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Mujeres rusas viven aisladas en la Isla desde la desaparición de la URSS

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Muchas mujeres rusas que llegaron a Isla principalmente casadas con cubanos durante los años de estrechas relaciones entre La Habana y Moscú viven hoy aisladas de sus raíces y en la pobreza recrudecida por la crisis económica que se inició en los noventa, reportó Reuters.

"Éramos jóvenes y Cuba era tan linda. Me hice miliciana en seguida", dijo Zoia Barash, una historiadora de cine soviético que llegó a La Habana en 1963.

Sus esperanzas de participar en la construcción de un "verdadero socialismo" se evaporaron, sin embargo, cuando La Habana copió el modelo soviético.

"Nuestra situación es difícil hoy, como es difícil la situación de todo el país", afirmó Barash, de 72 años, que vive con su pensión de 260 pesos (10 dólares) después de 30 años de trabajo para la industria cinematográfica cubana.

De acuerdo con Reuters, unas 1.300 mujeres de Rusia y ex repúblicas soviéticas como Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán aún viven en Cuba, haciendo lo que pueden para sobrevivir económicamente y con escasas posibilidades de visitar sus países de origen.

El gobierno cubano les permitía comprar pasajes aéreos subsidiados y en pesos cubanos cada cinco años. Pero la aerolínea de la Isla dejó de volar a Moscú y los boletos se pagan ahora en moneda dura que pocas de ellas pueden permitirse.

Sólo quienes tienen la suerte de recibir dinero de sus familiares logran volar de vez en cuando a casa. Con la jubilación cubana, necesitarían ahorrar durante 10 años para el pasaje.

Para la mayoría, es demasiado tarde para regresar a su país y comenzar una nueva vida. Muchas han formado familia en Cuba.

La comunicación con sus allegados en las ex repúblicas soviéticas es difícil y han quedado casi sin información sobre sus países desde que la librería rusa de La Habana cerró —cuando Mikhail Gorbachov emprendió las reformas de la perestroika— y se interrumpieron las subscripciones a diarios y revistas.

Natalia Balashova, que llegó a Cuba en 1969 tan enamorada de un militar cubano que conoció en Moscú como de la transformación social que Castro impulsaba en la Isla, ha unido a mujeres de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán en un club cultural de personas que hablan ruso Manantiales.

"Yo no sé qué cosa es la nostalgia. No voy a sentarme a llorar por lo que perdí", dijo Balashova.

"Yo sabía que venía a un país que estaba construyendo el socialismo y tenía sus dificultades. Vine consciente de lo que iba a encontrar", añadió. Aún así, se sintió como una "náufraga" cuando la URSS se desmanteló.

Elena Verselova, que trataba de salir adelante con dos hijas luego de dos divorcios en Cuba, se convirtió en disidente en Isla de Pinos, donde vivió durante 20 años.

El 26 de julio fue deportada por el gobierno cubano, según su hija Diana Aguilar, que llegó de Rusia en los brazos de su madre cuando tenía apenas nueve meses de edad.

Había sido acosada y amenazada por la policía cubana y acabó siendo arrestada, dijo su hija. Su familia tuvo que vender preciados electrodomésticos para pagarle el pasaje a Moscú, a donde llegó para empezar una nueva vida con 170 dólares en el bolsillo.

"No nos dejaron despedirnos de ella", dijo Aguilar, una estudiante universitaria de 22 años. "Espero irme de Cuba para estar con mi madre. Quiero volver a mis raíces en Europa", añadió.

El documental cubano Todas iban a ser reinas, rodado el año pasado, capturó el aislamiento en que viven en Cuba mujeres de siete ex repúblicas soviéticas.

"Fue una migración por amor. Fue una parte de nuestra utopía que se rompió, como se han roto otras", dijo el director, Gustavo Cruz, citado por Reuters.

"Todavía están aquí, tienen sus vidas y sus familias aquí, han trabajado en este país durante muchos años, y no podemos olvidarnos de ellas. Sería muy ingrato", agregó


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