Actualizado: 18/04/2024 23:36
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A debate

Adiós imposible

Que la política republicana y Fidel Castro atrajeran a su sartén el relato heroico, es harina de otro costal.

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Reflexionar la historia desde el siglo XXI y tratar de encajar esta visión en la barbarie de dos siglos atrás origina desenfoques de bulto. El pie a la ilustración del artículo [dicho pie es autoría de la redacción] sugiere que la Protesta de Baraguá fue polémica historiográficamente hablando. Maceo y los que con él estuvieron bajo el célebre mangal, conocían la tremenda desventaja de continuar la guerra, ya fraguado el Zanjón.

Como escribió Jorge Ibarra y refrenda Aline Helg, la firma de la paz tuvo su génesis en la transformación del ejército insurgente en fuerza multirracial, lo cual pesó más que las consideraciones militares y condujeron al liderazgo del alzamiento a negociar el Pacto.

Harina de otro costal

He aquí negativos recodos en que se identifican reformismo autonomista y porciones de la independencia. Es una de las continuidades más dilacerantes del devenir cubano que debiera quedar siempre bien marcada cuando se aborden disfunciones locales, lo que se ha dado en denominar microhistoria. Por cierto, no siempre sucede en Espacios, silencios y los sentidos de la libertad. Cuba entre 1878 y 1912.

La trascendencia de Baraguá residió en que allí Maceo le planteó a Martínez Campos la abolición inmediata de la esclavitud. Y recuérdese que como consecuencia del Pacto y única forma de concluir la guerra, 16.000 negros en las filas rebeldes alcanzaron su libertad. Pero Maceo, sin duda, quiso ir más allá. Por esta actitud, sociedades antiesclavistas en Estados Unidos y en Londres le rindieron pleitesía.

Perseguido día y noche por los refuerzos traídos desde zonas pacificadas y convencido de que no ganaría la guerra, Maceo "se vio obligado a solicitar salvoconductos al general español Martínez Campos para abandonar Cuba con rumbo a Jamaica", escribe el autor de Desmontando, y recuerda que el metarrelato del poder ha olvidado tal solicitud.

Sin embargo, el articulista pierde, a su vez, un detalle nada banal. Fue el gobierno provisional quien ordenó a Maceo que abandonara la lucha ante una muerte segura e infértil. El periódico independentista La Verdad afirmó el 8 de junio de 1878 que "él [Maceo] no acordó su salida con el Jefe español, ni se ha rendido como dice un periódico de Madrid".

Pero hay más. En la mezcla de habilidad ladina y caballerosidad que se acomodaban en Martínez Campos, sustrae éste a Maceo de la multitud que lo vitorea en el poblado de San Luis y lo invita a almorzar. Corren las últimas horas del hijo de Mariana en Cuba. Luego de una charla de sobremesa en que Martínez Campos elogia la capacidad bélica del general mambí, al despedirse, Maceo le dice en la cara al militar español: "Haré cuánto pueda por volver y entonces emprenderé de nuevo mi obra".
Por lo menos yo, a nada de esto puedo —ni quiero— decirle adiós. Que la política republicana y Fidel Castro atrajeran luego a su sartén el relato heroico, que es en esencia afán de libertad e informe indócil, es ya harina de otro costal.


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