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Y el odio sigue

El castrismo, una pésima novela que terminará algún día.

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Hay un país entero esperando una noticia que no llega. Mejor dicho, dos países que son un solo pueblo dividido: Cuba y Miami. O sea, Cuba y el resto del mundo. Millones de seres que se acuestan cada noche con la incertidumbre de si despertarán a tiempo para contarles a sus hijos que hubo una vez un hombre que parecía no morirse nunca.

El problema está en cómo esos seres encaran la espera, según la impaciencia de cada cual. Unos se quedan quietos, muy quietos en sus casas, a pesar del calor de las cuatro paredes. A veces se asoman por la ventana para ver si los guardias de la esquina siguen ahí, de civil, imperturbables. Salen sólo a hacer los mandados, a comprar el pan, a hacer una llamada o una visita al hospital donde agoniza un vecino.

Los otros —nadie sabe si son los menos o son mayoría— están movilizados, armados de cañón, pistola, pedazos de palo o memorizando insultos para nutrir el miedo.

Los hay muy jóvenes. También ancianos, mujeres, trabajadores, estudiantes, cuentapropistas, futuros emigrantes. Todos han mostrado preocupación. Nadie sabe nada a ciencia cierta. Y los que saben no lo dicen.

¿Y si se muere justo ahora? ¿Y si a Raúl le da por eliminar a los "partidistas" y hasta pone a un general de canciller? ¿Y por qué Alarcón no se menciona en la proclama? ¿Y si todo no es más que un ensayo y para la Cumbre de los No Alineados sale el hombre a meter un discurso como si nada?

Esta pésima novela terminará algún día. Algunos estarán ya muy viejos para esperar que el final les resuelva lo que nació torcido desde la primera página. Los que son niños hoy quizás recordarán alguna vez palabras como "proclama", "esfuerzo realizado", "sangramiento intestinal", "complicada operación", que contribuyeron a sacar del camino al principal obstáculo para la democracia y la libertad plenas y futuras.

Puede que entonces se enteren de que una vez existieron grupos de personas que se dedicaban a golpear, a insultar, a vejar, a matar. Y eso también fue su país y forma parte de su pasado.