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Intelectualidad, Estado de SATS, Observatorio Crítico

Voces para la esperanza

A propósito del nuevo activismo ciudadano en Cuba

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En estos momentos Cuba vive el parto silencioso de un nuevo porvenir, en las voces y corazones de activistas y pensadores que serán encargados de desmontar el régimen totalitario y su maquinaria represiva y difamatoria. Aunque luchadores como Guillermo Fariñas, Oscar Elías Biscet y las Damas de Blanco son mundialmente conocidos (y silenciados por el Gobierno) entre los nuevos exponentes del cambio destacan dos proyectos antagónicos por su ideología pero hermanados en el empeño democratizador y en la calidad humana de sus animadores. Me refiero a Estado de SATS (de corte democrático-liberal) y Observatorio Crítico (identificado con un socialismo libertario y participativo), los cuales han sufrido diversas formas de acoso del régimen castrista, así como críticas de extremistas de distinto tipo.[1]

Como “inmigrante” habanero y estudiante universitario (recién graduado) he tenido oportunidad de participar en varias actividades organizadas por esos proyectos. Aunque sus documentos, declaraciones y la propia experiencia que uno palpa en sus foros sugieren que se trata de espacios de creación y gestión colectiva, en realidad tanto SATS como OC tienen dos formidables animadores, en las personas del ingeniero Antonio Rodiles y el poeta Isbel Díaz. Y cuentan con intelectuales prestigiosos que apoyan, con sus reflexiones, la fundamentación ideológica de ambos proyectos: el filosofo liberal Alexis Jardines —residente en Puerto Rico— y el historiador marxista Armando Chaguaceda —quien vive en Ciudad México. Estos académicos, cuyo trabajo y posturas pude conocer en mis años de andarín por vario foros metropolitanos, parecen ser, por la coherencia y continuidad de sus aportes, los intelectuales orgánicos (según una formula del viejo y gastado marxismo) de una renovación del sector del pensamiento social cubano específicamente vinculado con iniciativas de activismo social y disidencia institucional dentro de la Isla.

No es que SATS u OC sean los únicos espacios donde artistas, pensadores, funcionarios, opositores y público en general pueden —sorteando la vigilancia del régimen y las propias desconfianzas— reunirse para abordar problemas de la realidad cubana. Los últimos jueves de la revista Temas, los eventos del Centro Criterios, así como las conferencias en San Juan de Letrán y peñas culturales han cumplido, de alguna forma, ese rol en años recientes. Pero los moldes institucionales, unidos a la represión, han ido vaciando aquellos conclaves, y ahora la gente parece apostar por estos nuevos foros/grupos/espacios/redes, para escuchar y hablar sobre la situación social y política del país que viven, la misma realidad que sus medios le escamotean. Y de eso créanme que puedo dar fe, en mi condición de novel ingreso en el periodismo oficial cubano, misma que me obliga a preservar —al menos por el momento— el anonimato, como forma de “no morir en el intento” ante la mirada vigilante de mi aburrido jefe y poder mandarle unos pesos a mis viejos, para arreglar nuestra entrañable y descolorida casita de provincia.

Los temas que han abordado SATS y OC son disimiles: activismo cultural o ambiental, censura y disidencia, socialismo y reggaetón, intercambios Cuba–EEUU y poesía callejera. Han combinado la reflexión y la polémica con manifiestos y declaraciones públicos, que nos recuerdan las mejores tradiciones intelectuales de la Cuba colonial y republicana. Legado que se pretende inútilmente escamotear desde las páginas de Cubadebate y los manuales de Historia de Cuba de un “sistema de enseñanza” dedicado al adoctrinamiento y la manipulación más sistemáticos, como los que sufrimos especialmente en los años de pre y universidad.

En estos tiempos, donde tantas discusiones han generado los recientes encuentros de intelectuales celebrados en la UNEAC y Criterios (debates ocurridos en la red y que circulan de mano en mano o de “flash” en “flash” en las aulas de mi vieja Universidad, junto a los post de Yoani Sánchez y Eduardo del Llano o las canciones de Porno para Ricardo y Los Aldeanos), la existencia de estos proyectos, con sus públicos, miembros, líderes y teóricos, constituye un canto a la esperanza de que no todo está perdido en este país. Porque su esfuerzo se suma al de mucha gente anónima —como aquel amigo cadete de la Tamayo que me mantiene al tanto de las últimas directrices represivas, o el primo informático que hace posible que yo revise mi gmail y envíe este texto para que otro amigo lo publique allí donde Internet no es un lujo de privilegiados—, personas con rostros comunes y ocultos, que cada día van desmontando, pasito a pasito, las murallas de la mentira, el temor y el oprobio, para construir la Cuba independiente y democrática que muchos anhelamos.



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