«No puedo ir a La Habana a ver ruinas»
El showman y escritor venezolano Boris Izaguirre habla sobre su novela 'Y de repente fue ayer', inspirada en Cuba y en Félix B. Caignet.
Lo mismo le pasó a la Loynaz. Y a Lezama Lima. Y a Virgilio Piñera, y a tantos menos conocidos fuera de Cuba.
Supongo que eso haga aún más difícil que el libro llegue a leerse en Cuba, y dirán que este hombre nos está descubriendo a este creador olvidado.
Como los libros de Cabrera Infante, Arenas, Zoé Valdés y otros autores, entrará clandestino a la Isla y se venderá en el mercado negro a precios astronómicos. En Miami sí se puede leer tranquilamente.
He sido invitado a la Feria del Libro de Miami. Estoy encantado de acudir, y pensando muy bien lo que tengo que decir. Me acuerdo que cuando escribí como coautor La dama de rosa, fue una de esas telenovelas de los ochenta que el gobierno cubano compró. Los anticastristas furibundos de Miami comenzaron a pegar gritos y a boicotear la emisión en Univisión. Para los productores, era más importante que se emitiera en Univisión que en Cuba, y a partir de ahí me di cuenta de que con el tema cubano hay que ir con mucho cuidado, porque uno no quisiera herir a nadie.
Yo, desde luego, no quiero herir, pero tampoco quiero que se crea que estoy muy de acuerdo con su actitud. Siempre he pensado que el anticastrismo ha hecho solidificar aún más a Castro. Lo mismo puede comenzar a pasar con Chávez, en el sentido de que la oposición chavista no ha hecho más que reinstaurar una y otra vez a Chávez en Venezuela, y en menos tiempo, ya que no se pueden comparar diez años contra cincuenta de Revolución, ni comparar a Cuba con Venezuela.
En ese sentido, me inquieta. Por supuesto que me inquieta, e incluso me ha dejado sin dormir. Cuando estaba escribiendo esta novela, me decía: "No puedo dejar a Efraín y Óvalo sin vida".
¿Y mientras escribías no tenías escrúpulos de conciencia con respecto a tus padres, que han sido tan admiradores de la Revolución?
Sí. Y para mi fue muy importante ver la reacción de mis padres cuando leyeron esta novela.
Les conocí en Cuba en una reunión del poeta y cineasta venezolano Edmundo Aray, entonces director de la Escuela de Cine de La Habana, financiada por García Márquez.
Aray ahora es uno de los intelectuales chavistas. Tanto Belén como Rodolfo iban a los festivales de ballet y de cine de Cuba, como invitados oficiales.
Al final de la novela, toda esa reunión de grandes actrices, en el funeral del personaje de El Catire, es un homenaje a tu padre…
Sí. Sin duda. Es una apreciación tuya muy bonita, aunque mi papá es de un cine más europeo, y la cultura hollywoodense me la ha dejado a mí. Pero sí. Es una reunión delirante. No todo el mundo reacciona con la exuberancia que yo esperaba con el final de El Catire, porque creo que ese es uno de los grandes momentos de la novela. Pero a mí me encanta que Efraín tenga que organizar el funeral de El Catire, en los primeros días de enero de 1959, cuando esa ciudad de La Habana está desbordada, porque es el triunfo de la Revolución.
Y entonces él dice: "Es la historia de mi vida y yo voy en dirección contraria, con una Revolución que viene hacia mí y yo tengo que organizar un funeral". Para mí, es el momentazo. Y luego, el propio funeral es como la despedida a todo ese mundo. Es el enterramiento de todo ese sistema que también explotaba a toda una nación.
Confiésame en quién está inspirado el personaje de El Catire.
Bueno, te lo digo. Por primera vez. Ya directamente no te lo voy a ocultar. Es Eroll Flyn. Hace muchos años me leí una autobiografía suya, que está llena de mentiras; porque, claro, están todas escritas por él. Siempre me fascinó. Es un hombre que no tiene nada en común conmigo. O, por entonces, no tenía nada en común conmigo. Quizás ahora, a los cuarenta años, sí comience a tener algo en común. Por ejemplo, el hecho de ser un caballero loco, un inventor. Del chico que leyó ese libro hasta ahora, todo lo que he utilizado de mi recuerdo de esa lectura para hacer el personaje de El Catire, han pasado muchos años. Lo veo y me digo: "Dios mío, qué hombre tan guapo. Me parece lo máximo de guapo y de increíble".
El período de La Habana que describes, coincide con Tres Tristes Tigres, de Cabrera Infante.
Almodóvar me dijo: "Si vas a escribir eso, tienes que leerlo". Le dije: "Mira, Pedro, lo leí de niño y tengo grandes recuerdos perfectos de ese libro; pero, si lo leo ahora, creo que me paralizo". Pero me dijo: "Qué difícil escribir eso, tú no sabes de Cuba, tú no la conoces". Pedro también me contó cosas muy tremendas. Por ejemplo, las diferencias que ha tenido con el sistema cultural, ya que de repente querían mucho abrazarle, agasajarle, pero no permitían la exhibición de La Ley del deseo. Y él tuvo grandes problemas con eso, porque evidentemente no estaba de acuerdo en que, por un lado le celebraran y, por el otro, le censuraran, ya que el público cubano no podía ver una película suya.
En tu programa Crónicas Marcianas, entrevistaron a un agente de la Seguridad del Estado que huyó de Cuba. Hizo público que allí se grababa en privado a los invitados, entre ellos a Massiel, que dijo que le importaba muy poco, porque lo que hacía en privado en La Habana era dormir.
Ciertamente. Todo eso lo he vivido, incluso a través de mis padres, que eran invitados oficiales, y mi papá tenía una relación más o menos directa con Alfredo Guevara (hum, es la primera vez que menciono este nombre), y claro, cuando yo oía todo esto, pensaba en lo que ellos tuvieron que pasar en su relación con la Revolución, y darse cuenta de que la Revolución censuraba, que la Revolución dogmatizaba.
Hablas en presente.
También es previsible que una Revolución haga esto. Pero con la Revolución Cubana no, porque fue en su momento un estallido de liberación.
Esa fue la imagen que inicialmente se proyectó al mundo…
Inicialmente. Pero fue un proceso muy difícil para toda esa generación. Por eso, siempre hablo del desengaño y la manipulación. Es por lo que Óvalo representa todos esos defectos. Es el otro gran protagonista de esta novela. Un hombre bello y un personaje que juega con la verdad y el engaño, básicamente. Una persona bella y perversa. No podemos contar el final, pero le dicen: "Tú te estás convirtiendo en el Hermano".
¿Óvalo termina creyendo en la Revolución o siendo un farsante?
Eso lo tiene que decir el lector, no yo. Pero, sin duda, es una novela donde es muy importante asimilar la desilusión, porque incluso es la única manera de contarlo, ya no desde la derecha, sino desde el punto de vista de la izquierda.
Las telenovelas en las que ha participado la cubano-venezolana María Conchita Alonso —ganadora de un Grammy en 1988—, están prohibidas en Cuba, y su hermano Robert Alonso, que es periodista, ha tenido que dejar Venezuela como antes sus padres abandonaron la Isla.
Todo eso es muy triste.
Y Gloria Estefan sigue censurada en la Isla, como Elsa Baeza, Olga Guillot, Mike Pourcell y todo el que se fue…
Lamentable.
¿Crees que todo lo que has hecho en la televisión española te lo hubieran permitido bajo la Revolución Cubana?
No. Nunca en la vida. Por supuesto que no. Nosotros vivimos todo lo que sucedió con Reinaldo Arenas. No solamente las novelas que él vio publicadas en vida y que sacó de Cuba de la manera en que las sacó, sino un libro como Antes que anochezca es quizás una de las cosas que más daño le ha hecho al régimen castrista. Mi padre me contaba que cuando él iba a Cuba y preguntaba por Arenas, antes de que escapara por el Mariel, le decían que estaba de vacaciones. Y luego se supo que no era así, que estaba preso.
Hay una frase de tu novela que dice: "Cuba no es más que una isla en espera de un reto".
Pero no es mía, sino una frase del propio Comandante en un discurso. Hay pequeñas claves como la del número 7, que era como se le conocía [En la santería cubana es el número de Changó, dios de la guerra]. Y ya hay frases suyas que dan una idea de su grandilocuencia. Me encanta cuando Efraín se va de Cuba y desde el avión ve la isla y dice que es un dinosaurio que está nadando en el mar, y así es como yo me imagino a ese estratégico y conflictivo país.
Un dinosaurio que puede levantarse y arrancarte la cabeza en cualquier momento si disientes. Incluso siendo su propia hija.
Generalmente un dinosaurio lo hace. Por cierto, tuve una experiencia magnífica en una edición del programa La Ventana, en Miami, en que estaba Alina (Fernández) y Paulina Rubio juntas. Y yo me dije: "Vaya mujeres más distintas las que están hablando aquí".
Bueno, con lo que hemos hablado ya tengo la entrevista…
Ay, no. No te vayas. Pregúntame más cosas. Te hago otra confesión que no le he dicho a nadie, y sólo lo digo por ser tú: ¿sabes que yo quería ser pionero?
¿Qué? ¿Estabas loco?
En Venezuela, a principio del setenta, no había relaciones con Cuba. Se rompieron cuando Betancourt. Pero había una delegación consular. Una señora que trabajaba ahí te entrevistaba para ver si tú podías aplicar para ser pionero en Cuba. Era por mis padres, lo que yo realmente quería ser y fui a la cita. La señora venga a preguntar, y yo como un loco a disparar en las respuestas nombres de mártires como Camilo Cienfuegos, a dar datos que me había estudiado muy bien. Y de pronto me responde que no podían aceptarme. Porque yo era un "plutócrata".
¿Qué significa que eras un ácrata de Plutón?[grandes carcajadas de los dos]
Creo que yo tenía nueve años. Fui corriendo al diccionario a ver qué significaba eso. Y era una persona que no cree en la democracia, ni que las clases inferiores puedan acceder a la educación de las superiores. La preponderancia de los ricos y de las clases altas en el gobierno de un país. Me sentí que mi sueño se desvanecía, y a partir de entonces comencé a tener una relación muy difícil con Cuba. Nunca he querido ir a Cuba, pudiendo ir, porque viviendo en Europa sentiré que voy a formar parte del turismo sexual que me horroriza.
Y tampoco aprovecharme de la relación que en un momento determinado mis padres tuvieron con señalados funcionarios y autoridades de la Revolución, porque iba a ver otra parte que tampoco me va a gustar: esas son las dos razones por las cuales no voy. No puedo ir a La Habana a ver ruinas y luego, indiferente, bañarme en playas increíbles. Es que no puedo. Y tampoco puedo ir a ver los llamados logros culturales de la Revolución, porque también tengo conflictos con eso, porque sé que hay dogmatización, que hay censura y que no les está permitido a los cubanos expandir aún más su tradición cultural. Les han impuesto unas determinadas pautas culturales con las que no estoy y no puedo de ninguna manera estar de acuerdo. Para mí es muy difícil.
En su momento, la cultura se sovietizó, o mejor, se "estalinizó"…
Y eso hay que estudiarlo. Y también lo que significó la organización de Países No Alineados, que fue una idea también de la Revolución. Estudiar lo que significó Angola y las guerrillas de los años sesenta en todos nuestros países. Y para mí es muy importante poder comentarlo aquí así, porque es la primera vez que puedo acercarme a Cuba.
Pues, prepárate bien para tu visita a Miami.
Me choca que tenga que ser Miami la que al final te permita hablar de Cuba. Hubiera querido que Madrid fuera un lugar para eso.
Tú libro está dedicado a nuestro amigo Leopoldo Alas, hace ya un año fallecido. Estaba al tanto de tu proyecto por él. Todas las semanas nos veíamos.
Sí. Porque esta novela es una historia de la amistad. Es una novela sobre la amistad, una gran amistad enmarcada en una Cuba determinada. Los dos amigos hacen dos revoluciones, uno la de la telenovela, y el otro la política. Me han dicho que muchos de los diálogos parecían reales, como si de verdad hubieran pasado. La muerte de Leopoldo fue inesperada y marcó mucho este libro, porque yo estaba metido totalmente en su escritura. Pero creo que tuve con él esa conversación final, y sí hablamos y sí nos despedimos. De ahí me vino la idea de que la amistad es un músculo y es una aventura y un recorrido. Y el recorrido tiene un principio y un final. Por eso el libro acaba con ese diálogo entre ellos, en que se está cerrando para siempre una insólita e intensa amistad.
Una última cuestión. Ese nombre que tienes es ruso…
Sí, pero por el francés Boris Vian. Aunque también por Boris Godunoff. Una enfermera, que por Boris Karloff. Y así nací yo.
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