ven con ánimo de aventura y bienestar alojarse en buenos hoteles de la capital y otras ciudades importantes, y a otros no les ha hecho mucha gracia viajar hasta Guantánamo o Las Tunas para encaramarse en una cisterna con la intención de "vigilar" y "delatar" a chóferes y piperos.

Contrario a lo que se queja Carlos, Elena siente que ha escogido la carrera equivocada, las letras no son su fuerte y el supuesto atraso en las materias que ven otros, para ella es una ventaja:

"En la sede universitaria siempre están dando largas para que aprobemos los exámenes, pero es verdad que no se aprende nada de esa forma. Quiero cambiar de especialidad, pero lo debe de aprobar la sede central". Según ella, "no hay mucha diferencia entre lo que me exigen estudiar y lo que me exigirán en cualquier centro laboral", dice.


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