Actualizado: 29/04/2024 14:55
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Conflicto y diplomacia (II)

Relaciones La Habana-Washington: ¿Influyen las nuevas realidades internacionales en el recrudecimiento de la represión en la Isla?

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Es por eso que Castro necesita aferrarse a los actuales acuerdos migratorios, mientras hace lo indecible por presionar para poner fin a la Ley de Ajuste Cubano.

Sin Ley de Ajuste Cubano, ni Sección de Intereses de EE UU, ni disidentes en las calles, parece razonar el Comandante en Jefe, podría decirse, parafraseando un poema de Nicolás Guillen, que la Isla "sería toda Fidel, toda Castro" a un nivel hasta ahora nunca alcanzado.

Lo curioso es que en esta hora de supuestas invulnerabilidades y certezas, Fidel Castro parece dudar del mecanismo de relevo que debe operar el día de su desaparición y de la capacidad y solidez ideológica de algunos de los militares —incluido su hermano Raúl—, al parecer enfermos de veleidades reformistas y contaminados por el virus de la corrupción.

La punta de lanza

En las últimas semanas, ha elevado a categoría de ejército de choque privado —colmándolos de privilegios y autoridades extrainstitucionales— a un ejército de jóvenes, muchos de los cuales son desclasados que, cuando vagaban desconectados de todo empleo o centro de estudios, recogió hace un par de años y entrenó como "trabajadores sociales".

El modo en que viene operando el Comandante en Jefe en las últimas semanas, otorgando creciente poder a esta fuerza de choque personal, se asemeja a un progresivo golpe de Estado dentro de la institucionalidad socialista, del cual estas huestes, uniformadas y mimadas, son la punta de lanza.

Castro se ha caracterizado a lo largo de su ya larga existencia por seducir, usar y desechar seguidores. Cuando concluyó la lucha contra Batista y lo creyó posible, se deshizo de los combatientes antibatistianos que no estuvieron dispuestos a la sumisión incondicional a su poder unipersonal.

Cuando decidió poner fin a sus discrepancias con la URSS, no vaciló en permitir las acusaciones públicas y el ostracismo de aquellos funcionarios e intelectuales cubanos que habían contribuido a argumentar sus anteriores posiciones.

Cuando en 1996 consideró que había dejado atrás lo peor del aislamiento y debilidad económica de inicios del llamado Período Especial, urgió al V Pleno del Comité Central del PCC a condenar nuevamente a las personas e instituciones —académicos, organizaciones no gubernamentales de vocación socialista y democrática, funcionarios, microempresarios y trabajadores por cuenta propia— a quienes debía haber agradecido el haberlo ayudado a remontar la crisis.

Fidel Castro sólo tiene una agenda —el sostenimiento de un poder unipersonal absoluto hasta el día de su muerte— y en ella no caben lealtades a personas ni a ideales.

Al igual que en otros momentos de su trayectoria, Castro parece abocado a deshacerse nuevamente de su entorno y rehacerlo con una nueva camarilla ansiosa de conocer los oscuros templos —y claras ventajas— del ejercicio impune del poder.