Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Sociedad

El verano de las bocas cerradas

Agosto de 2006: ¿El mes más silencioso y 'peligroso' de la historia reciente de Cuba?

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El verano de 2006 tal vez implante marca como el más silencioso en toda la historia de Cuba. Claro que en nuestro caso, "el más silencioso" significa apenas el menos bullanguero. Pero no hay dudas de que estamos por el voto de silencio en este agosto. Nuestras razones tenemos. Y son conocidas.

Por lo demás, hoy, como todos los días, desde hace casi medio siglo, el silencio no es sino sombra pícara de nuestra elocuencia. En silencio han discurrido los hechos más interesantes (aunque también los más truculentos) de esta isla. Lacan dijo: "Nuestro yo está hecho de palabras". Sería el yo de Lacan, porque el nuestro esta hecho de silencio. Y más nos vale.

Tanto entre los de arriba como entre los de abajo, o de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba, nada de lo que decimos es como lo decimos. Hablamos sólo para que no nos descubran. Otro que solía soltar frases listas, Confucio, sentenció que cuando las palabras pierden su significado, es que el pueblo perdió su libertad. Pero aquí ni eso. La libertad fue lo primero que perdimos. Antes incluso de que las palabras perdieran su significado. Así pues, asumimos el silencio no como culpa ni inocencia, sino como opción irremediable.

Ahora mismo vuelve a cobrar vigor la aplicación de ese engendro legal al que llaman comúnmente "peligrosidad" y que a lo largo de los años ha sido instrumento de primera para imponernos el silencio como expresión de discordancia, disentimiento, confrontación o simple autonomía de criterios y/o de comportamiento.

Quien vaya preso bajo el cargo de "peligrosidad", sabe que puede permanecer guardado, por ley (cavernícola, pero registrada en el Código Penal), lo mismo durante unas horas que unos días que unos años. Si acaso le celebran juicio, no harán falta testigos, ni abogados defensores, ni averiguaciones pormenorizadas acerca del "delito". Y es que para ser legalmente peligroso entre nosotros basta y sobra con que el régimen decida considerarte peligroso.

Para que no entren moscas

Si alguien por ahí necesita no creerlo para seguir amasando utopías de turismo pancista, entonces no le conviene revisar la historia contemporánea. Por lo menos a partir de 1965, cuando homosexuales, religiosos y otras "lacras", según los términos del inquisidor, fueron condenados masivamente a encierro y a trabajos forzosos, precisamente a instancias de uno de los primeros asomos de esta figura legal tan conocida y temida en nuestros predios.

Desde entonces y hasta este mismo minuto, deben sumar cientos de miles los que fueron al tanque acusados de "peligrosos sociales", eufemismo de la tiranía para mantener entre rejas a sus opositores sin que cuenten en las estadísticas como presos políticos. Justo los disidentes y los negros —ambos por el mero hecho de ser lo que son— han constituido en los últimos tiempos materia prima imprescindible para elevar la producción en cada cosecha de "peligrosidad".

El problema se complica hasta alcanzar niveles de gran escándalo político (que inexplicablemente parecen ignorar muchos medios informativos del exterior) en los días que corren, cuando, según la leyenda, vivimos bajo la amenaza de inminente invasión extranjera, lo cual permite al régimen redondear casi hasta la perfección las ya redondas posibilidades represivas de la ley de marras.

Visto el caso y confrontados los agravantes de este verano, se comprenderá mejor por qué apuntamos para un nuevo récord de silencio. Como suelen aconsejar ciertos policías piadosos (en las películas, desde luego), todo cuanto digamos puede revertir en cargos contra nosotros. Entonces, con la boca cerrada. Y que nadie nos lo tome a mal. Es sólo de momento, para que no entren moscas.