Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Detalles de historia

El régimen que EE UU pretendía cambiar en 1959 no era comunista ni tenía la oposición de la mayoría de los cubanos.

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En un reciente artículo publicado en CUBAENCUENTRO.com, Duanel Díaz reprocha a Marifeli Pérez-Stable tachar la política norteamericana hacia Cuba de cambio de régimen "en los sesenta", sin decir las características del régimen que se quería cambiar. Trataré de dilucidar el reclamo de Díaz a partir de tres detalles de historia: 1) ¿Desde cuándo Estados Unidos intentó cambiar el régimen en Cuba?, 2) ¿Cuál era entonces la política de EE UU hacia Cuba?, y 3) ¿Qué tipo de régimen tenía Cuba en dicho momento?

¿Qué dicen los documentos diplomáticos?

Un cifrado del 24 de noviembre de 1959 del embajador británico en Washington describe su conversación sobre Cuba con Allen Dulles, director de la CIA. Según Dulles, la oposición era "un desperdicio", conformada esencialmente por batistianos. Sin embargo, Dulles esperaba que Castro cayera en meses, pues estaba alienando a algunos que originalmente lo apoyaron, como Hubert Matos y Pedro Luis Díaz Lanz.

Dulles pidió a Inglaterra no vender aviones caza a Castro. El embajador replicó que eso forzaría una compra cubana de armamento tras la cortina de hierro. Dulles afirmó que eso era justamente lo que Estados Unidos quería. "Como en Guatemala" —dijo—, una compra de armas al bloque soviético unificaría a la oposición y legitimaría ante los gobiernos latinoamericanos cualquier acción norteamericana contra Castro.

La referencia de Dulles a Guatemala en 1954 era lógica. La política norteamericana hacia Cuba en 1959 tenía los mismos objetivos que la aplicada a Jacobo Arbenz, quien —como ha demostrado Piero Gleijeses— era comunista, pero había sido electo democráticamente sin derecho a reelección:

1) Bloquear cualquier influencia comunista en el hemisferio, rechazando cualquier relación con la URSS o espacio para los comunistas en los gobiernos; 2) Proteger los intereses económicos de Estados Unidos en la región. En 1959, esos objetivos descansaban en lo que Abraham Lowenthal definió como "la presunción hegemónica" de Estados Unidos en América. "La idea de que Washington tenía el derecho de insistir en la solidaridad —por no decir la sumisión— política, ideológica, diplomática y económica de todo el hemisferio occidental".

¿Cuál era el régimen cubano que Dulles quería derrocar en noviembre de 1959? Algunas nacionalizaciones y la ley de reforma agraria de mayo de ese mismo año afectaron intereses norteamericanos. El gobierno ofreció compensaciones con bonos a veinte años a una tasa de interés anual del 4,5 por ciento por esas medidas, que contaban con un inmenso apoyo popular.

En términos de libertades civiles, los partidos políticos eran legales y sólo se habían cerrado algunos periódicos batistianos, como Alerta, instalando a Carlos Franqui y Revolución en su sede. Las garantías procesales de un juicio imparcial no fueron adecuadamente respetadas en los procesos contra prominentes esbirros y militares de la tiranía derrocada. Castro ya anunciaba la posposición de las promesas de elecciones prometidas a dos años después del triunfo de la insurrección.

¿Por qué Estados Unidos no hizo la exigencia de elecciones la piedra angular de su política hacia Cuba? La apreciación en Washington expresada en 1961 por Thomas C. Mann, a cargo de las relaciones norteamericanas con América Latina bajo el gobierno de Kennedy, era que Castro podía celebrar comicios aceptables y elegirse, legitimando las medidas adoptadas. Años más tarde, el profesor Jorge Domínguez coincidiría que en 1961 "el gobierno era muy popular y de celebrarse elecciones, Castro las hubiera ganado en grande".

Washington no estaba motivado por preocupaciones democráticas. Cuando el gobierno revolucionario cambió por decreto el artículo 154 de la Constitución, otorgando nuevos poderes al primer ministro (Fidel Castro), o protegió la reforma agraria, decretando esa ley precepto constitucional, evitando así batallar legalmente con los más de mil recursos de inconstitucionalidad presentados bajo la Constitución de 1940, Estados Unidos no hizo referencia alguna al Estado de derecho.

Conversando con el ministro Raúl Roa, en octubre de 1959, el embajador Bonsal alabó la reforma agraria pero demandó una compensación apropiada. Al valorar la ley, los documentos de la embajada y la CIA discuten sobre las propiedades nacionalizadas, y el posible efecto que las nacionalizaciones podrían causar en el resto de América Latina, sin expresar preocupación alguna por la Constitución.

¿Cuál era "la penetración comunista" en Cuba en noviembre de 1959? Los militantes del Partido Socialista Popular (PSP) estaban ganando espacio en varias de las instituciones revolucionarias, pero no estaban en ninguna posición a nivel de gabinete. Según informes de la embajada estadounidense, en el círculo cercano a Fidel Castro había líderes de inclinación marxista, como el Che Guevara, Raúl Castro y Camilo Cienfuegos (algunos informes de la embajada reflejan un macartismo rampante. Por ejemplo, el embajador Smith mencionó como evidencia del probable comunismo de Castro que "había sido activo en la FEU").

El 20 de diciembre de 1959, con la condena a Hubert Matos, Fidel Castro declaró el anticomunismo como contrarrevolucionario, pero eso no equivalió ni fue percibido en Estados Unidos como convertir la revolución al comunismo o un alineamiento con Moscú.

En relación con la Unión Soviética, la compra de armas por Raúl Castro a Moscú en mayo de 1960 ocurrió después que Dulles bloqueó las compras de armamento en Occidente por parte del gobierno de la Isla. La búsqueda de contactos con países de otros continentes, incluyendo los comunistas, para diversificar el comercio cubano, había sido aprobada bajo el ministerio de Roberto Agramonte. La visita de Anastas Mikoyan a la Isla en febrero de 1960, importante por la relación personal que se estableciera entre el armenio y Castro, fue un acto de última hora. Mikoyan ya estaba en México cuando Héctor Rodríguez-Llompart viajó allí para invitarlo. "A todos nos pareció una buena cosa, una afirmación de nuestra independencia", escribe Carlos Franqui en su libro Retrato de Familia con Fidel.

Atribuir el acercamiento con la URSS a designios para "desplazar a la gente del Directorio Revolucionario", sería un aporte a la historia de Cuba si se basara en evidencias, pero no es el caso. En 1959, el 26 de Julio era "la fuerza dominante", según la embajada de Estados Unidos. El incidente de "armas para qué" fue el punto más bajo de la relación de Castro con la dirección de esa organización, en particular con Faure Chomón y Rolando Cubela. En 1959, Castro apoyó tácitamente la candidatura de Cubela a la dirección de la FEU, negando la etiqueta del veintiséis a Pedro Boitel. Chomon, identificado como "favorable al comunismo" —según un informe norteamericano al secretario asistente Rubottom del 24 de abril de 1959—, sería designado en 1960 como primer embajador en Moscú.

Nada que ver

En conclusión, en noviembre de 1959, cuando Allen Dulles estaba hablando de cambio de régimen en Cuba con el embajador inglés, "el régimen que se pretendía cambiar" —para usar la expresión de Duanel Díaz— no era comunista (según los informes de la CIA y la embajada norteamericana), ni tenía la oposición de la mayoría de los cubanos. Más allá del totalitarismo que asomaba, la alianza militar con la URSS se concretó —en la forma y tiempo que ocurrió— como respuesta a planes estadounidenses de cambio de régimen motivados por el rechazo a las medidas nacionalistas de la revolución.

La política de Estados Unidos, desde que Dulles conversó con el embajador británico en noviembre de 1959 hasta la ley Helms-Burton —con la excepción de la presidencia de James Carter y en menor medida Bill Clinton—, se ha basado en:

1) Una idea de soberanía cercenada inaceptable al independentismo cubano desde que Juan Gualberto Gómez escribió la pragmática y moderada respuesta de los constituyentes a la Enmienda Platt, 2) Una interpretación absoluta de los derechos de propiedad en la que la equidad no cuenta, y 3) Un anticomunismo contrario a las normas internacionales de derechos humanos, pues no respeta los derechos de la izquierda y carga un saco de terrorismo y apoyo a "candiles de la democracia", como Ydígoras o Pinochet.

¿Por qué esta historia importa? Porque la oposición de muchos cubanos al rumbo comunista de la revolución no es motivada por deseos de un protectorado estadounidense, amor a la conspiración trujillista, u oposición a la reforma agraria o la alfabetización, sino por el pisoteo por el totalitarismo de nuestros anhelos de libertades civiles de viaje, expresión y asociación, y nuestras esperanzas nacionalistas de desarrollo con economía de mercado y democracia. No tenemos nada que ver con Dulles ni Helms, ni razones para echarnos ese bulto de fiascos a la espalda.


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