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Opinión

El general y el coronel

¿Cómo serán las relaciones entre Raúl y Chávez en un escenario sin Fidel Castro?

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Finalmente todos lo vimos aparecer. El 13 de agosto, Raúl Castro —quien no se había dejado ver en público desde que devino gobernante provisional—, le dio la bienvenida a La Habana en persona a Hugo Chávez. Se celebraba el cumpleaños 80 de su hermano, y Chávez llegaba cargado de regalos: una taza que supuestamente perteneció a Napoleón, una daga del arsenal de Simón Bolívar y una pintura hecha por un artista venezolano.

Los medios de comunicación cubanos nos exacerbaron la curiosidad con unas pocas pero cuidadosamente seleccionadas fotografías. Una mostraba al anciano Castro vestido de rojo en una cama de hospital, conversando animadamente con Chávez, que también estaba vestido de rojo. En otra foto, Raúl y Chávez admiran un retrato del comandante dibujado siendo aún joven por el artista mexicano David Alfaro Siqueiros. El gobernante provisional, sin embargo, no viste de rojo en la foto.

La profusión de argumentos acerca de lo que será una Cuba sin Castro ha marcado últimamente las pautas de las noticias sobre la Isla. ¿Será Raúl capaz de mantener el mismo régimen intacto? ¿Ocurrirá una transición más tarde o más temprano? ¿Cómo reaccionará el pueblo con la ausencia del comandante? La foto del trío nos obliga a preguntar: ¿cómo se llevarán Raúl y Chávez?

Capacidad de sobrevivencia

Chávez y el comandante son almas gemelas. En 1994, Castro recibió a Chávez —quien acababa de salir de la prisión después de cumplir condena por un fracasado golpe de Estado—, como si se tratara de un jefe de Estado.

La elección de Chávez como presidente, en 1998, significó un soplo de aire fresco para Castro. Desde el final de la Guerra Fría, Castro navegó un tiempo a la deriva por mares solitarios. Por pura coincidencia, muchos latinoamericanos comenzaron a sentir el impacto negativo de las reformas de mercado, que fracasaron en mejorar su estándar de vida. El nuevo populismo comenzó entonces a dar señales de vida en Latinoamérica.

A finales de la década de 1990, las modestas reformas económicas en Cuba comenzaron a dar muestras de agotamiento. Entonces el comandante inició la llamada "batalla de ideas" que enfatizaba los valores revolucionarios mientras relegaba los esfuerzos por mejorar el estándar de vida de la mayoría de los cubanos.

Chávez y Castro tienen una misma visión de lo que creen que significa la política: los líderes "iluminados" como ellos deben mostrarle a las masas el camino a seguir. Castro admira la sordera chavista que permite que se hunda la democracia mientras proclama que la protege; Chávez —al mismo tiempo— aprecia muy bien la conveniente capacidad de sobrevivencia de Castro.


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