Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Demagogia e inmigración

¿Es justo incrementar las medidas que afectan a los cubanos de la Isla y al mismo tiempo cerrarles las vías de escape?

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Restricciones y refugiados

Las restricciones al dinero y los viajes complació al sector de línea dura que vota en bloque por los candidatos republicanos. Este no ha dejado de mostrar su ilusión por una política tan inútil como el embargo.

Sin embargo, la vigencia de la ley de "pies secos, pies mojados" no encuentra el mismo entusiasmo. En primer lugar, porque se trata de una decisión demócrata, del "repudiado" ex presidente Clinton. En segundo, entra en consideración que el manifestarse abiertamente en favor de la misma, conserva el estigma de ser catalogado como alguien que mantiene un grado de complicidad con Castro.

En tercero —y no menos importante—, está el hecho de que al tiempo que el exilio mantiene aún en buena medida una actitud no exclusiva hacia la llegada de nuevos miembros, se muestra también muy celoso de su carácter único. Nada nos distingue más de otros inmigrantes que la Ley de Ajuste, nada nos acerca más que el cumplimiento férreo de la medida de "pies secos, pies mojados".

Todo esto crea una situación difícil para ciertos orientadores de la opinión pública, partidarios a capa y espada de la política de Bush. Aquí la apatía sustituye al entusiasmo. La línea partidista importa más que el destino de miles de compatriotas. Directores de programas radiales que ya hubieran mostrado su "indignación" si gobernaran los demócratas, prefieren guardar silencio.

No se puede decir lo mismo de varias organizaciones exiliadas de línea dura que apoyan las restricciones a los viajes y las remesas, pero al mismo tiempo quieren que se cambie o elimine la distinción entre "pies secos" y "pies mojados". Tampoco de los legisladores cubanoamericanos.

Los congresistas por la Florida Ileana Ros-Lethinen y Mario y Lincoln Díaz-Balart han presentado una propuesta de modificar la ley. Se espera que se sume a la misma el senador Mel Martínez, quien ha declarado que "la política de pies secos, pies mojados es un completo fracaso".

Aunque si bien se debe reconocer el gesto de los representantes, hubiera sido mejor un planteamiento más amplio por parte de estos. Una modificación de la medida no resuelve la inconsistencia entre una condena total al régimen de Castro y presenciar cómo miles de cubanos son devueltos a la Isla. Por otro lado, nada hay que esperar de los demócratas al respecto.

Ni justo ni humano

Una vez más, la aritmética está en contra de los nuevos refugiados. Menos de la cuarta parte de quienes llegaron a EE UU después de 1985 tienen la ciudadanía norteamericana. Es este sector de la población el que intenta traer a sus familiares por diferentes vías.

Para muchos de los exiliados de larga permanencia en suelo norteamericano, el tema migratorio no entra dentro de sus prioridades —respecto a la situación cubana—, salvo en lo referente a la amenaza de un éxodo masivo.

Una inmigración ordenada, segura y legal no significa devolver indiscriminadamente a los refugiados interceptados en el mar, retener en la Base Naval de Guantánamo a unos pocos y garantizar la permanencia en suelo norteamericano sólo a los que cuentan con los recursos necesarios para pagar las sumas exorbitantes que exigen los contrabandistas.

En cualquier caso, es garantizar que nadie con derecho a asilo sea devuelto a Cuba y permitir a todo refugiado apresado en alta mar la tramitación de su caso en suelo norteamericano, en un proceso abierto al público y con la participación de abogados independientes.

El argumento de que este país no puede permitirse una inmigración ilegal poco convence al hijo o al padre que quiere traer a sus familiares. No es justo ni humano incrementar las medidas que afectan a los cubanos que viven en la Isla y al mismo tiempo cerrarles las vías de escape.

Quienes alientan el aumento de la presión económica sobre el pueblo cubano —con arengas desde estudios radiales con aire acondicionado y el estómago lleno—, caen en la misma demagogia que los miembros del régimen que llaman a la honestidad y el sacrificio, mientras disfrutan de sus privilegios.

Unos y otros deberían avergonzarse. Al menos mostrar un poco de pudor y guardar silencio. Siempre hay un oficio más digno para un ministro o un director general de radio.


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