Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Artes Plásticas-Literatura

«No somos Occidente»

Entrevista al pintor Ramón Alejandro, a propósito de la influencia del francés Louis-Ferdinand Céline en la cultura latinoamericana.

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Saint Michel y Saint Germain eran barrios bastante pobres al nivel de las calles, si bien los buenos edificios estaban llenos de familias burguesas, pero merodeaban por fuera de ellos los vagabundos, y todavía se sentía la llamada "Après guerre", las secuelas de la Segunda Guerra Mundial eran todavía muy sensibles. Había mucha vida de café, mucha salita de cine, mucha librería. Y por la noche mucho ligue homosexual alrededor de las meaderas o "vespasianas", como les decían, que existían en abundancia por toda la ciudad. Eran de varias plazas, generalmente tres, pero siempre sobresalían por debajo de la valla protectora para impedir ver lo que pasaba adentro; más pares de pies que el número de plazas disponibles. París olía a meado por aquel entonces.

Pero insisto en lo afirmado por Jiménez Leal: ¿Hay insuficiencia en la aceptación de la influencia de Céline, incluso de "lo francés", en el ámbito latinoamericano? ¿Cree, como la mayoría de la gente, que se debe a un prejuicio político?

Lo que de verdad no estamos dispuestos a reconocer es otra cosa más importante y más grave para nosotros. Es el hecho de que no somos parte integrante de Occidente, como queremos creer que somos. Los hechos demuestran que no nos consideran más que como un apéndice atrofiado de la civilización europea, y no un retoño vigoroso como el norteamericano. Somos una rama que se fue a menos.

Las élites de nuestros países se hacen los chivos locos y consideran que son occidentales, es decir, que participan del prestigio de "occidente", porque saben que en el corte vertical de nuestras sociedades, esa rama podrida empieza por debajo de su clase social. La alta burguesía se cree occidental y sabe que de ella para abajo en sus propios países comienza otra civilización.

Una civilización condenada al fracaso y abandonada por ellos a la evangelización de los fanáticos protestantes, de los que esperan que inoculándole a las masas (que ellos consideran incultas porque ni siquiera conocen su cultura autóctona) el virus de la "american way of life", que comienza por el protestantismo y continúa por el uso cada vez más generalizado de la lengua inglesa, van a "civilizar" este traspatio decrépito del mundo, ese terreno baldío de lo que fue un día el arrogante imperio español. Pero volviendo a tu pregunta, te diré que es verdad que el latinoamericano está nutrido para bien o para mal desde hace tres siglos, o dos siglos y medio, por la literatura y el pensamiento francés.

Es normal que entonces Céline, quien provocó un gran escándalo con la confesión pública de su cobardía, como otros lo provocan confesando sus vicios sexuales u otra extravagancia desde el punto de vista siempre estrecho de la "normalidad" social, haya impactado igualmente a esos epígonos natos que son nuestros intelectuales y artistas, siempre prendidos y chupándole las "mamelles", es decir, las tetas culturales, a "La France".

En este terreno no se puede olvidar tampoco al anglo Faulkner y al cubano Novás Calvo. Ya Carpentier en su búsqueda desesperada de una identidad propia se había nutrido de Novás Calvo con provecho. Luego pasó con sus obras algo de esa sustancia a los del boom. Pero con menos efervescencia que Novás Calvo, que, sin embargo, no fue tan leído como él por esas cosas que suceden del mercado y la crítica y toda esa maquinaria que se crea espontáneamente para ocultar talentos en vez de promoverlos y que a veces se nombra "los intereses creados", y que es tremenda maquinaria de moler el arte en general.

Destruye lo que pueda destruir a su paso para que los "hombres de letras" y los "pintores oficiales" puedan medrar. Como en política los "generales y doctores" eliminan a los Maceo, Martí, Mella, Guiteras y Chibás para poder atracarse con la riqueza nacional y seguir yéndose a París a hacerse los occidentales. En París, Offenbach los ridiculiza caricaturizándolos con gracia, inventando ese personaje del rico brasileño de "La Vie Parisienne", donde se muestra de manera bien brillante el desprecio que siempre sintieron por nosotros los "rastacueros".


Sin título 1102. (RAMÓN ALEJANDRO)Foto

Sin título 1102. (RAMÓN ALEJANDRO)