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El debate marxista

Junto a la disidencia, el exilio, La Habana y Washington, ¿existen vías alternativas para conocer la realidad cubana?

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Ariel Dacal, jefe de redacción de la Editorial de Ciencias Sociales, se refiere a la verticalización excesiva de las decisiones políticas. Menciona la forma en que Stalin estableció una ideología oficial unidireccional y se valió de una eficiente utilización de los medios de divulgación, así como la creación de una fusión nefasta entre poder y verdad. Destaca el fracaso de un modelo que desde el principio se iba negando las posibilidades de cambio.

Francisco Brown, del Centro de Estudios Europeos, saca a colación el fenómeno de la doble moral, "los procesos políticos, electorales, convertidos en algo formal, donde se vota para no buscarse problemas, y donde hay un candidato único, por el que hay que votar". Más adelante hace referencia al hecho de que los clásicos del marxismo-leninismo nunca hablaron de un partido único.

Necesidad de un rumbo democrático

Luego, durante el desarrollo del debate con el público, Díaz Vázquez explica que el modelo "clásico socialista soviético" necesitaba un "enemigo para subsistir; y si no lo tiene, no funciona. Cuando la Unión Soviética resolvió sus relaciones con la periferia, con los países limítrofes, ¿quién se presentaba como el culpable de que no hubiera cosechas en los años 1934, 1935, 1936? La mano del capitalismo".

Todas las referencias anteriores son pertinentes respecto a la situación en la Isla. Quienes participaron en el debate son reconocidos intelectuales cubanos. La mesa redonda apareció en la revista Temas, no. 39-40, octubre-diciembre de 2004. El texto se encuentra en el sitio en la Red de la publicación. Lo importante aquí no es quién dijo qué, sino que en Cuba se debatiera públicamente un tema que —cuando se aborda con la seriedad debida— no deja de provocar comparaciones con el régimen imperante en la Isla.

Más valioso y alentador resulta el hecho de que en todo momento se destacó la falta de democracia en la URSS y los países socialistas. Más allá de las discusiones económicas y las formulaciones sobre modos de producción, fuerzas productivas y formas de explotación, hay una alerta sobre la necesidad de emprender un rumbo democrático. No importa que se esté hablando de Europa Oriental. Todos sabemos que igual ocurre en Cuba.

Cualquier estudioso del marxismo que trate de analizar el proceso revolucionario cubano descubre que se enfrenta a una cronología de vaivenes, donde los conceptos de ortodoxia, revisionismo, fidelidad a los principios del internacionalismo proletario, centralismo democrático, desarrollo económico y otros se mezclan en un ajiaco condimentado según la astucia de Castro.

No se puede negar que en la Isla existiera por años una estructura social y económica —copiada con mayor o menor atención de acuerdo al momento— similar al modelo socialista soviético. Tampoco se puede desconocer la adopción de una ideología marxista-leninista y el establecimiento del Partido Comunista de Cuba (PCC) como órgano rector del país. Todo esto posibilita el análisis y la discusión de lo que podría llamarse el "socialismo cubano".

¿Qué socialismo?

Mientras Castro se ha negado a emprender reformas al estilo de las llevadas a cabo por China y Vietnam, ha ido disolviendo las bases económicas y sociales que permitían hablar de socialismo. Al mismo tiempo, ha establecido una forma de capitalismo de Estado, donde el Partido Comunista existe pero no realiza congresos, la economía vuelve a estar cada vez más centralizada y el dinero ha recobrado su papel fundamental en el intercambio comercial.

La transformación ha sido tan completa, que resulta más adecuado hablar de "caudillismo de Estado": la centralización absoluta como un medio para mantener el poder absoluto.