Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Detener la violencia

Reprimir o desertar: ¿Están a las puertas de tal disyuntiva los militares cubanos?

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Las violaciones de derechos humanos no dejan de serlo porque se cometan de uno u otro lado de las cercas que rodean la Base Naval de Guantánamo.

Las palizas colectivas a presos maniatados, los lanzamientos de piedras e insultos contra viviendas habitadas no sólo por disidentes, sino también por familiares que incluyen a menudo mujeres embarazadas, niños y ancianos, las turbas lanzadas contra una mujer que es tirada del cabello, golpeada e insultada cuando se disponía a emprender el largo viaje para visitar al marido preso, son expresiones de una nueva espiral de violencia política, oficialmente sancionada por el Comandante en Jefe cubano.

"Las calles son de los revolucionarios", según el Partido Comunista de Cuba, y casi ya no es posible estar siquiera en la propia casa si se ha disentido públicamente de la política oficial.

Los que vociferan y lanzan piedras contra ventanas y puertas, han sido inculcados en la creencia de que, de imponerse políticamente la disidencia y la oposición, vendrían cambios que podrían afectarlos negativamente y que, eventualmente, algunos pudieran pasarle la factura por los abusos ya cometidos.

Temen a los que tienen el poder —y por ello les obedecen— y a quienes pudieran llegar a tenerlo. Están literalmente paralizados por el miedo y por ello llegan a actuar de manera cobarde.

Pero el mayor culpable es aquel que vistiendo grados de Comandante en Jefe —portando una pistola al cinto, y rodeado las veinticuatro horas del día por varios anillos de seguridad y tropas élite—, teme a esas mujeres y hombres desarmados, por lo que dispone su despiadado acoso, moviliza el odio, exige obediencia y decreta la impunidad.

Rehenes eternos

El envejecido Comandante preferiría que, a su cada vez más cercana e inevitable muerte, todo civil o militar cubano tuviese sobre su conciencia un abuso, una arbitrariedad o un crimen que lo hiciera cómplice definitivo de su régimen. Serían sus rehenes eternos.

Pero sucede que, para su angustia, las Damas de Blanco portan flores y contestan los insultos con cantos de paz. Los grupos disidentes y de oposición en Cuba, y una creciente mayoría de las organizaciones del exilio, ofrecen un diálogo para el cambio, no violento y pactado, con amnistía general y reconciliación nacional.

¡Qué coraje se necesita para no responder el odio con odio, para no alimentar aspiraciones de venganza por las patadas, los escupitajos, las piedras y heces lanzadas contra el hogar, el ultraje a los familiares, el acoso y humillación de los hijos en las escuelas, el maltrato al esposo preso! ¡Qué valor es necesario reunir para contener el odio ante la cobardía de quienes se sienten amparados para dispensar abusos!


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