Actualizado: 18/04/2024 23:36
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La vida siempre te da una revancha

Veinte años después del oscuro proceso contra los peloteros Rey Vicente Anglada y Eduardo Herrera.

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Luego de recorrer varias estaciones de policía y oficinas en medio de la batahola de aquellos días —recibió improperios porque desde luego lo reconocieron—, consigue la autorización para partir del país. Cumpliría su destino y jugaría entre 1984 y 1988 con los Tigres de Detroit y los Rangers de Texas. En la actualidad, Garbey dirige un equipo de ligas menores en Peoria, Illinois.

Aunque naturalmente no exhibido en la Isla, en el documental titulado El Juego de Cuba (2001), del cineasta español Manuel Martín Cuenca, confesaría Anglada que el día antes de su salida Bárbaro Garbey fue a verlo, a informarle de lo que había hecho, a despedirse. Desde la infancia, desde los Juegos Escolares, eran amigos. "Yo le deseé —dice Anglada— todo lo bueno que se le puede desear a un amigo, qué otra cosa podía hacer en este caso", añadió.

Pero tan sencilla explicación de la fraternidad no sirve de mucho ante la policía política cubana. El segunda base —dueño del pivoteo más espectacular que jamás haya presenciado el diamante cubano— explicaría que, desde aquella despedida, no integró el equipo Cuba en las dos temporadas que le restaban en la pelota nacional.

La cúpula del poder creyó que el objetivo mediato del habanero era seguir los pasos de Garbey y aprovechar cualquier competencia en el exterior del conjunto nacional para trasladarse finalmente a Estados Unidos. Con ello se evitaría los humillantes actos de repudio —y tal vez una golpiza— que pulularon en las semanas de la estampida.

Claro que en un deporte de práctica masiva siempre hay sustituto o susceptible de serlo. Era la época en que ascendía una luminaria: Alfonso Urquiola. Si el régimen no quería a Anglada en el equipo Cuba, el camarero pinareño, más consistente bateador aunque menor en velocidad y la defensa, le brindó una excelente coartada.

1982

Un oscuro proceso se inicia este año en el deporte nacional. Se acusa a un grupo de peloteros de vender juegos, de participar en apuestas. La ley que se aplica es la de peligrosidad, cuyas sanciones oscilan de 1 a 4 años, y se dirige particularmente contra narcómanos, antisociales de diversa laya, gente proclive al delito…

Pero en su artículo 75 aduce —y aquí toca a Rey Vicente y a Bárbaro— que quien tenga relaciones con personas potencialmente peligrosas para el orden social, económico y político del Estado socialista será objeto de "advertencias" por la autoridad, en prevención de que incurra en actividades socialmente peligrosas o delictivas.

Esta fórmula mezcla el recelo, lo equívoco, la presunción y una peligrosidad, en resumen, que fermenta realmente en los temores del poder. Sin embargo, ni aun por esta senda podían ir contra Anglada, pues él, entre otras cosas, no ha sido advertido.

Bajo presiones que no trascendieron, uno de los atletas implicados en la venta dice a la policía nombres de compañeros que nunca estuvieron involucrados en transacción alguna. Si un pequeño número de ellos realmente quebrantó le legalidad, otro grupo no lo hizo. Pero pagaron, como reza el adagio, justos por pecadores.

Sólo el tiempo demostrará al detalle el carácter ponzoñoso de aquella redada donde figuraron en total 17 peloteros, pocos de primera línea y algunos que ya habían impreso sus huellas, de tamaños desiguales.

Sobresaliendo entre todos estaba Anglada, a quien, por si fuera poco, especialistas y entendidos le auguraban un futuro entoldado de glorias. Tenía sólo 29 años y bateaba, de por vida, para un nada despreciable 291. Jamás admitió su culpa, y los apremios policíacos para que la admitiera debieron ser recios y prolongados.


Rey Vicente Anglada, actual manager de IndustrialesFoto

Rey Vicente Anglada, actual manager de Industriales.

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