Zafra y política interna en la Cuba presente
Resulta evidente que, al aproximarse la salida de Raúl Castro de la presidencia, los distintos clanes al interior de la nomenklatura han comenzado a moverse
Avanzada la pasada zafra en Villa Clara advertimos que no quedaba suficiente caña en los campos para cumplir con el plan de poco más de 270.000 toneladas de azúcar. No obstante, como siempre primó el voluntarismo; aunque también y sobre todo algo más.
Villa Clara tenía que cumplir, mucho más cuando resultaba claro que ninguna otra provincia lo iba a lograr, y para ello no solo se molió caña que correspondía para esta zafra, sino que hasta se descuidaron las labores de siembra de primavera. Sin contar con que la magnitud del esfuerzo y el consumo excesivo de recursos comprometieron también las siembras del verano.
Pero incluso, según refieren fuentes sin confirmar, se llegó al extremo de que las vecinas provincias de Cienfuegos y Sancti Spiritus entregaron ciertos volúmenes de caña a los centrales Ifraín Alfonso, de Ranchuelo, y Heriberto Mederos, de Remedios. Con el propósito de permitirles cumplir sus planes.
La razón de este empecinamiento se explica en el voluntarismo connatural a la mentalidad castrista, pero también a los rejuegos de política interna en la cúpula del régimen. Resulta evidente que al aproximarse la salida de Raúl Castro del poder los distintos clanes al interior de la nomenklatura han comenzado a moverse, a aspirar, y con ello a distinguirse unos de los otros. En esta situación el mejor situado, y el que mayor control parece haber conseguido sobre el país es el clan villareño encabezado por Machado Ventura, y cuyo candidato a la presidencia es Miguel Díaz-Canel. Pero esa situación de privilegio, y esa ventaja, dependen de que el dicho clan sea capaz de demostrar en su territorio de origen, y en las dependencias nacionales que controla, una eficacia y unos logros por encima de los del resto del país y de las áreas de influencia de los demás clanes rivales. Solo así podría conservar su primacía, en unos tiempos en que las memorias del acto fundacional del régimen, la derrota de la dictadura batistiana en 1958, ya pertenecen a la mítica. Y en que por lo tanto cualquiera que ocupe ahora la cúpula del mismo será a la larga no otra cosa que uno más, para todo el muy nutrido grupo de “compañeros” que se crean, y creen de hecho, con condiciones para ocupar esa misma posición (“chico, si el comemierda ese de Díaz llegó, ¿por qué yo no?”).
No de otra manera se explican las constantes visitas que a la provincia y sobre todo a sus centrales hicieran Díaz-Canel y Machado Ventura entre abril y mayo pasados. Como tampoco se explica de otra manera lo ocurrido par de meses después, en el verano, ante la reclamación del primer secretario del partido en Santiago de Cuba (un villaclareño también, por cierto, pero de otro clan) por habérsele entregado a Villa Clara el primer lugar nacional en el desarrollo de su infraestructura para la comercialización agrícola. Hecho ante el cual la respuesta de la administración central, controlada por Machado Ventura y Díaz-Canel, fue retardar lo suficiente la inspección central a acá, a Villa Clara, para así darle tiempo al compañero Julio Lima a que reconstruyera, o repintara a toda máquina los mercados y placitas agropecuarias de la provincia.
En todo caso estos devaneos politiqueros, como antes los voluntarismos, ya comienzan a dejar sus primeras nefastas secuelas.
Villa Clara había planificado producir 182.000 toneladas de azúcar en esta contienda 2017-2018. No obstante, solo recién este martes 22 de enero, aniversario 70 de la muerte de Jesús Menéndez, se logró superar la barrera de las primeras 5.000 toneladas, a más de un mes de molida.
Falta por ver si los no solucionados problemas al interior de la industria, unidos a la carencia crónica de cañas, permiten cumplir el ambicioso plan. Una carencia de cañas que es debida al adelanto del corte en la pasada campaña de plantaciones que solo alcanzarían su madurez en esta, pero además a las afectaciones que dejó el huracán Irma (el “encamamiento”), y a las lluvias que mantienen muchas áreas cañeras impracticables para los cortes. En todo caso, pese a los llamados de Julio Lima a “no amilanarse”, “a no dejarse vencer”, viejos cañeros de la provincia coincidieron en confesarle a este escribidor que, con suerte, “va y se hacen 100.000; pero con mucha suerte, sabe”.
Mas ya no importa. Para cuando por fin se admita el nuevo descalabro ya Díaz-Canel estará sentado en la presidencia del Consejo de Estado, y para entonces podrá adelantar, si fuera necesario, el inevitable proceso de “empillamamiento” de sus más conspicuos contrincantes en los clanes rivales. Algo que inevitablemente hará, más tarde o más temprano, si es que logra permanecer en el poder más allá de 2018.
Por cierto: ¿se imaginan a Lazo en pijama?
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