Actualizado: 27/03/2024 22:30
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El debate marxista

Junto a la disidencia, el exilio, La Habana y Washington, ¿existen vías alternativas para conocer la realidad cubana?

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Por eso la pregunta de ¿por qué no se cayó el socialismo cubano? puede ser respondida en parte con otra interrogante: ¿qué socialismo? Y luego complementada con otra más correcta: ¿por qué no se cayó el castrismo? La desaparición de un caudillo no es igual a la de un sistema.

En Cuba, el PCC no funcionaba como una estructura monolítica de poder real, que actuaba con una verticalidad absoluta, sino era y es más bien un instrumento de poder del gobernante, que al mismo tiempo ha mantenido siempre dos estructuras paralelas y en competencia de mando.

Castro siempre se ha servido de dos gobiernos para ejercer el poder, ambos propios: uno siempre visible y formado por las estructuras políticas tradicionales; otro paralelo y no oculto, y por lo general más poderoso: un gobierno "formal" y otro "informal". Quienes apuestan por una transición lo hacen siempre operando dentro de las posibilidades de este gobierno formal. Sus limitaciones están dadas en el hecho de que esta maquinaria gubernamental es corrupta, ineficiente y carente de verdadero poder. No importa que no funcione, si realmente no manda.

El otro gobierno, el informal, apuesta sólo a sobrevivir. En la URSS y los países socialistas existía un solo gobierno, el que desapareció por su ineficacia. En Castro, que el gobierno no funcione es una carta de triunfo, porque permite la eficiencia de un mando paralelo.

La salud pública puede ser actualmente un desastre en la Isla. Eso es un problema del gobierno oficial. El envío de brigadas médicas al exterior es un gran triunfo. Esa es la obra del gobierno paralelo, esto es: el poder unipersonal del gobernante. Si el Ministerio de Salud Pública funcionara como un verdadero ministerio, servía un obstáculo a la voluntad del mandatario.

Lo impropio de reducir alternativas

Por supuesto que un modelo así ni se propone ni conduce hacia una sociedad sin clases —meta que, por otra parte, hasta ahora se manifiesta irrealizable en todo el mundo—, sino que establece como paradigma no declarado el principio de sobrevivencia como modelo de conducta ciudadana.

Resulta interesante que en la mesa redonda arriba citada, el conocido ensayista Desiderio Navarro, que formaba parte del público, hiciera referencia a que en el marxismo original el concepto de clase es determinado de dos maneras: por la propiedad de los medios de producción y por la distribución del producto social. Aunque sin hacerse referencia a la situación actual cubana, quedó claro que la distribución desigual del producto social había creado una nueva sociedad de clases en la Isla.

Nada nuevo, se podría argumentar, pero el solo planteamiento del hecho evidencia lo impropio de reducir las alternativas en Cuba a un enfrentamiento entre gobierno y disidencia, La Habana y Miami, la Plaza de la Revolución y Washington, el régimen castrista y los gobiernos europeos.

Seguir ignorando los diversos sectores que se mantienen alejados de la oposición declarada —y transitan una vía que va de la pasividad a la aceptación oficial—, contribuye poco al sostenimiento de los factores de cambio que pueden paliar la polarización extrema que vive el país.