Actualizado: 29/04/2024 7:40
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Conflicto y diplomacia (II)

Relaciones La Habana-Washington: ¿Influyen las nuevas realidades internacionales en el recrudecimiento de la represión en la Isla?

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Jugar con fuego

Son demasiadas piruetas simultáneas —y muy peligrosas— para quien hoy es un anciano que confunde ya el orden de los papeles a la hora de leer sus discursos.

El Comandante en Jefe, en su búsqueda incansable de protagonismo internacional, se apresta a impulsar desde la presidencia de los No Alineados políticas que aticen los conflictos con Estados Unidos, Europa y Canadá, en Irán, el Medio Oriente, África y, por supuesto, en América Latina.

Desalentar el diálogo y la negociación, desacreditar la actuación de las organizaciones multilaterales (la OEA en particular), atizar odios, divisiones y la confrontación permanente, serán líneas directrices de la estrategia de Castro como presidente de los Países No Alineados en las actuales circunstancias.

Alentar a Irán, Corea del Norte y otros países a que se distancien de los compromisos con la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) y desarrollen su potencial nuclear, es una de sus peligrosas apuestas. Su apoyo a las fracciones más extremas de Hamas contribuirá a bloquear las negociaciones de paz entre Israel y la entidad Palestina. Lidiamos aquí con un heraldo del conflicto, no de la paz.

Se acerca su fin biológico y ya no existe la URSS para comprometerlo con políticas de distensión en las que nunca creyó, y ha encontrado un nuevo mecenas que financie sus aventuras. El Comandante en Jefe se apresta a vivir sus últimos años de manera intensa y plena… aunque le cueste la existencia a sus seguidores, e incluso a la nación.

Acostumbrado a conspirar bilateralmente rumbos de acción decididos de manera unipersonal, Fidel Castro, desde su ancianidad, puede incluso llegar a desatar lógicas que de manera innecesaria comprometan nuevamente la actuación de militares cubanos en diversos conflictos y atraigan nuevos desafíos a la paz en las relaciones de la Isla con otros Estados, incluido pero no exclusivamente, EE UU.

¿Soportarán la población y la amenazada clase política cubana estas nuevas aventuras, riesgos y abusos de poder a los que quiere someterlos su Comandante en Jefe?

¿Encontrarán el modo de producir, antes de que ocurra una catástrofe irreversible, un cambio nacional que abra espacio a una democratización no violenta y gradual de la sociedad cubana?

¿Obrarán de manera responsable otros gobiernos, o se dejarán arrastrar en algarabía o silencio, por este apologista de la confrontación?

El horizonte es oscuro.


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