Adiós, Louis Michel

La enésima visita a Cuba de Louis Michel, hace quince días, ha sido probablemente la última que haya realizado como comisario europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria a la mayor de las Antillas. Echará de menos en el futuro sus paseos por el Malecón, montado en la Harley Davidson que el régimen ofrece a sus visitantes más amistosos, amén de otro tipo de atenciones personales que tanto agradecen en sus estancias en la Isla ciertos dignatarios extranjeros.

Si bien el mandato de la actual Comisión Europea, presidida por José Manuel Durâo Barroso —conservador portugués y maoísta en su juventud—, terminará a finales de año, el comisario Michel —liberal belga-francófono— se verá forzado a renunciar en breve, ya que encabeza la lista de su partido para las elecciones del Parlamento Europeo, que se celebrarán el 7 de junio.

A más tardar el 14 de julio, Michel tendrá que dejar la Comisión para ocupar su escaño parlamentario, perdiendo el régimen cubano a uno de sus principales valedores en Europa.

"Es extremadamente difícil hacer progresos" con el gobierno cubano en lo que respecta a la liberación de los presos de conciencia, afirmó Michel durante su más reciente visita a La Habana, que coincidió con el sexto aniversario de la oleada represiva conocida como la Primavera Negra.

Es imposible, no extremadamente difícil, progreso alguno si las autoridades cubanas saben que la otra parte no exigirá ni el más mínimo gesto para abordar los asuntos que al régimen le interesan, habría que decir.

Para Michel no han sido obstáculo en la "cooperación" las graves violaciones a los derechos humanos que el gobierno cubano comete un día sí y otro también.

A diferencia de su predecesor, el danés Poul Nielson, los derechos humanos han resultado una molestia de procedimiento para el actual comisario, disgustado por importunar al régimen de los Castro con esas bagatelas.

El comisario ha conculcado el mandato de las conclusiones del Consejo de Ministros de la Unión Europea, que en junio de 2008 estableció la exigencia de la liberación de todos los presos políticos, incluyendo los encarcelados en la primavera de 2003, como "prioridad fundamental".

Michel ha asumido más bien una actitud legitimadora de la dictadura, pese a reconocer que no hay ningún avance en ese campo.

¿Por qué ha incumplido el comisario su obligación, fijada en las conclusiones del Consejo, de "proseguir un diálogo con representantes de la sociedad civil y de la oposición democrática (…) para fomentar el respeto de los derechos humanos y el avance real hacia una democracia pluralista"?

Siguiendo con el mandato del Consejo de Ministros de los Veintisiete, ¿qué "apoyo práctico" ha ofrecido el comisario "a todos los sectores de la sociedad para un cambio pacífico en Cuba"?

Sin embargo, no hay incoherencia por parte del hábil Michel, experto en las artes de la flotación, de supervivencia política y de nadar y guardar la ropa.

Michel apuntala a dictadores y autócratas, al tiempo que critica la defensa de los derechos humanos que ante ellos realizan otros políticos, como la que hizo en Kinshasa, ante el presidente congoleño, Joseph Kabila, el ministro belga de Exteriores, Karel De Gucht, liberal flamenco.

De Gucht lamentó las violaciones a los derechos humanos (falta de "moderación en el uso de la fuerza", dijo con eufemismo) y criticó la corrupción ("mala administración", la llamó cortésmente) de Kabila, quizás creyéndose con derecho a abordar este asunto porque los contribuyentes belgas aportan 200 millones de euros al año en ayuda al gobierno congoleño. Joseph Kabila heredó la presidencia de su padre, Laurent-Desiré Kabila, asesinado en 2001.

Los Michel —el comisario europeo y su hijo, Charles Michel, ministro federal belga de Cooperación y Desarrollo— criticaron a De Gucht, quebrando el primero el principio de neutralidad en asuntos internos que se exige a todo comisario europeo y rompiendo el segundo la solidaridad debida hacia compañeros de gobierno.

Tras la salida de Michel de la Comisión Europea, La Habana podría encontrarse con la sorpresa de que su sustituto sea menos condescendiente a la hora de facilitar cobertura política y ayuda financiera a un régimen que no respeta los más elementales derechos de sus ciudadanos.

Los rumores apuntan a que el sucesor de Louis Michel podría ser el propio Karel De Gucht. También se habla del ex primer ministro Yves Leterme, democristiano flamenco. De cualquier modo, el régimen probablemente no encontrará la colaboración incondicional que hasta ahora les ha mostrado el "amigo" Michel.

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