«Nada garantiza que la Cuba post-Castro no sea autoritaria»
Música, mercado, democracia y futuro. Al habla con el cantautor Julio Fowler.
Julio Fowler es uno de los tantos músicos cubanos que viven en Madrid. Poeta y actor, lleva años componiendo y cantando. Haciendo música. Nacido en Santa Clara y parte de la llamada "generación de los topos", emigró a finales de los años noventa. Ha grabado dos discos: Dale mambo y el recién estrenado Buscando mi lugar.
¿Qué es más importante para usted: ser cubano o ser músico?
¡Por supuesto que ser músico! Tu pregunta es pertinente para responderla recordando las célebres placas interestelares que enviaron al espacio Sagan y Drake. Ninguno de aquellos mensajes incluía "lo cubano" como rasgo que identificase las culturas terrestres, más bien incluía el español como uno de los 55 idiomas que se enviaron. Sin embargo, aquel mensaje sí contenía la música, específicamente 27 melodías de todo el mundo, desde Mozart a Chuck Berry.
La música es un lenguaje que te abre a la comunicación y al universo como no lo puede hacer la contingencia de ser cubano. La música es mi gran conexión con el mundo, mi alimento espiritual cotidiano; pero además de ese deleite lúdico y reparador que proporciona, me permite vivir de ella e incluso expresar no sólo mi singularidad insular, sino atrapar y expresar múltiples singularidades.
'Buscando mi lugar', su último trabajo discográfico, es una propuesta diferente al anterior. Puede que esté más cercano al Julio Fowler de los orígenes, al trovador contestatario. ¿Obliga el medio a realizar un determinado producto?
No existe una relación mecánica de causa-efecto que se imponga siempre a la inteligencia y a la libertad de la persona para elegir. Desde luego que eso que llamas medio, si lo entendemos como contingencias o condicionamientos culturales externos, por supuesto que plantea imperativos a la existencia, pero al mismo tiempo existe nuestra capacidad de elección para librarnos de ellos. No siempre somos víctimas pasivas de nuestras circunstancias. Te puedes adaptar a ellas, pero también te puedes emancipar. Por eso creo que depende, por un lado, de cuáles son los imperativos de la situación dada y cómo cada cual los vive y los asume.
Si observas un poco el comportamiento del lenguaje entre los que emigran a España, verás que hay asunciones y rechazos, hay asimilaciones y resistencias; no obstante, si emigras a China, decides quedarte a vivir allí y, además, quieres seguir haciendo canciones, más vale que aprendas el mandarín como la más sabia de las decisiones, de lo contrario nadie te va a entender.
Veo, pese a las 'adversidades', una muy activa vida musical cubana en Madrid, concretamente. Una producción discográfica significativa: Boomerang, de Habana Abierta; Maqueta de Platino, Raúl Torres; En el Aire, Alain Pérez; Blowing Reflections, Román Filiú; otro de Iván Lewis (Melón); Buscando mi lugar, Julio Fowler… Todo esto en 2006. Sin embargo, los discos no se venden. Nunca llegan a 'los 40 principales' (lo que no estoy seguro sea malo del todo), pero ni siquiera llegan discos a toda la península. ¿La solución es hacer un Jarabe de Palo, un David Bisbal, tal vez un Ismael Serrano, o un poquito de rumba catalana?
Tu pregunta propone un tema problemático, complejo, que tiene múltiples aristas y que pasa por la relación artista-mercado, por las circunstancias actuales del negocio discográfico, y plantea además la cuestión de la producción-distribución de la obra. Para abreviar, responderé directamente tu pregunta más concreta. La solución, o al menos mi elección, es no rendir el potens (como diría Lezama) de la creación a las banales fórmulas mercantiles y sus estereotipos más rentables. Cuando el acto creativo está condicionado, regido por intereses comerciales, entonces está envenenado; el arte y el artista han muerto, pierde su carácter transgresor y trascendente para convertirse en un arte de complacencia al "cliente".
De lo que se trata es de sustraer la creación a la dictadura del mercado y a sus engañosas contingencias, a esa lógica totalitaria del marketing que impera en las sociedades mercantiles, de no caer en la trampa pragmática del arte-negocio, que parece condenar aquellas propuestas o proyectos musicales que no se ajustan a sus fórmulas comerciales o carecen de presupuestos millonarios para figurar en ese simulacro de "los 40 principales" o en los monumentales escaparates del music-bussines.
Una cosa es inspirarse teniendo en cuenta el legítimo deseo de socializar la obra y otra inspirarse en el interés por la ganancia y la usura. Yo quiero comunicar mi música, provocar un disfrute estético, no hacerme rico. Por otro lado, si medimos nuestro arte solamente en términos mercantiles, si aplicamos nada más criterios económicos y cuantitativos a productos estéticos, más vale que abandonemos nuestro linaje y oficio y nos dediquemos a vender churros o a operar en bolsa.
En mi opinión, se equivocan quienes pretenden valorar la música y al artista por la cantidad de discos vendidos. Se puede comerciar con la belleza, pero su grandeza y trascendencia no la refleja ni la rentabilidad ni los números.
¿Qué le parece Porno para Ricardo?
Son muy auténticos, y aunque el tipo de música que hacen es a mí entender básica, poco imaginativa y directa, al mismo tiempo creo que funciona perfectamente y es idónea para esas crónicas jocosas, irreverentes, desprejuiciadas y subversivas, que satirizan y cuestionan una sociedad que vive en la escasez y la opresión.
¿Ha escuchado el disco 'Alamar Express'?
Todavía no, aunque tengo alguna información sobre ellos. Bien sabes cuánto me seduce el arte que lubrica las neuronas (como dice una amiga), que se asume como un ejercicio de honestidad y libertad creativa, y además es capaz de provocar cortocircuitos sociales; así que espero tener ese proyecto bien pronto en mis manos.
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