Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Conflicto y diplomacia (II)

Relaciones La Habana-Washington: ¿Influyen las nuevas realidades internacionales en el recrudecimiento de la represión en la Isla?

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La diplomacia es el espacio que han de emplear los Estados para dialogar y entenderse —incluso para alcanzar la paz en medio de un conflicto bélico—, no para que sea canal de expresión de otras formas de confrontación. La llamada "guerra de carteles" entre la Sección de Intereses de EE UU en La Habana y el gobierno de la Isla, es por ello una aberración.

Hoy Fidel Castro protesta porque un presidente estadounidense, que comparte en curiosa medida ciertos presupuestos suyos, ha decidido entrar también en el juego de emplear la diplomacia como otra modalidad de guerra en lugar de su alternativa.

No le gustan a Castro los carteles y vallas lumínicas que han puesto en la fachada de la Sección de Intereses en La Habana. No le falta razón al decir que no es función de una misión diplomática poner carteles que critican al país anfitrión. Pero la primera valla de esa naturaleza fue colocada por orden suya, hace décadas, frente a la Sección de Intereses de EE UU y todavía reza: "Señores imperialistas, no les tenemos ningún miedo".

La valla fue seguida en fechas más recientes por la construcción de una suerte de "protestódromo" para dar cabida a actos multitudinarios, desde donde se urge a niños, mujeres y adolescentes a gritar groserías con altoparlantes que rompan con sus decibeles los oídos "enemigos". Los autos diplomáticos y viviendas de los funcionarios estadounidenses en Cuba han sido vandalizados de manera repetida.

Al jefe de Estado cubano le enfurece que los diplomáticos estadounidenses mantengan estrechas relaciones con potenciales o reales disidentes y les entreguen materiales impresos que critican las políticas cubanas. Pero sus diplomáticos en Washington vienen haciendo exactamente eso —contactar disidentes y distribuirles propaganda—, desde que se abrió la Sección de Intereses de Cuba en esa ciudad.

No se ha podido probar —con evidencias que puedan resultar aceptables en una corte imparcial dentro de un Estado procesal de derecho— que los disidentes cubanos han recibido dinero de diplomáticos estadounidenses. Pero es conocido que los oficiales de la DGI que han operado desde Nueva York han pasado ocasionalmente recursos de diversa índole (incluso dinero) a personas y grupos —entre ellas a un ex agente de la CIA que devino famoso por sus libros— para apoyarlos, comprometerlos y mantener su cooperación.

Nuevas crisis, nuevas élites

Al jefe de Estado cubano, le hizo saber la actual administración Bush que considerará la repetición de pasadas crisis migratorias como un ataque a la costa este de EE UU, cuando ese país sostiene hoy dos guerras simultáneas en Afganistán e Irak. Atemorizado de que la situación escapara de su control en 2003, el Comandante en Jefe dispuso, para público escarmiento, el fusilamiento sumario (a menos de una semana de su captura) de tres jóvenes que intentaron escapar de la pobreza y represión secuestrando una lancha de pasajeros.

Este hecho y la ola represiva contra disidentes no violentos ocurrida en ese año, le valieron un rechazo casi universal. Pero nuevas realidades han emergido, realidades que han renovado la confianza de Castro en que es posible reprimir de manera impune, bajo el atronador silencio de los organismos multilaterales.

Por una parte, el apoyo financiero de Hugo Chávez le ha permitido mantener las compras de víveres a EE UU y su petróleo ha contenido, en alguna medida, la ola nacional de apagones.


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