Actualizado: 07/05/2024 1:47
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El debate marxista

Junto a la disidencia, el exilio, La Habana y Washington, ¿existen vías alternativas para conocer la realidad cubana?

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Si el apoyo a la disidencia debe ser un objetivo fundamental del exilio, el reconocimiento de vías alternativas —alejadas del oportunismo aún sin practicar una oposición declarada— sí contribuye a la esperanza de que se pueda fundar una sociedad plural en el futuro cubano. No hay que estar de acuerdo con lo que opina todo el mundo para estar a favor de que todo el mundo tiene derecho a opinar y a participar en los destinos del país.

Doble aislacionismo

Repito que conocer la existencia de debates de este tipo permite tener una visión más completa de la realidad cubana. No se trata de practicar la complicidad o de conformarse con una mirada ingenua. Lo limitado de estos encuentros y opiniones —y de que su destino sea en gran parte el lector que vive en el exterior y no el público de la Isla— no constituye razón suficiente para descartarlos.

Desde la llegada del presidente George W. Bush al poder, las posibilidades de intercambios entre profesores e intelectuales residentes en Estados Unidos —sean estos norteamericanos o exiliados— se han visto reducidas al mínimo. Ya bastante excluye Castro para sumarse a esa actitud.

El mandatario cubano ha ido cerrando brechas y reduciendo alternativas, incluso entre sus seguidores más cercanos. La práctica del aislacionismo es una de las razones de su existencia. No hay que sumarse a ese juego. Cuando el debate sobre el futuro de la revolución se define por las palabras del canciller Pérez Roque, asistimos a un diálogo sin el sonido y la furia, donde apenas queda el balbuceo del idiota. Reconocer a otras voces con mayor autoridad moral e intelectual para participar en esa discusión es una forma de alentarla.

Son muchas las contradicciones en que viven quienes aún defienden una vía socialista para la Cuba del futuro. Ya he señalado la que quizá es la más importante: quien constituye la principal garantía para impedir el establecimiento de un capitalismo, al estilo norteamericano, es a la vez el principal obstáculo a la hora de buscar soluciones de acuerdo con un pensamiento revolucionario.

Vale la pena repetir que Fidel Castro ha decidido mantener congelado el país gracias a su calurosa relación con Chávez. A los marxistas sólo les queda debatir ocasionalmente —por dos horas y media—, mientras aguardan desprovistos del poder necesario para llevar a cabo la transformación del mundo. Eso fue lo que Marx le pidió a los filósofos.

Pero en Cuba, ellos tienen que contentarse con poder a veces interpretar lo ocurrido en unos "países hermanos", que dejaron de serlo porque sus dirigentes y ciudadanos se cansaron de pertenecer a una familia miserable.


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