«Las cuestiones urgentes siguen sin solución»
Mauricio de Miranda, José Prats Sariol y Uva de Aragón. Analistas opinan sobre la situación actual en Cuba.
Mauricio de Miranda
Economista.
En Cuba se ha asumido con cierta calma, y quizá expectativa, la noticia de la enfermedad de Fidel Castro, así como el inusual anuncio de un traspaso provisional de responsabilidades. Este anuncio, por su parte, tiene una serie de lecturas interesantes.
En primer lugar, llama la atención el hecho de que dicho traspaso fuera anunciado en una "Proclama" del jefe de Estado y de Gobierno, en lugar de constituir un acuerdo del Consejo de Estado, que sería lo que correspondería en las condiciones institucionales que impone la actual Constitución cubana.
En segundo lugar, las responsabilidades que se ceden a Raúl Castro son las que le corresponden por los estatutos del Partido Comunista de Cuba (PCC), en su condición de segundo secretario, y las que se derivan de la Constitución, en su condición de primer vicepresidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros.
Sin embargo, aquellas tareas en las que el gobernante cubano se define como "impulsor" ("revolución" energética y cooperación en salud y educación) son distribuidas entre un grupo de dirigentes del PCC y del gobierno, cuyas responsabilidades tienen cierta afinidad con dichos programas que, al quedar incluidos en la Proclama, se definen como de máxima prioridad.
En este sentido, resulta significativo que no hubiera mención alguna acerca de la conducción de la economía nacional, que pareciera no estar entre las prioridades de la política cubana, mientras se aclara que Carlos Lage (vicepresidente del Consejo de Estado y secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros), Francisco Soberón (presidente del Banco Central) y Felipe Pérez Roque (ministro de Relaciones Exteriores) deberán "asegurar los recursos para el desarrollo de esos programas especiales, trabajando en comisión", con lo cual pareciera —y así seguramente es— que estos programas tienen una importancia mayor que las cuestiones relativas al desarrollo de la economía nacional.
Debido al carácter provisional de la cesión de funciones es prácticamente improbable que se produzcan cambios significativos en cuestiones fundamentales de la política cubana.
Ahora bien, lo que sí parece confirmarse es que, con las limitaciones que marca la "Proclama", el sucesor de Fidel Castro en la conducción política cubana es, en las actuales circunstancias, Raúl Castro. Es, probablemente, el único con la legitimidad histórica suficiente para asumir las máximas responsabilidades del Partido, el Estado y las Fuerzas Armadas.
Otra cosa sería si la sucesión se produjera en unos años, en los que la salud de Raúl pudiera deteriorarse, o si, obviamente, como también pudiera ocurrir, falleciera Raúl antes que Fidel. Si la sucesión va a conducir a una transición hacia nuevas formas de gobierno y/o a nuevas formas de organización económica, en un plazo más o menos cercano, es aun un ejercicio especulativo, pero no por ello deja de ser crucial en el análisis político.
Mientras tanto, una serie de cuestiones urgentes siguen esperando su solución en la política económica del gobierno y éstas tienen que ver, esencialmente, con el deteriorado nivel de vida de la población, las carencias extremas en la satisfacción de una serie de necesidades básicas, como son la alimentación, el vestido, el transporte urbano, interurbano e interprovincial, la escasez de medicamentos, la situación de la vivienda, la insuficiencia de ingresos frente al costo real de la vida, entre otras cuestiones relegadas en las prioridades de la política actual y que, sin embargo, tienen un impacto muy significativo en la cotidianidad del cubano y en el estado de opinión de la población.
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