Actualizado: 01/05/2024 21:49
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Artes Plásticas-Literatura

«No somos Occidente»

Entrevista al pintor Ramón Alejandro, a propósito de la influencia del francés Louis-Ferdinand Céline en la cultura latinoamericana.

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Discretamente convencidos por lo bajo, y con el mayor sigilo y subuso, siempre consideraron que la República cubana era una cómoda escenografía en la cual fingir una independencia que ellos mismos sabían mejor que nadie que era sólo apariencia. El trasfondo era la integración económica generadora de riquezas y bienestar material, para empezar. Luego ya se vería cómo entrábamos a hacer parte plenamente de Norteamérica. La finalidad era acceder al "american way of life", con soberanía si fuera posible, pero sin ella si llegase el momento en que hubiese que renunciar en aras del sacrosanto desarrollo económico.

Narciso López no está muerto. Ni nunca murió. Su fantasma anduvo deambulando por los lujosos pasillos del Capitolio Nacional y el Palacio Presidencial durante los cincuenta años de esa independencia de mentiritas, que se disolvió en el aire cuando llegó al poder la revolución, que todavía lo tiene firmemente agarrado en su puño. Sobre todo, después de la sorprendente desaparición de la difunta Unión Soviética, que también se disolvió en el viento de la Historia. Hoy, Cuba está magníficamente sola, firmemente asentada en el sueño de soberanía nacional que la hizo surgir de las tinieblas de la colonia española, desde los inicios del siglo XIX. Y pagando el precio de su descomunal pretensión.

Habla en el caso de Cuba de una pretensión histórica "descomunal", como si no se hubiera calculado bien la relación entre el tamaño de la fuerza y el alcance de la misión. ¿Aplica ese juicio para juzgar la crítica radical del capitalismo que buscó la revolución?

Cuando califiqué de "descomunal" la pretensión cubana, quise poner énfasis en algo que me parece es también específico de la revolución cubana. Y tiene dos aspectos diferentes, aunque por supuesto ambos estén relacionados entre sí. Y sobre todo son consecuencia de un factor fundamental, en nuestro caso, que es la originalidad de la personalidad de Fidel Castro, quien ha sido el motor de toda esta última etapa que culmina el proceso de afirmación de nuestra soberanía y que se desarrolla sin interrupción, a la mayor sorpresa general desde hace ya medio siglo. Pasando imperturbable entre los cambios espectaculares que ha sufrido el mundo durante estas últimas cinco décadas.

Estos dos aspectos de los que hablo son, por una parte, una antinomia marcada entre la búsqueda de una mayor riqueza y bienestar económico, que es el ideal de las sociedades occidentales, con la búsqueda de un ideal de igualdad y fraternidad —llevado incluso a escala planetaria— que cae dentro del campo de la utopía más descabellada. Entrando en el campo del idealismo casi religioso, que es lo que le ha garantizado, hasta hace poco, la adhesión de una gran parte de los intelectuales de todo el mundo y el de amplios sectores de la población desfavorecida socialmente de Latinoamérica y también, aunque en menor escala, en el resto del planeta.

El otro aspecto es el de la marcada asimetría entre los medios al alcance del nuevamente constituido Estado "revolucionario" cubano y la talla del enemigo que se buscó, o más bien del mismo enemigo que generó esa aparición del fenómeno revolucionario cubano. Porque la aparición del fenómeno cubano no se explica sin la excitación provocada por la agresividad del expansionismo económico, político, militar y hasta cultural norteamericano. Es como la generación de una rara perla, que no es posible sin el granito de arena contra el cual el molusco comienza a secretar su nácar.

Como decía más arriba, la originalidad de estas formas manifestadas por la revolución están directamente relacionadas con la personalidad de Fidel Castro, y aún más, precisamente con la filiación de maestro a discípulo que este último afirma cuando reclama las enseñanzas que expresan los últimos escritos de José Martí en relación con el destino universal de la lucha iniciada en Cuba contra el imperio español y la relativamente modesta, pero insoslayable, resistencia de los pueblos latinos de América ante la natural expansión del poderío militar, económico y político del emergente imperio angloamericano que se les vino encima por el hecho de compartir el continente con este retoño virulento de las sociedades de la Europa occidental.


Sin título 1102. (RAMÓN ALEJANDRO)Foto

Sin título 1102. (RAMÓN ALEJANDRO)