«Una escena babélica»
Manuel Díaz Martínez, Isel Rivero y Marcelino Miyares. Analistas opinan sobre la situación actual en Cuba.
Manuel Díaz Martínez
Escritor, codirector de la revista Encuentro de la Cultura Cubana.
El último comunicado de Fidel Castro —en el que dice que su recuperación será lenta, que su vida aún corre peligro y que sus seguidores deben estar preparados para una "noticia adversa"— contradice el carnavalesco optimismo de la prensa oficial y de algunos personeros áulicos acerca de la salud del dictador y del régimen. A esto se une la mudez del regente designado y de casi todo el cuerpo ministerial. Todo ello, incluyendo la movilización de 80.000 reservistas, conforma una escena un tanto babélica que parece llamada a prolongarse no se sabe por cuánto tiempo.
Los regímenes en que la voluntad de un caudillo prevalece sobre las instituciones, o sea, en que un caudillo demuestra que el Estado es él —y el régimen de Cuba es de éstos—, empiezan a pudrirse por la cabeza, como los peces. El pez que nos ocupa ha empezado a pudrirse. La perestroika comenzó a gestarse en el mismo instante en que Stalin expiró, y, a juzgar por el último comunicado de Castro, Cuba está en el umbral de una nueva etapa de su historia. El régimen castrista ha entrado en el laberinto de su metamorfosis. No sabemos en qué se transformará ni cuál será el recorrido que inevitablemente ya está emprendiendo.
Supongo que Raúl Castro y sus aliados militares y civiles intentarán inmovilizar el sistema, pero llegará el momento en que, para mantenerse en el poder, tendrán que hacer reformas. Las primeras serán económicas, para aliviar la dura vida que la revolución ha impuesto al cubano de a pie durante casi medio siglo.
A partir de tales reformas, con la ayuda del sentido común y el empuje cívico de una oposición unida, espero que en algún momento el inevitable proceso de descomposición del régimen dé paso a la construcción de un democrático Estado de derecho. Sólo entonces estaremos en condiciones de empezar a olvidar la pesadilla.
Isel Rivero y Méndez
Escritora cubana.
Así, he aquí, que llegó el momento en que Fidel Castro dobló la rodilla y el tiempo, siempre puntual, tocó a su puerta. Ahora qué, se preguntan, especulan académicos, disidentes, políticos, analistas, los medios de comunicación. Habrá o no una transición pacífica. Pero qué transición, qué modelo, qué camino tomar.
Lo que sabemos a ciencia cierta es que el sistema como está no puede dar de sí mucho más. Compaginar inversiones sociales, modernización del ejército, mantenimiento de las redes de seguridad tanto civiles como militares, sin un sistema fiscal de impuestos es y ha sido el modelo puesto en práctica. Esa, entre otras, ha sido la causa de la depauperación de las infraestructuras tales como transporte, vivienda y energía, sin mantenimiento posible y sin accesos ni posibilidades de entrar de lleno en una economía de mercado, anatema del sistema.
Hace sólo unos meses Fidel Castro movilizó a miles de 'agentes sociales' jóvenes para cazar a los corruptos que robaban los bienes públicos. Pensé en China y la Revolución Cultural. Pero esto una vez más reveló la ceguera de quien no puede ver más allá de sí mismo, de quien no puede escuchar sino escucharse en el solipsismo que siempre le ha caracterizado. Los corruptos, como se les llamó, es la población entera de la Isla que busca cómo subsistir, cómo "resolver" cada día. La política de la escasez, tanto como la del miedo, son cruciales para mantener a la población sumisa.
¿Entonces qué? Hablamos de una isla. Una isla con pocos recursos, excepto el sector agropecuario si fuera bien gestionado, el turismo por sus playas y cayos, algo de níquel y cobre, y para de contar. Sí, queda algo que siempre se olvida: sus recursos humanos.
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