Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Artes Plásticas

«Nadie está dispuesto al borrón y cuenta nueva»

Al habla con Tania Bruguera tras su performance en la Bienal de La Habana, donde blogueros y artistas pidieron libertad y democracia.

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La serie El susurro de Tatlin, la última performance de Tania Bruguera, permitió por un minuto, en un podio y frente a un micrófono, que blogueros, artistas e invitados cubanos y extranjeros que asistían a la Bienal de La Habana pidieran libertad y democracia para la Isla, y hablaran de dictadura, miedo, cambio y presos políticos. Desde La Habana, la autora respondió a CUBAENCUENTRO.com algunas interrogantes sobre lo que ocurrió allí, la reacción de las autoridades, y de su obra, que "trata de forzar las maneras en que los políticos y la gente habla de la realidad".

¿Qué piensas sobre la declaración del Comité Organizador, que calificó el resultado de tu performance de "provocación a la Revolución"?

Me molesta mucho que "la parte" que trabaja para el gobierno de Cuba y la que trabaja desde fuera criticándolo, tengan respuestas tan gastadas y previsibles. Son estructuras cimentadas en ideas de lo político que no deberían pertenecer a este siglo, ni a las ventajas que tenemos como cubanos de redefinir por dónde ir, crear un diálogo que sea cívico y respetuoso, y pueda imaginarse un futuro para todos, desde los ex chivatos hasta los que se metieron en organizaciones paramilitares que atacaron Cuba.

Es totalmente aburrido, patético y políticamente peligroso que los que están a cargo de ese futuro, hagan lo mismo: a quien cuestiona la Revolución, se le define como enemigo, que no tiene valor, y se le realiza una campaña de desmoralización popular, y su inteligencia se convierte en mediocridad cultivada por el enemigo extranjero; y que cuando uno reconozca cosas buenas de la Revolución, se le tilde de integrante de la Seguridad del Estado. Esta intolerancia no es productiva y, mientras siga, no habrá manera de intervenir en el proceso político de Cuba. Ninguna de las dos partes ha creado un lenguaje nuevo, ni están dispuestas a poner a un lado el dolor y pensar en un futuro de borrón y cuenta nueva, ni a inventarse un espacio con respeto para el otro, crear un puente donde esa fluidez nos haga sentir orgullosos.

Por suerte, el pueblo lo ha hecho por su cuenta. Si queremos un futuro distinto, tenemos que trabajar muy duro emocional e intelectualmente como país, como cultura. Me gustaría seguir estando orgullosa de ser cubana, porque significa algo para el mundo (aunque eso incluya educar a los otros y corregir sus visiones extremas de apoyo o crítica de lo que Cuba significa). Hay que crear un nuevo discurso, uno que no tenga 50 años.

¿Te refieres a lo que se dijo en la performance por los blogueros, artistas e invitados que intervinieron?

No. De hecho, creo fue una propuesta para una manera de hacer las cosas y hablar diferente. Estoy muy orgullosa de todos los que hablaron a favor o en contra de lo que es Cuba ahora. Espero se haya entendido. La obra era una estructura abierta donde la responsabilidad estaba en el público. Propongo con mi obra un espacio diferente para hablar de la realidad cubana. Me gustaría pensarlo como un modelo donde el privilegio se utiliza y no simplemente se disfruta. El público entendió muy bien que en el gesto que estaba tratando de construir se podía hablar de manera honesta y abierta de lo que pasa y las exigencias para un futuro cercano. Reconozco que "ambas partes" me han tratado con respeto y me han dado la oportunidad de utilizar un espacio para compartir mi visión de la Cuba que me gustaría tener y construir.

¿Te molestó su manera de interpretar los hechos?

De presentar lo que sucedió. No podemos pensar como en el año 1959. Trato de hacer una obra que sea de aquí y de ahora, y quisiera forzar con mi trabajo, que es político —aquí, en Londres y donde sea—, las maneras en que los políticos y la gente se proponen actuar en la realidad. La reacción de ambos lados no me satisfizo, porque creo que trataron de dar interpretaciones en vez de presentar los elementos y que hablaran por sí solos en la mente de los espectadores. Pero al menos el público aprovechó la oportunidad y mostró una cara que era nueva para mí y de la cual estoy muy orgullosa.

Me emocioné muchísimo. Es la primera vez que lloro con mi obra, porque había la posibilidad de que el podio se quedara vacío. Estaba preparada para que no pasara nada y pensar: 'Ok. Esto es lo que somos en este momento: el podio vacío'. Ver que tanta gente se paró y dijo lo que quiso, porque también hubo gente que habló a favor de la Revolución. Me molestó el nivel de radicalización del discurso que no deja espacio para el diálogo, de ningún lado.

Pero en tu performance, las interpretaciones las hizo la prensa y quienes comentaron en sus blogs lo que sucedió allí, no las organizaciones oficiales fuera de Cuba.

Esto es cierto, pero fuera de Cuba la prensa es la que más se ve y más influencia ejerce, porque las organizaciones no se sienten, ni se ve muy claramente lo que hacen, al menos no tienen mucho impacto dentro de Cuba.

¿Habías realizado este tipo de performance allí anteriormente?

En Cuba no. En Valencia, para un festival de performance.

Entonces, los organizadores de la Bienal sabían de qué iba…

Sí, claro, estaba autorizado todo. Los elementos de mi pieza se discutieron con el director de la Bienal y con el del Consejo de la Plástica, y compartí mi experiencia y mi temor de que se pudiera ir por la parte de lo jocoso cuando se subieran a hablar, o por la no participación del público. La obra es parte de una serie que se llama El susurro de Tatlin, que he hecho en España, Londres, Estados Unidos. Trato de activar, como una experiencia real para el espectador, imágenes que son de la prensa plana o de los medios masivos, con las cuales uno no tiene ya empatía emocional porque pasaron en otro lugar, o hace mucho tiempo. Las he llevado a la experiencia en vivo, para que el público de la obra tenga la experiencia directa y, cuando vea una imagen similar de nuevo en la prensa, la recuerde como una experiencia que comprende y que le pertenece porque la ha vivido.

El Comité Organizador fue agresivo con las personas que pidieron libertad y democracia en la performance…

¿Quieres decir en su comunicado? Eso es un ejemplo de lo que decía antes. Pero estoy muy orgullosa del camino que tomó la pieza, porque se activó.

¿Has recibido algún tipo de presión?

Hasta ahora no a nivel personal, aunque la exposición de Galería Habana terminó con la primera parte del proyecto (la exposición) y no se permitió seguir con la segunda: las conversaciones y presentaciones públicas de las obras de los muchachos. Pero como dice el dicho: del lobo un pelo. Logré mucho más de lo que imaginaba. Me han tratado con guantes de seda y mucho respeto, no puedo quejarme, quizás "demasiado bien". También la manera en la que se expresó sobre mi pieza Abel Prieto, para el periódico La Jornada. A él lo respeto mucho y lo considero valioso, porque está tratando de buscar soluciones. No es un burócrata, no encierra las cosas en viejas trampas y entiende el valor del arte para el discurso político con creatividad.

Mi trabajo es empujar los límites de la institución; el de ellos, preservarlos, y en esa "danza", todos sabemos lo que hacemos y que la música se acaba, pero estoy orgullosa de la tolerancia de la institución y de mi exigencia como artista. Parte del respeto es que el diálogo ha sido estrictamente con los dirigentes de la Bienal y del Ministerio de Cultura, y no con otros órganos políticos, lo cual es un paso importante, y no he sido forzada a firmar nada.

En su declaración me han exonerado de cualquier "culpa", lo cual aprecio en lo personal, pero en lo profesional es como si mi obra no fuera lo que fue y lo que pasó la invalidara. En el arte en Cuba, la batalla está ahora en la interpretación, en la distribución de los significados. La institución entendió que lo que hago viene de un lugar que es el de la crítica revolucionaria y constructiva que aprendí en la escuela, y esto ayudó. Lo que podría cambiar es lo que cada cual entiende por revolucionario.


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